Reseña del libro “Después de la inundación”, de Simon Stålenhag
El tercer libro de Simon Stålenhag, de entrada, no es ninguna sorpresa. Tras la pausa que estableció con El estado eléctrico, donde trasladó la acción a una América posapocalíptica, el artista nórdico recupera donde lo había dejado sus “Historias del Bucle”. Volvemos a la campiña sueca, al lugar donde el gobierno había construido su masivo acelerador de partículas y buscaba expandir los límites del conocimiento humano al comienzo de la segunda mitad del siglo XX. En los sucesos que se narran en Después de la inundación, sin embargo, el complejo ha sido abandonado. La iniciativa privada se abre paso por delante de los grandes proyectos gubernamentales y la rentabilidad manda para la empresa Krafta, sus nuevos dueños. Mientras la población espera aletargada alguna solución para su futuro en crisis y las máquinas campan a sus anchas por allí, las instalaciones subterráneas se inundan sin razón aparente, con unas consecuencias catastróficas. Un adolescente hijo de padres separados nos contará todo esto y más, al tiempo que lo vemos lidiar con algunos dramas propios de su edad y trastear con los restos tecnológicos abandonados junto a su mejor amigo.
De nuevo Stålenhag construye una historia simple en apariencia pero con raíces complejas. Los años de la inundación, los primeros noventa del siglo pasado, constituyen el choque de la economía del bienestar sueca con el capitalismo salvaje. Nace y crece una generación educada en el videojuego en lo cultural y cercada por el desempleo masivo en lo social, para la que la fascinación por un futuro tecnológico brillante se combina con una inesperada lucha cotidiana por la supervivencia y la falta total de fe en las autoridades. En este universo paralelo de Stålenhag, esta desazón la muestran mejor que nadie sus criaturas más brillantes, los Errantes: olvidados robots sin tarea que deambulan cerca de los núcleos urbanos y que muestran obsesión por las plumas y las pieles, con las que se cubren.
Como en los dos anteriores, hay mucho más material gráfico que literario en este álbum de cerca de doscientas páginas. Abundan las instantáneas a doble página con su sello propio, una estética entre lo surrealista y lo hiperrealista, con un marcado toque lúgubre. Muchas de las imágenes son explicadas con unos textos cortos, bellos y limpios, aunque una parte de ellas se explican por sí solas, y añaden varias claves a la lectura que no se podrían derivar solo del texto. La conjunción de ambos, como en los anteriores volúmenes, es perfecta, y nos hace avanzar con una sensación de incomodidad y asombro constante. Después de la inundación puede durar media hora si uno pasa las páginas rápidamente, leyendo los textos y echando un vistazo ligero a las ilustraciones, o una semana entera si nos vamos fijando en los detalles. No es únicamente una obra gráfica espectacular sino también un libro convincente sobre la vida en los alrededores de un cataclismo (Chernobil, Fukushima), acerca de la resaca de las grandes promesas incumplidas, y, cómo no, una recreación verosímil y fabulosa de un pasado alternativo.
Para mí una piedra más en el camino de un Simon Stålenhag que va dejando una perla detrás de otra siempre que publica.