“Ojalá la muerte fuera eso: ver vivir a los demás desde un lugar cómodo, sin interferir en sus vidas ni ellos en la mía, en mi vida de muerto, y disfrutarlo. Una muerte con vistas. La muerte de los cobardes, la muerte de los que no quieren estar ni dejar de estar del todo.”
Últimamente, me estoy dando de que los libros que dejan realmente una huella en mí son aquellos que remueven emociones, sentimientos o recuerdos en mi interior y que me hacen reflexionar o continuar haciéndome preguntas (aunque a algunas siga sin poder darles respuesta). Historias que tratan de exponer la realidad del mundo y que buscan que sus lectores se den de bruces con esa cara del ser humano que nunca se quiere mostrar, la que siempre se queda entre las sombras. Historias como la que se cuenta en Diario del asco.
Recuerdo que la primera vez que oí hablar de esta novela fue en el programa Página Dos, de La 2 de RTVE, que suelo ver cada martes desde hace varios años. Y me sorprendió, sobre todo, que hablara tan abiertamente del suicidio y no como un tema tabú, sino como un grave problema ante el que se puede enfrentar cualquier persona de nuestro alrededor en cualquier momento de su vida. Incluso nosotros mismos.
¿Por qué el suicidio se sigue tratando como un tema tabú en nuestra cultura? Esta es una de las cuestiones que, sin querer, hacen que el protagonista de este libro se sienta aún más solo en el mundo. Bono nos presenta a Mateo como un hombre de mediana edad atormentado por sus recuerdos familiares, que vive en el pasado y que se siente incapaz de salir del negro pozo en el que, sin querer, se ha ido metiendo.
Tras abandonar su trabajo, se va a vivir con su padre, un hombre egoísta y excesivamente deprimido, y se va olvidando de vivir. A lo largo de la novela, ambos personajes se enfrentarán a los fantasmas de sus familiares muertos y desaparecidos, y entrarán en un bucle (que parece no tener fin) de pensamientos negativos que, día tras día, les consumen.
No os puedo negar que estamos ante una historia dura y desgarradora, de esas que, en ocasiones, te hielan hasta los huesos. Me ha recordado en algunos aspectos a Lluvia fina, de Luis Landero, una novela que leí el año pasado y que me fascinó por completo.
Poco a poco, en cada uno de los capítulos, es el propio Mateo es el que nos va desvelando los motivos de su apatía por la vida. Esto me ha encantado, ya que esta narración permite al lector conectar de forma directa con lo que siente una persona con pensamientos suicidas. Y esto no es fácil, mucho menos en una sociedad en la que, generalmente, no se habla sobre el suicidio o, si se habla, no se profundiza sobre ello en los entornos laborales, familiares o de amigos. Y Diario del asco es una novela dura, trágica y conmovedora, pero también profunda, analítica y tremendamente humana.
Isabel Bono nos presenta una historia de ficción que podría tratarse perfectamente de una historia muy real. Con personajes llenos de traumas, rencores, manías, enfado y una ira que, sin querer, protagoniza hasta sus momentos más nimios. Y nos muestra que el pasado puede doler hasta el punto de convertirse en una auténtica pesadilla. Que hay personas que viven su vida entre la vida y la muerte, y no por ello son menos personas que tú y que yo. Y creo que nos hace reflexionar sobre cómo seguimos juzgando a las personas que tienen cualquier tipo de problema con la salud mental. El estigma que sigue existiendo en nuestra cultura es, muchas veces, uno de los problemas que dificultan a estas personas la búsqueda de ayuda.
Por eso, creo que novelas como Diario del asco son tan necesarias actualmente. Y es maravilloso cómo la literatura puede ayudar a abrir preguntas necesarias, a generar conversación en torno a problemas actuales y a tratar de poner en palabras todo lo que no entendemos. Cómo, en general, nos enseña el valor de la empatía.
Muchas gracias Virginia, por tu lectura y reseña. Ojalá el suicidio dejara de ser un tema tabú. Cada vez afecta a más jóvenes (ya es la segunda causa de muerte externa en adolescentes). No hablar de un tema no hace que no exista. Hay que educar sin sensacionalismos, con rigurosidad. Habría que llevar a los institutos a personas que hayan sobrevivido para que contaran su experiencia. Hay mucho por hacer. Gracias por hacerte eco. Un beso enorme.
Muchas gracias, Isabel. No sé por qué me ha saltado tu comentario ahora pero me ha hecho mucha ilusión. Me encantó tu novela precisamente porque trata de normalizar un tema que, desgraciadamente, sigue estando fuera de las conversaciones habituales (cuando precisamente debería estar en el centro). Creo que la manera de ayudar a estos jóvenes, como dices, entre otras personas que se enfrentan a una situación así, es hablar desde la superación. Me encantaría trabajar en algo tan bonito y ayudar de esta forma, pero desde luego esta novela ya ayuda e introduce un tema esencial en la sociedad. Te seguiré leyendo. Un abrazo.
Es un libro rotundo, sin concesiones, que de repente suelta una frase al parecer salida de contexto, pero válida totalmente en su naturaleza, así como es la vida y sus fracturas. Es conmovedor, pero a la vez deja una advertencia acerca de lo que viene a ser el entramado de cada espíritu, inconstante y persistente a la vez. Un libro de asaltos y de sabiduría plena.