Diccionario de literatura para esnobs, de Fabrice Gaignault
Lo más selecto en materia de literatura se reúne en esta obra llena de ironía para deleite del esnob literario y, sobre todo, del que no lo es.
No será necesario que les aburra contándoles lo que van a encontrar en este curioso libro del periodista y escritor francés Fabrice Gaignault, porque su título es suficientemente explicativo: el Diccionario de literatura para esnobs es un diccionario –con sus entradas ordenadas alfabéticamente, sus índices analíticos y sus referencias cruzadas– de literatura –tenemos escritores, críticos, editoriales, cafés, revistas y grupos literarios– para esnobs. Ahora bien, ¿qué es un esnob?
Aquí es donde encontramos la primera dificultad, porque cada uno tendrá su opinión al respecto. Para mí un esnob literario es aquél que prefiere tener en la más alta consideración a un autor desconocido que a otros de reconocido prestigio por motivos más bien extraliterarios, y habitualmente difíciles de comprender, que sólo incumben al propio esnob. Y la clave está precisamente ahí: lo que diferencia al esnob del erudito no es su admiración por autores ignotos cuya obra es imposible de encontrar, y en ocasiones de leer, sino en las peregrinas razones que la justifican.
¡Y ay de aquel escritor que sea tan inconsciente como para vender más de un puñado de ejemplares o del que cometa la osadía de ser galardonado con algún premio de renombre! El traidor será expulsado inmediatamente del Olimpo de los escritores de culto y arrojado a las masas ignorantes.
El esnob es un marginado literario por voluntad propia: no se sabe si disfruta más imponiéndole fronteras y aduanas a sus lecturas o haciendo alarde de esas barreras ante todo el mundo. Pero no debemos menospreciar a los esnobs, pues gracias a ellos no se han perdido muchos autores cuya obra hubiera sido condenada al olvido; con ese espíritu como guía se han publicado revistas y editado libros que de otro modo nos habríamos perdido. No en vano Arthur Schnitzler nos recordaba que los esnobs, a pesar de todo, suelen tener razón.
Todo esto está muy bien, pero nosotros no somos esnobs. Entonces, ¿por qué leer el Diccionario de literatura para esnobs de Gaignault?
Es cierto que el original tesauro escrito por Fabrice Gaignault, a pesar de que el autor nos advierte de que “puede ser cualquier cosa salvo un abecedario para estetas cursilones”, podría utilizarse para memorizar unos cuantos nombres y títulos desconocidos para el vulgo con la intención de soltarlos, como quien no quiere la cosa y haciéndose el interesante, en cuanto la ocasión lo permita. Puede serle útil a algún que otro aprendiz de esnob (porque al verdadero esnob nadie va a venir a decirle qué es digno de su aprecio y qué no) a hacer más altas las murallas y más profundos los fosos de su fortaleza libresca, pero es precisamente el lector “normal” el que va a disfrutar de verdad con la lectura de este libro.
En primer lugar porque es un libro divertido e ingenioso. Fabrice Gaignault no parece ser capaz de tomarse demasiado en serio lo que escribe y, en consecuencia, en su diccionario hay tanta ironía como literatura. Ni siquiera la propia figura del esnob literario se salva y es retratado como un narcisista adicto al namedropping que, a la hora de sopesar si un escritor reúne méritos suficientes para formar parte de los elegidos, valora más su extravagante atuendo, sus costumbres disolutas o sus desaforadas adicciones que su calidad literaria. El esnob de Gaignault, cribando el panorama literario al grito de “más vale raro que bueno”, no es sino una cáustica caricatura del modelo real.
Y otro tanto se podría decir de los personajes que pueblan las páginas del Diccionario de literatura para esnobs: el autor hace desfilar ante nuestros ojos una legión de individuos a cual más extravagante con una intención que va más allá de la mera pedagogía literaria. Esta particular obra de consulta, además de datos sobre autores, editoriales, libros y géneros literarios, está repleta de historias novelescas. Algunas son hilarantes, sorprendentes o emotivas; las hay simplemente pintorescas o también llenas de sarcasmo, mientras que otras son dramáticas o perversas. Algunas son conocidas por todos, otras son difíciles de creer.
Aunque sólo fuera por el placer de leer alguna de estas minúsculas biografías (porque Gaignault se centra más en las vidas de los escritores que en su aportación a la literatura) ya se justifica esta recomendación. Además, hay para todos los gustos: refinados dandis poetas, devotos del periodismo gonzo, travel-writers con salacot y esmoquin, rockeros tatuados aficionados a la rima, novelistas contestatarios con problemas de hidropatía, indiscretos “pájaros nocturnos” de la alta sociedad, escritores adictos a cualquier bebida, sustancia psicotrópica o aberración sexual imaginables, suicidas de toda clase, editores que sólo publican los libros que les gustaría leer, columnistas viperinos de afilada pluma…
Precisamente a estos últimos parece querer emular Fabrice Gaignault. Haciendo gala de una mala leche tan brillante como su retórica reserva una entrada, por ejemplo, a la nada esnob Marguerite Duras por ser una “hacendada (y escritora) francesa famosa por haber alquilado durante varios años una mansarda al gran escritor español Enrique Vila-Matas”.
Un libro sin desperdicio al que me voy a permitir hacer un pequeño reproche: la elección de autores se centra (y con ello el autor hace gala de su condición de esnob inmaculado) en unos pocos grupos literarios, olvidando por completo otros. Casi toda la obra gravita en torno a la literatura francesa: la editorial Gallimard, revistas como Tel Quel, el Café de Flore, los seguidores de Breton, Huysmans o D’Aurevilly. También aparecen de forma recurrente los beat de Burroughs y Ginsberg; Tánger, los Bowles y el resto de escritores necesitados de los amplios horizontes de África (y de la laxitud de su moral); el grupo de Bloomsbury (sólo sus miembros menos conocidos, por supuesto)…
¿Les parece poco? Pues me dejo uno de los principales atractivos del Diccionario de literatura para esnobs para el final: las fascinantes ilustraciones de Sara Morante. Parece difícil de creer que los retratos de escritores firmados por la ilustradora donostiarra, tan elegantes a simple vista, posean semejante carga de humor negro. Algunos detalles de estos dibujos, aparentemente inocentes, combinados con el texto de Fabrice Gaignault, pueden llegar a ser sumamente turbadores. Y no les daré más pistas, porque buscar esos puntos de complicidad entre la ilustradora y el escritor es la guinda del pastel.
Javier BR
javierbr@librosyliteratura.es
Muy buenas,
represento a una entidad poética llamada Los Poetas van a pie, en la cual ciertamente propiciamos la publicación, en nuestro espacio informático, de cualquier poema, narración, ensayo o obra teatral, sea en el idioma que sea.
En vistas del ambiente literario que desprende esta página y, por tanto, sus visitantes, nos gustaría proponer a todo aquel que escriba y quiera entrar en una comunidad poética de participar en él, cosa que nos honraría muchísimo. Además, si se quisiese, pondríamos el blog de propias creaciones del recién llegado (si es que tiene) en nuestros links de interés, de manera que podríamos interrelacionar los blogs y, por lo tanto, ayudarnos mutuamente: una simbiosis.
Si a alguien le interesa el tema la página es la siguiente:
http://lospoetasvanapie.wordpress.com/, y para contactar con nostros con lospoetasvanapie@hotmail.com
Igualmente nos gustaría proponer la misma idea de relación de páginas con los portadores de ésta , “libros y literatura”, que, si nos les molesta, a causa de su, a nuestro entender, buena disposición ante las noticias de este ámbito literario, ya los pondremos en nuestros enlaces. Esperamos un contacto vía mail si, evidentemente, les interesa la propuesta.
Gracias, y espero no haber molestado a nadie con nuestra incursión.
Saludos.
Ja! Muy divertida la reseña.
Desde la definción de “snob” hasta el repaso que tomas del autor por los personajes y obras que allí abundan.
Lo bueno de este libro, parece, es tener la capacidad de disfrutar, de brindarte información y de la forma en que se ensambla para poder llevar adelante su objetivo.
Y aunque tu reproche es válido, por supuesto que un autor francés va a salir con los botines de punta contra sus compatriotas o contra quienes conforman el mundito literario francés. Son conocidos por ser recelosos de su literatura y cerrarse bastante, ¿No? Cosa que no veo en literatura española y la argentina (se hacen reverencias mutuas, ya que hablamos de tu nación y la mía…).
En fin, muy buena reseña y nuevamente otro libro interesante. Esas cosas diferentes…
Gracias por tu comentario, Rosario. La verdad es que es un libro original y divertido con el que, además, he aprendido muchas cosas que no sabía.
Y bueno, sin entrar en polémicas, la literatura argentina es como para hacer reverencias sin parar. Al menos yo soy un gran admirador de vuestros escritores. Saludos.