Me han dicho que un artista necesita la tragedia constante para expresar plenamente su trabajo, pero yo no soy un artista, y cuando en una canción hablo en primera persona, no significa necesariamente que dicha persona sea yo ni tampoco significa que yo sea un mero narrador. Significa cualquiera o lo que uno quiera, porque cada cual tiene su propia definición de una palabra en concreto y cuando se habla en el contexto de la música no se puede esperar que las palabras tengan el mismo significado que en su uso cotidiano, porque yo personalmente considero la música arte y cuando digo “Esa canción es arte” no pretendo equipararla con un cuadro, porque pienso que las artes visuales no son ni con mucho tan sagradas como la comunicación oral o escrita, pero no deja de ser arte y pienso que esta sociedad ha perdido de algún modo el sentido de lo que es el arte. El arte es expresión, y para expresarse uno necesita el 100% de libertad y la libertad que tenemos para expresar nuestro arte se encuentra en una situación muy jodida”.
Subrayé esa frase a los quince años. Mi madre me regaló Diarios, de Kurt Cobain cuando mi obsesión por Nirvana hacía que no pudiera parar de escucharlos. Lo leí con afán, casi sin aliento. Sintiendo escalofríos cada vez que Kurt abría su alma en esos trozos de papel arrugados.
Yo no conocía su música hasta que un amigo de aquel entonces me pasó por Messenger su canción más famosa: Smell like teen spirit. Yo no sabía si quiera qué quería decir Kurt en esa canción. Quizá ni él lo sabía. Y digo esto porque el título está basado en un desodorante que se llamaba Teen spirit. Imaginaos la situación: acabas de crear el himno grunge por excelencia, ese que va a hacer que tu carrera y la de los otros dos que te acompañan dé un giro de ciento ochenta grados. Tienes que ponerle un nombre y no se te ocurre cómo diantres llamarla… así que coges lo que tienes más a mano, que es un desodorante y decides ponerle su nombre a uno de los himnos de la década de los noventa. Pero era Cobain y él podía hacer lo que le diera la gana. Incluso componer una canción que se titulara Rape me que, para los que no saben inglés, significa “viólame”.
Así era Kurt, desquiciado y un tanto paranoico. O al menos eso deja ver en sus diarios. Este libro, publicado por Reservoir Books, es una recopilación de los diarios del famoso cantante de Seattle. Contiene las copias de sus manuscritos en los que se pueden ver desde dibujos —algunos demasiado perturbadores para mi gusto—, hasta las letras de sus canciones más conocidas. Entre ellas se puede encontrar la de Come as you are, que junto con Lithium, es una de mis favoritas. También hay alguna carta dirigida a su padre en la que le dice que ahora siente lo que es amar a un hijo y también hay otras cuyo destinatario no es ni más ni menos que Courtney Love. ¿A alguien se le ocurre algo más morboso que esto? Ya sabéis que se ha especulado muchísimo sobre la muerte de Kurt. Suicidio o asesinato. Diarios dan para teorizar bastante sobre estas dos posibilidades y los fans de la hipótesis de que fue Courtney quien mandó asesinar a su marido estarán más que contentos cuando lean estas páginas. Confieso que hace años me ubicaba en este segundo grupo y tenía la certeza de que la rubia era en realidad una viuda negra y que era culpable de haber privado al mundo de un artista de la talla de Cobain. Luego ese espíritu hambriento de conspiraciones fue dando paso a la idea de que Kurt era un pobre hombre que se había metido en un traje que no era de su talla. Entre eso, sus devaneos con las drogas, sus depresiones constantes y su mala vida no es de extrañar que un día viera una salida en la escopeta con la que se disparó. Para los morbosos, diré que el año pasado, veinte años después de su muerte, se filtraron las fotos de la escena. En ellas se puede ver una bolsa llena de cartuchos para la escopeta, la carta de suicidio dirigida a su mujer y a su hija, el brazalete que le pusieron cuando dejó el centro de rehabilitación por su adicción a las drogas y una caja en el que llevaba su kit de heroína. Eran más o menos las once de la mañana cuando decidió terminar con su vida.
Diarios son un imprescindible para todas aquellas personas que algún día se dejaron llevar por las letras atormentadas del de Seattle. Creo que es necesario leerlos para intentar entenderle. Yo no lo conseguí del todo, aunque me acerqué un poco más a su alma. Y eso, para un fan, es el mayor regalo que puede existir.