Descenso a los infiernos, de Ian Kershaw
Acabo de cerrar el libro y todo está más claro en mi cabeza. La historia de Europa entre 1914 y 1949 está mucho mejor organizada y cronológicamente detallada, pero además, ahora poseo argumentos sólidos y no seguiré andando por ahí repitiendo fragmentos e ideas poco elaboradas. Este convulso período mundial abarca tantos temas que necesitaba a alguien interesante que me rescatara un poco de la ignorancia general. Por suerte se me dio por leer Descenso a los infiernos, de Ian Kershaw, y se hizo la luz. Benditos los libros que nos alumbran con su claridad.
Condensar en poco más de 700 páginas la historia de Europa desde 1914 hasta 1949 es una ardua tarea. Sobre todo si durante esos 35 largos años se sucedieron dos guerras mundiales, una guerra civil en España, la revolución bolchevique, el crack del 29 o el ascenso del fascismo y el nazismo. Todos estos temas, sin embargo, son analizados al detalle y con mucha claridad por un autor que no se posiciona en ninguna línea ideológica, lo que permite, por suerte, acceder a un análisis inteligente y neutral a través del cual sacar nuestras propias y argumentadas conclusiones.
Descenso a los infiernos nos hace ver que esa frase tan remachada que afirma que aquellos que no conocen su historia están condenados a repetirla es absolutamente verdadera. Es que entre el manojo de sensaciones que me dejó la lectura de este libro, una de las principales fue la seguridad de que todo lo que estamos viviendo en la actualidad y todo lo que parece que va a ocurrir es simplemente un caer y golpearnos con la misma piedra una y otra vez. Lo que estamos observando (partidos de extrema derecha ganando elecciones, cierre de fronteras, homofobia y sobre todo xenofobia, medios de comunicación manipulando con descaro según sus intereses, etcétera) no es más que lo mismo que ocurría durante aquellas grandes tragedias de nuestro pasado reciente. Y da miedo.
Dividido en 10 extensos capítulos, Ian Kershaw nos hace ver cómo el Tratado de Versalles que se firmó tras la Primera Guerra Mundial, en lugar de traer la paz, actuó como generador de la Segunda Guerra Mundial. El autor remarca el error de los gobernantes del mundo al manejar países como si de una empresa se tratara, sin tener en cuenta las minorías étnicas y las diferentes maneras de pensar existentes entre los diversos pueblos que conforman una nación. Al mismo tiempo, Kershaw nos recuerda que ambas guerras tuvieron un apoyo masivo gracias a la influencia clara y contundente de los medios de comunicación. Y denuncia a la Iglesia Católica y su silencio, sobre todo en la Segunda Guerra, cuando apoyaron claramente a todos los partidos fascistas, manteniéndose en silencio aun cuando ya se conocían las atrocidades que se estaban llevando a cabo, solo para evitar lo que ellos consideraban el “mal mayor”, o sea, el comunismo.
Es digno de destacar que, en Descenso a los infiernos, no veremos un relato pormenorizado de las batallas vividas en cada guerra mundial, sino que el análisis es aún más variado y, podríamos decir, original, ya que en lugar de recurrir al detalle de los diversos enfrentamientos (ya hay millones de libros disponibles al respecto) Kershaw se centra en aspectos cotidianos como el día a día de las personas, lo que pensaban los soldados –a través de sus cartas- o las cambiantes alianzas, traiciones y egoísmos de los países, que derivaron en los conflictos.
Descenso a los infiernos es, para terminar, un libro cuya lectura requiere atención y cierto conocimiento previo de los eventos, pero que al mismo tiempo resulta ameno de leer y nos deja con ganas de más. El capítulo final sienta las bases de lo que será la segunda parte del libro, ya que culmina su análisis en el momento previo al inicio de la denominada Guerra Fría.