Estoy hecha de cuentos. Del de la ratita presumida buscando marido, del de las aventuras de Pulgarcito, del de la aparente valentía de Juan Sin Miedo, del de la carrera de la liebre y la tortuga. De esas historias que me contaba mi abuela en su regazo, que me gustaban tanto o más que las series de dibujos animados. Quizá los libros siguen siendo mi refugio porque aún busco la emoción de esas tardes de la infancia. Hay una niña en mí, lo reconozco, que no desprecia las «cosas de niños», sino que las valora más que antes si cabe, porque esas «cosas de niños» me han hecho ser cómo soy y amar lo que amo.
Por eso, cuando leí «cuentos populares» contuve un suspiro y me dije «sí, quiero leerlo». Poco me importó que fueran portugueses, al fin y al cabo, no tienen que distar mucho nuestras historias de las de nuestros vecinos de península. Y sí, en Cuentos populares portugueses he reconocido personajes, aunque con otros nombres y en otros contextos, y también he descubierto a muchos nuevos en los ciento diecisiete cuentos que componen la edición de José Viale Moutinho publicada por Siruela. En el fondo, las tramas son recurrentes: que si jóvenes casaderos o en busca de riqueza, que si parejas infieles o que añoran tener un hijo, que si hombres que recorren el mundo en busca de vivencias o animales que se comportan como seres humanos. Reyes, príncipes, labradores, frailes o demonios son personajes habituales. Y las armas para salir airosos, las esperables: la bondad imponiéndose a la malicia, pero también la astucia imponiéndose a la bondad; y, sobre todo, el poder de la palabra, siempre presente. Historias inocentes, surrealistas, mágicas, crueles, procaces e incluso meros chascarrillos, que demuestran que hay cuentos para cada público y para cada ocasión.
José Viale Moutinho fue uno de esos niños que creció con los cuentos de sus abuelos, y ha visto necesario recoger la tradición oral de su país en este libro, esas historias que han pasado de boca en boca, generación tras generación, adaptándose a la época y a las circunstancias gracias a la imaginación de los cuentistas que se han apropiado de ellas a través de los años. Fuente de cultura popular y parte del imaginario colectivo, estos cuentos están compuestos por las expresiones del pueblo, sus tópicos y lugares comunes, y son una forma de conocer a la sociedad portuguesa de antaño, sus aspiraciones, sus miedos y su sentido del humor.
Quizá poner los cuentos populares sobre papel sea un atentado a su esencia, como el propio Viale Moutinho reconoce. Pero en estos tiempos de videojuegos e internet, en los que los abuelos que sientan a sus nietos en el regazo para contarles historias parecen en peligro de extinción, es necesario hacer algo para que estos cuentos no desaparezcan en el silencio. José Viale Moutinho ha puesto su granito de arena recogiéndolos en Cuentos populares portugueses y ahora es misión de nosotros, los lectores, que volvamos a ellos y los contemos en voz alta como en los viejos tiempos. Para entretener o para reflexionar. A niños o a mayores. Da igual. Lo importante es que nunca demos el cuento por acabado.