Reseña del cómic “Devorar la Tierra”, de Osamu Tezuka
Cada obra de Osamu Tezuka es una sorpresa. Y es que el autor, que se ganó por méritos propios el apodo de Dios del Manga, nunca acabó encasillado en un género. Estos, además, fueron su medio para reflexionar sobre diferentes temas que o eran pura actualidad o bien eran tan universales y estaban tan enconados en las diferentes civilizaciones humanas que nunca pasaban de moda. Así lo atestigua el último manga que Planeta Cómic ha publicado en su imprescindible Biblioteca Tezuka. Devorar la Tierra resulta todo un hallazgo, por lo que se explica entre sus páginas y por la forma en la que se hace. El manga en cuestión pertenecería a esa parte del trabajo menos conocido de Tezuka, por lo menos por tierras occidentales. Devorar la Tierra fue publicada originalmente por entregas en la revista especializada en seinen Big Comic. Aunque inicialmente Tezuka se resistió a escribir una obra de este calibre (no por lo que explicaba, sino por el formato de novela río en el que debía hacerlo) el editor jefe acabaría convenciéndolo. Una obra compleja, con tantos personajes e historias publicada por entregas tuvo sus altibajos y, según el propio autor, acabaría resultando en un trabajo insustancial. Pero, ¿qué tal funciona recopilada? Y, lo más importante: ¿todas esas especulaciones que el autor realizó hace más de cincuenta años siguen a día de hoy funcionando? Veritas filia temporis, apostillaría el escritor y abogado romano Aulo Gelio refiriéndose a que el tiempo era el mejor aliado de la verdad.
Devorar la Tierra tiene un inicio misterioso. Apenas cinco páginas para mostrarnos siete mujeres y una octava dentro de un féretro de cristal. Mujeres, que bien podrían pertenecer a la antigua Grecia, rondando por las estancias de un templo consagrado a alguna diosa. Lo que sí que queda claro es que unidas planean algún tipo de venganza contra la humanidad, una venganza que las llevará a implicarse en cuerpo y alma hasta las últimas consecuencias. De aquí el lector es lanzado al Pacífico Sur en plena Segunda Guerra Mundial. Unos soldados japoneses apresan a un norteamericano que está como ido. Entra en escena el nombre de Zephyrus. El nombre va asociado a una mujer bella y escultural que parece tener un magnetismo especial. La narración vuelve a dar un salto en el tiempo: los soldados japoneses vuelven a encontrarse. Uno ha prosperado y tiene un conglomerado de empresas, el otro vive en la ruina junto a su hijo que, aun siendo un buen tipo es un borracho de cuidado. Zephyrus todavía resulta una obsesión para los dos y más cuando descubren que una mujer con ese nombre ronda por Japón. El hijo borrachín será el encargado de descubrir quién se esconde tras ese nombre y qué es lo que trama.
Desvelar más sobre Devorar la Tierra sería perderse las múltiples ideas (algunas buenas, otras muy locas y, una vez se piensa con detenimiento, no pocas que resultan siniestras) así como todos esos personajes que forman parte de una gigantesca parodia sobre como destruir el capitalismo. Una sátira muy ácida que toma mucho de la ciencia ficción y de las novelas sobre conspiraciones para relatar una venganza imposible capaz de poner de rodillas a la mismísima civilización humana. Tezuka emplea una gran parte de su star system de actores para contar una gran historia repleta de otras más pequeñas y autoconclusivas que añaden más puntos de vista al conjunto. Historias que nos hacen recalar en islas remotas donde el dinero es papel mojado, narraciones que ahondan en el impacto económico y social producido por la industria petrolera y que resulta un guiño brutal a la película Gigante (con protagonista con pinta de James Dean incluido) así como ese bonito capítulo en el que se explora el racismo y los lazos que unen a la familia. En el papel de héroe, o anti héroe más bien, o de tipo que hace lo que puede para sobrevivir, tenemos a Gohontmatsu un borracho que extrae fuerza del alcohol como si de Popeye con las espinacas se tratara. Un personaje humilde, algo pendenciero y con cierto desdén por el dinero que, a la larga, se convertirá en su súper poder y al que es imposible no cogerle cariño. Tezuka pone de relevancia una vez más la cantidad, variedad y calidad de sus personajes, obligándolos a interactuar en todo tipo situaciones y moldeando poco a poco su carácter, consiguiendo a la postre un nutrido y floreado elenco de personalidades que huyen del cualquier arquetipo.
En Devorar la Tierra Osamu Tezuka utiliza todo su ingenio a nivel narrativo, tanto en lo visual como en lo escrito, siendo capaz de crear tensión narrativa con viñetas en las que simplemente se ven manos, escenas de sexo en las que sugerir consigue más que mostrar o poniendo a prueba el corazón del lector con persecuciones automovilísticas de infarto. Exprime al máximo todas esas virguerías y tiros de cámara que lo hacen único para conducirnos a un final realmente osado que, desgraciadamente, en la últimas páginas acusa cansancio y falta de ideas para un cierre digno de una obra titánica que arremete contra el dinero, las leyes mal aplicadas y en general contra el materialismo exacerbado. Un manga que sin duda, y por desgracia, funciona igual o mejor que el día que se publicó.