Yukie Sakai trabaja en el centro de asistencia domiciliaria Green Net, una empresa privada que ofrece los mejores servicios a sus clientes y que cada mes escoge a la trabajadora mejor valorada. Los ancianos de los que se hace cargo Yukie la tienen en gran estima, así que no es de extrañar que ella gane siempre. Una de sus compañeras de trabajo, harta de ser siempre una segundona, decide apañárselas para boicotear el trabajo de Yukie. A partir de ahora los clientes más complicados serán cosa de Yukie. Enfrentarse a las situaciones complejas que le plantean esos nuevos usuarios hará que la eterna mejor empleada del mes deba adaptar sus métodos.
A grandes rasgos esta sería la sinopsis de Demencia 21, si Demencia 21 fuera un cómic tocado por el drama y el costumbrismo. Pero el manga que hoy nos ocupa, y que nos llega a través de la editorial Ponent Mon, es una de las últimas obras de Shintaro Kago, un mangaka que toma la realidad y la retuerce hasta convertirla en algo surrealista digno de habitar en el mundo de los sueños. La colección de portadas que hay al final del tomo es un digno ejemplo de ese estilo daliniano del que es capaz Kago. No en vano el autor ha crecido admirando la obra de Salvador Dalí. Pero el histriónico pintor natural de Figueres no es la única influencia que podemos observar en las viñetas de Demencia 21. El trazo limpio, además del diseño de personajes con rostros que en ocasiones se aproximan al realismo, recuerda al estilo que Katsuhiro Otomo empleó en obras como Memories o Roujin Z. Pero a diferencia del creador de Akira, Kago se aleja del lenguaje usual, a años luz diría, para introducir al lector en historias repletas de paranoia y de conclusión de giro inesperado y absurdo. Insólita argucia que emplea el autor para escudriñar los recovecos de esos temas que son tabú en su país.
Las particularidades del trabajo de Kago revelan que encajan con el movimiento artístico denominado ero-guro. El ero-guro trata todo lo intratable. El ero-guro habla de gore, sexo, mierda, muerte y un sinfín de parafilias. Así que encaré la lectura de Demencia 21 esperando encontrar todas esas características, todas esas manifestaciones artísticas (en muchos casos de dudoso gusto), que alejan cualquier manga del subgénero ero-guro del mundo mainstream de los cómics japoneses. Para mi sorpresa he encontrado en Demencia 21 algo más light, algo más fresco y una excelente puerta de entrada para acercarnos al mundo imaginado por este autor.
Todas las historias empiezan con una situación casi intrascendente que poco a poco va abandonando el plano de lo racional hasta acabar metiendo de lleno al lector en una divertidísima locura. Así pues, teniendo en cuenta lo anteriormente mencionado, empieza a cobrar sentido que Yukie Sakai sea una asistenta de personas mayores que deba enfrentarse a un sinfín de situaciones a cada cual más extraña y descabellada. Uno de sus trabajos, por ejemplo, será cuidar de un superhéroe ya anciano y senil que recuerda mucho a Ultraman. El Ultraman de marca blanca, y del tamaño de una casa de dos plantas, convertirá las tareas cotidianas de Yukie en algo épico. El humor absurdo que en ocasiones tiende al negro es habitual en los diecisiete relatos que reúne el tomo. De igual forma, Shintaro Kago es un asiduo de la hipérbole, de rematar la faena con una exageración descomunal o un plot twist muy loco que convierte lo metafórico en real.
En lo que se refiere a géneros, Demencia 21 es un gran escenario en el que todos tienen su momento de gloria. El terror toma forma ya desde las primeras páginas, cuando Yukie debe cuidar a una anciana y enfrentarse a una especie de maldición que ha matado a todas las cuidadoras que la han precedido. Lo mismo ocurre con esa otra mujer mayor que mediante sus poderes irá destruyendo la realidad en la que habitamos. El humor, a pesar de que salpica todos y cada uno de los relatos, se pone de manifiesto y resulta descacharrante cuando Yukie debe hacer maniobras militares al más puro estilo La chaqueta metálica para convertirse en la mejor cuidadora de ancianos. La ciencia ficción distópica se muestra a través de los geriátricos autónomos y autosuficientes. Debido a un fallo tecnológico las personas mayores crearán una nueva sociedad que vivirá miles de metros por encima de la actual. Una ácida crítica al comportamiento humano y a los errores recurrentes que acaban destruyendo las civilizaciones. Y es que a pesar de las rarezas, el surrealismo y la paranoia, en cada relato de Demencia 21 hay una compleja crítica social. La más recurrente tiene que ver con la forma en la que tratamos a nuestros ancianos, pero mediante una situación a priori cómica nos hablará de las trabas burocráticas, de la pena de muerte o de la incesante lucha de clases.