Con Clarice Lispector me pasaba desde hace bastante tiempo que quería leerla, pero nunca encontraba el momento o no sabía muy bien por dónde empezar. Al final, hace un par de años, leí La lámpara en una edición de Siruela y la verdad es que me llevé un chasco. Mucha gente me había hablada de esta autora brasileña y tenía las expectativas demasiado altas, quizás. No congenié nada con su prosa y sus interminables descripciones y desde entonces no he vuelto a enfrentarme a esta autora. La dejé un poco de lado pensando que quizás no era el momento o que no había elegido bien el libro para acercarme a ella.
Sin embargo, cuando vi que Nórdica Libros publicaba esta edición de De natura florum en su colección de ilustrados encontré el momento perfecto para redimirme. Me encanta su colección de libros ilustrados, adoro las flores y ya conocía las preciosas ilustraciones de Elena Odriozola, así que este era, sin duda, el momento de volver a Clarice Lispector.
De natura florum apareció por primera vez el tres de abril de 1971 en el Jornal do Brasil, de Río de Janeiro. Clarice volvió a reelaborar el texto para su novela Agua viva, que sería publicada en 1973. Ahora, la genial editorial Nórdica Libros ha recuperado este libro-jardín en una edición preciosa.
Permitidme un inciso de nuevo. Cuando os decía antes que adoro las flores debería haber comentado que desde hace bastantes años yo también tengo mi propio libro-jardín. No tan perfecto como el de Emily Dickinson, pero tengo un álbum en el que voy guardando flores secas y, en lugar de poner sus nombres (básicamente porque soy una analfabeta en botánica) yo lo que hago es poner dónde las recogí y algún que otro recuerdo. Además, utilizo estas flores para hacer collages y demás locuras artísticas que se me ocurren.
Ahora sí, vuelvo a De natura florum. Como os decía, la mejor definición que se me ocurre es libro-jardín, y es que adentrarse entre las páginas de este precioso librito es como acercarse a un jardín en primavera y dejar que Clarice Lispector te susurre, mientras paseas, todos los secretos que esconden las rosas, claveles, girasoles, jazmines, orquídeas o tulipanes. Cada flor es un pequeño poema, unos versos sutiles, sencillos, con un toque de inocencia y mucha vida. Y, sinceramente, es una auténtica delicia recorrer este jardín de la mano de esta autora y de sus descripciones y revelaciones.
Ahora sí estoy en paz con Lispector. Esta edición tan bonita, con traducción de Alejandro G. Schnetzer, con esas perfectas ilustraciones de Elena Odriozola y estos poemas tan frescos y llenos de vida me han reconciliado con la autora. Y qué reconciliación, lectores.