Diario de una mujer adúltera

Diario de una mujer adúltera, de Curt Leviant

Diario de una mujer adultera

Éste es un libro erótico. Quizá sea ésa la razón por la cual muchos de sus lectores eligieron “Diario de una mujer adúltera”, y, sin duda, las etiquetas que le han colgado no han hecho sino acrecentar su fama: se lo ha calificado como “un clásico de la novela erótica del siglo XX”. ¿Ya te has decidido a leerlo? Espera un momento.

Diario de una mujer adúltera” cuenta una historia sencilla y tan vieja como el mundo: chica conoce a chico, chica se enamora locamente de chico, chico se enamora de chica pero menos locamente, chico cuenta sus penas a amigo, amigo se enamora vicariamente de chica. Bien, vale: resulta que tanto el chico (Guido) como la chica (Aviva) son mayorcitos, están casados y que el chico es un casquivano de marca mayor, y el amigo (Charlie), psiquiatra de profesión. A partir de esta premisa, es evidente que el atractivo de la novela y el talento del autor radicarán en cómo se nos cuenta la historia: el lenguaje que se utiliza, los detalles humanos que la hacen real y diferenciada, la voz característica del autor. Y aquí hay luces y también muchas, muchas sombras.“Diario de una mujer adúltera” es un libro complicado de analizar, pero quizá no deba ser analizado, tan sólo sentido, disfrutado, devorado, como el amor y los prodigiosos encuentros sexuales de Guido y Aviva. Porque es una novela ostensiblemente imperfecta. Es como un estallido de fuegos artificiales: nada más leerlo, te das cuenta de que te has quedado ciego (como en el viejo chiste sobre la masturbación que se menciona de pasada en el propio libro), tan brillantes son sus ropajes, tan gozosa es su lectura. Pero, al poco rato, se ven las cenizas que han quedado tras el espectáculo.

Para empezar, hace una promesa que luego resulta en decepción: promete aclaraciones, explicaciones lúdicas, pequeñas recompensas, incluso sorpresas que contradicen la trama, y todo esto lo promete en forma de un grueso apéndice. La mecánica es intrigante: a lo largo del texto, hay palabras o frases señaladas con un corazoncito que remite a una nota al pie, la cual, a su vez, remite a una entrada del apéndice. La sugerencia es no leer las notas al pie –y, por consiguiente, el aditamento final– hasta terminar la novela. Pues bien: ese apéndice está de sobra, y así, la pretendida experimentalidad de la novela resulta forzada.

Por otro lado, el autor utiliza a cada uno de los tres personajes principales para contar la historia, en un coro que resulta claramente descompensado, con la supremacía del personaje de Aviva, que es el más entrañable, el más auténtico y también el más mimado de los tres por Leviant; y, de hecho, los momentos más conseguidos pertenecen a las partes de la historia contadas desde la perspectiva de Aviva, o lo que sobre ella se nos cuenta. Los otros dos personajes no pasan de ser estereotipos o, si se quiere, arquetipos, pero, al final, construcciones de contornos menos definidos.

Curt Leviant escribe maravillosamente, y encadena con desparpajo frases sorprendentes, lúdicas. Pero, por eso, “Diario de una mujer adúltera” es, demasiado a menudo, un brillante ejercicio de ingenio, con constantes juegos de palabras, proverbios –algunos, muy agudos–, situaciones erótico–festivas y, sobre todo, con un gran talento del autor para la tragicomedia, de modo que en casi todo momento da la sensación de estar leyendo una novela ligera, casi jocosa, aun cuando muchas de las situaciones son directamente dramáticas o bien evocan una difusa sensación de tragedia segura. Todo ello deja un poso dulciamargo: hace que todos esos cientos de páginas pasen muy rápido y se disfruten mucho, pero, en muchas ocasiones, dejen cierta sensación de vacuidad.

Por otro lado, no me ha convencido del todo la traducción, que a veces rechina con calcos literales de giros de la lengua inglesa que no suenan nada naturales en español (por ejemplo, en español no decimos “quitar un asunto del pecho”, sino “quitarse un peso de encima”, “soltarlo todo”, “desahogarse” o cosas parecidas), aparte de algún fallo ortográfico o conceptual como “adición” por “adicción”.

A pesar de todo lo dicho, no dudo en recomendar “Diario de una mujer adúltera”, precisamente porque las cosas que me han gustado de él me han gustado mucho. Merecería la pena aunque sólo fuera por el gran personaje femenino que crea Curt Leviant con su Aviva, una mujer a la que presta un realismo que para sí quisieran muchas heroínas literarias de renombre (algunas, mencionadas también en el texto). Así, es inevitable encariñarse con la chelista de rojos cabellos y belleza que, aun comenzando a marchitarse, resulta todavía impresionante; Aviva, con su desorientación vital, su potencial sin explotar y ya sin solución, sus intensos anhelos de amar, de amar de verdad y ser amada de verdad; la amante de tantos hombres que buscaba en ellos no sexo, sino amor; alguien para quien, a sus casi 60 años, la ilusión por ese amor es aún tan posible y tan real como para una jovencita enamorada por primera vez.

Más puntos a favor: es divertida. No en plan ja–ja–qué-risa, sino, ya lo he dicho, tragicómica: como la vida misma. Tiene gracia porque la pluma del autor es irónica, elegantemente burlona, aun cuando las situaciones sean anodinas o directamente deprimentes.

Además, cuando la autenticidad aparece, no deja dudas. Leviant describe muy bien las dinámicas internas del que sufre por amor, del que espera y desespera, del que sueña, del que se ilusiona, del que añora un amor perdido que ya no volverá. Sentimientos fácilmente reconocibles por cualquiera, pero que aquí se nos muestran desde la mirada reposada de alguien que ha vivido todo ello y lo cuenta sin alharacas; sin restarle importancia, pero sin histrionismos. Es la vida misma.

Curt Leviant es un gran autor. Quiero decir con ello que, a pesar de que su escritura, al menos en esta novela, no es perfecta, el escritor Curt Leviant escoge la voz justa. Con constantes referencias cultas -le dedica el libro a Saul Bellow, “con amistad y admiración”-, Leviant respeta, sin embargo, al lector y no pretende aturullarlo bajo el peso de todo lo que sabe. Al contrario, va soltando perlas de erudición como quien no quiere la cosa, sin tomarse a sí mismo demasiado en serio, con una sutil autoironía, la misma con la que trata el triángulo romántico y sexual que centra la historia.

A pesar de sus defectos, “Diario de una mujer adúltera” es uno de los pocos libros que releería ahora mismo sin dudarlo. Y te lo recomiendo; no por el sexo, que quizá venda más, sino por la belleza y la autenticidad de los sentimientos que refleja.

 

Y por Aviva.

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