Es realmente asombrosa la cantidad de cosas que pueden hacerse en la cocina. Y eso sin imaginación, siguiendo tan solo las recetas tradicionales, conque si le echamos cabeza a la cosa la cantidad se eleva exponencialmente. Y lo mismo ocurre con los libros de cocina. De todo y para todos: la cocina del Quijote, cocina indie, fabada a muerte, cocina varonil, recetas vegetarianas, cocina fácil, saludable, en veinte minutos, postres, sopas, las recetas de mi madre, gastronomía molecular, para thermomix, cupcakes, de este chef, del otro, del de la moto… y así miles y miles de títulos que esperan ser aprovechados en nuestros fogones. ¡Uno se pierde entre tantos fuegos, copón!
Por eso me alegró encontrar sin querer este libro. Por qué… ¿quién no almacena latas de atún como si ante un apocalipsis zombi ese fuera el soporte vital necesario para la supervivencia humana? ¿Quién no ha empezado a “cocinar” cuando sus padres se iban de casa unos días o cuando eras tú el universitario que estudiaba fuera, unos espaguetis con atún? La pizza llegaba a cansar, pero el atún no. El atún era un ingrediente fetiche como Carmen Maura o Victoria Abril lo fueron para Almodóvar.
Así que sí, me confieso “latunero”, que es como etiqueta María Villalón a los amantes de las latas de atún. Y no me importa confesarlo. A pesar del alto contenido de mercurio en el atún que dicen que tiene, lo como con bastante frecuencia porque es sabroso, barato y viene con abrefácil. Pero hasta dar con Dando la lata… ¡de atún!, lo único que hacía era la típica banderilla con cebolla y aceituna, o la tortilla francesa, o la ensalada con atún, o la pasta o algún bocata con jamón de york, lechuga y cualquier cosa que le fuera bien. Ah, y los melocotones en almíbar rellenos de atún, mayonesa y chaca que, aunque salen en el libro, ya los conocía y los preparo para ocasiones especiales.
Y ahora… ¡ahora toooodo un mundo, tooodo un universo de conjugaciones alimentarias fáciles de hacer, económicas y sabrosas –por definición, todo lo que lleva atún es sabroso– se abre ante mí! ¡Sí, lo sé! ¡Tengo el poder y lo usaré para dominar el mundo, pero no hay miedo; para eso he nacido!
En fin, dejando a un lado el cercano futuro, algunos de los platos más curiosos de este muy curioso libro son las tortillas y los desayunos. Porque ojo, también se puede desayunar con atún y prueba de ello son los huevos revueltos con atún y aguacate o los bagels con atún y queso fundido entre muchos más (en concreto siete desayunos, uno para cada día).
El libro tiene ocho capítulos repartidos entre (los ya mencionados desayunos), entrantes y dips, cereales y legumbres, arroces y pastas, patatas y huevos, masas y hojaldres y ensaladas y verduras.
A día de hoy solo he podido hacer los mini vol-au-vent con queso y cebolla caramelizada que estaban de vicio y son, como todas las recetas de Dando la lata… ¡de atún! muy fáciles de hacer. No obstante, tengo ya bien separadas con papelitos para hacer próximamente: el Vikxie sándwich (tiene que ser curioso el meter patatas fritas de bolsa machacadas en un sándwich y quiero comprobarlo), la tortilla de arroz, los espaguetis con mermelada de tomate (¡oh, sí, esta quiero probarla cuanto antes!; la mezcla de lo dulce y lo salado, como en el caso de los melocotones en almíbar rellenos de atún, mayonesa y chaca, siempre triunfan), la lasaña de surimi, las rodajas de patata con queso de cabra gratinado, las patatas al microondas con atún y queso… Pfff, no sigo porque me he dado cuenta de que tengo bastantes páginas marcadas.
Reconozco que hay un par de recetas que vaya, no creo que alcancen la categoría de receta porque son de lo más simple (poner atún sobre pan cracker o sobre queso curado…), pero en definitiva es un libro al que voy a sacar mucho, pero que mucho provecho.
No hay ninguna, pero es que ni la más mínima complicación, para hacer cualquiera de las recetas, así que si no las haces es o por vagancia o porque tal vez alguna combinación de ingredientes no acaba de hacerte gracia.
Todas están bien explicadas y tienen fotos a gran tamaño para que compares la chapuza que haces con lo bonito que debería quedarte cuando el plato está ya listo para hacer la foto para el libro.
Un libro que puede sacarte de algún apuro, pero que también puedes usar para hacer algunas comidas o cenas de diario, o para dejar boquiabiertos a los amigos en esas cenas en las que siempre se lleva lo mismo.
Original y salvavidas a la vez.
Será porque cocino por obligación para la familia, y es algo que he de hacer toooooodos los días, así que no me suelo meter entre fogones si es por placer y no por obligación…
Un beso