De cine y literatura 10
Invasión
El libro: Invasión: los ladrones de cuerpos, de Jack Finney
Editorial: Bibliópolis
Páginas: 235 p.
ISBN: 9788496173835
La adaptación: La invasión de los ladrones de cuerpos, de Don Siegel
Año: 1956
País: Estados Unidos
Reparto: Kevin McCarthy, Dana Wynter, Larry Gates, Carolyn Jones
Duración: 80 minutos
Por Leire Kortabarría
“Invasión” es, probablemente, una de las lecturas más importantes que cualquiera puede hacer en estos tiempos. Y ya lo era cuando se publicó por primera vez, en 1955. El contexto sociopolítico de aquella época estaba marcado por la Guerra Fría, que acababa de comenzar sólo 10 años antes, y el antagonismo ya abierto y declarado entre EEUU y la URSS, con la propaganda desatada de cada gran potencia en su esfera de influencia, una acción propagandística que calaría muy hondo en todos los estratos de la sociedad y que, al menos en EEUU, crearía el caldo de cultivo para una paranoia anticomunista sin precedentes; por aquí no tenemos tantas noticias de qué pasaba en el otro lado.
En esta época se publica “Invasión”, de Jack Finney, un libro sucinto, algo extraño, atípico, que, sin destacar por especiales valores estéticos o poéticos, constituye el ejemplo perfecto de obra literaria llegada en el momento oportuno. La historia, narrada con una chocante frialdad que resulta algo espeluznante por sí misma, es la siguiente: el amable doctor Miles Bennell, residente en la pequeña localidad californiana de Santa Mira, comienza a recibir pacientes –vecinos y conocidos suyos– aquejados de una extraña alucinación: aseguran que su marido, su mujer, su hijo, su tío, no son en realidad tales, sino algo diferente, otro ser que es físicamente idéntico a ellos y los ha suplantado. Ese ser, aseguran los pacientes, es igual en todo a la persona suplantada, pero está totalmente vacío de emociones y sentimientos.
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Miles comienza a interesarse más cuando quien se queja de tal alucinación es Becky, de quien está enamorado. Y la histeria colectiva, en lugar de amainar, cobra virulencia por momentos.
Claro que los invasores de cuerpos han pasado a formar parte del imaginario colectivo y de la cultura popular, gracias, entre otras cosas, a nada menos que tres adaptaciones cinematográficas y a otra película inspirada más vagamente en ella –el éxito comercial dirigido al público juvenil “La facultad”, de 1998, también se puede considerar su deudora–; por eso, seguramente la mayoría de nuestros lectores sabrán que la alucinación no es tal, sino que la Tierra está siendo invadida por una entidad extraterrestre. Ésta es en realidad una espora que, refugiada en un lugar solitario y oscuro, produce en una vaina un facsímil del cuerpo humano que va a conquistar y suplantar, una copia tan perfecta que es muy difícil notar la diferencia.
Las tres adaptaciones directas son muy distintas entre sí, y cada una tiene su personalidad propia y puede agradar a públicos diferentes. Por cercanía, por fetichismo al blanco y negro de época y porque, en mi opinión, es la mejor, recomiendo la primera que se hizo, de 1956, una película tan breve –80 minutos– como la novela, pero tan intensa y enjundiosa como aquélla y que, a diferencia de las dos posteriores, también fue producida en la misma época que el libro, por lo cual es más fácil que comparta el mismo espíritu. Las interpretaciones, sobre todo la de Kevin McCarthy en el papel del médico protagonista, transmiten angustia y manía persecutoria de verdad, y la atmósfera de amenaza y de desconfianza constantes está muy bien lograda, con unos efectos especiales muy meritorios para la década de los 50. Hay una diferencia de tono, con todo, entre el libro y la película: aquél es, ya lo hemos dicho, bastante contenido y hasta algo frío, con una serenidad algo artificiosa –pero muy efectiva– para alguien que está hablando de una invasión alienígena en toda regla; en tanto que ésta última tiene un puntazo de histeria y de exageración –amén del desenlace, diferente del del libro– que subrayan todo el relato, realzándolo. En ambos casos, la narración cumple su objetivo: infundir miedo, dudar constantemente de todos los personajes y de nosotros mismos como testigos.
Ahora, vuelvo al principio para retomar mi afirmación de que ésta es una de las lecturas más importantes que, a mi juicio, puede hacer cualquiera, sea entonces, sea hoy día. Se ha dado por supuesto que la novela de Finney es una crítica, disfrazada de metáfora, de la caza de brujas y de la histeria anticomunista que se estaba propagando por la sociedad norteamericana. Puede que fuera así, o puede que Jack Finney no tuviera en mente más que escribir una buena historia de ciencia–ficción. Pero, de acuerdo con la intención del autor o a pesar de él, “Invasión” es una magnífica llamada de atención sobre los peligros de la uniformidad, de la abdicación del pensamiento crítico –o del pensamiento a secas, visto lo visto–, de la homogeneización y de dejar morir el espíritu, la inteligencia y la individualidad de cada uno en aras de querer ser parte de una sociedad, un movimiento, un partido, una cuadrilla, un pueblo, póngase el nombre de la colectividad que se quiera. El grito horrorizado del doctor Miles, que nos alerta de que “usted será el siguiente, y luego usted, y luego usted…” no debe ser tanto una pequeña historia para no dormir como un lema vital: si no quieres ser el siguiente en convertirse en hombre–vaina, actúa en consecuencia.