De Abiyán a Túnez,de Mariama Ndoye
De mis escasas experiencias con la literatura africana he sacado una impresión que muy probablemente no se pueda generalizar (es una de las enseñanzas de este libro: la inabarcable diversidad de un continente inclasificable) pero con la que simpatizo mucho: una forma de escribir como quien pasea sin rumbo fijo, un plácido deambular por recuerdos, reflexiones, impresiones o lugares que me recuerda, si me permiten la comparación un tanto frívola, a mis erráticos paseos en busca de setas, caminatas en los que disfruto del paseo, del aire libre, de la posibilidad de echar la mente a volar y en los que, bueno, de vez en cuando encuentro alguna seta que otra. O no. El supuesto objetivo, las setas, no es más que una excusa para el paseo y algo así es esta novela, sólo que Mariam Ndoye las encuentra a cada paso. Caminar tropezando a cada paso con la x del mapa del tesoro es gratificante, sí, pero no necesariamente cómodo. De Abiyán a Túnez he encontrado infinidad de pasajes evocadores, hermosos, interesantes, en fin, de todo un poco, pero me ha costado seguir el hilo, si es que lo hay. Existe formalmente, entiéndase bien lo que quiero decir, la historia navega por los recuerdos de una diplomática del Banco Africano de Inversiones que trasladó su sede de Costa de Marfil a Túnez y por el camino nos regala además recuerdos de su infancia, de su estancia en Francia, de su vida al fin y al cabo, pero desde el punto de vista narrativo los cambios de tema y estilo hacen que uno corra el riesgo de perderse porque los senderos que salen del camino principal a menudo son tan atractivos que uno quiere caminarlos todos y a veces se desubica.
De Abiyán a Túnez es un libro de una gran riqueza, no sólo en el vocabulario (incluye infinidad de términos locales), también en temas ya que la vida de la narradora recorre desde la historia de África (como por ejemplo el naufragio del Joomla, que pasó por ser el Titanic africano) hasta la gastronomía o la geografía de los lugares en los que vive. Sin olvidar, claro está, el retrato de las sociedades sobre las que escribe. Este aspecto es especialmente interesante, Mariam Ndoye no tiene el menor interés en mantener la corrección política y sus reflexiones suenan tan sinceras que es difícil no detenerse en ellas. Incluso en aquellas que uno no entiende especialmente brillantes, que también las hay (sorprendente su visión de Michael Jackson). Se habla de religión, de racismo (en Europa y también en África), de dinero, de terrorismo (los atentados del 11M de Madrid tienen su hueco en el libro), en fin, de tantas cosas que sería absurdo tratar de enumerarlas. Además, partiendo del supuesto del placer del paseo, entiendo que es un libro para el que los mapas o las guías de viajes no son necesarios: perderse en él no es el riesgo sino el verdadero objetivo.
Entre tanto escenario y tantos personajes, puede sin embargo que el punto fuerte sea el de los sentimientos, la forma de entender las relaciones, la familia e incluso el vecindario. Algo de lo que tenemos mucho que aprender. Se puede invitar a un extranjero a visitar un país pero en el momento que está en tu casa, compartiendo tu comida, ya no es un extranjero sino tu familia, ¿qué hace allí si no?
La sensación principal que deja es la de la diversidad, cultural y en todos los aspectos, del continente africano. Visitarlo desde un punto de vista completamente alejado de los tópicos como es el de Mariam Ndaye es un privilegio. Puede resultar difícil, todo lo complejo lo es, pero créanme, merece la pena.
Andrés Barrero
@abarreror
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