Reconozco que tengo reticencias con los grandes premios literarios, pues rara vez me gustan. Así que Dicen los síntomas no me llamó la atención porque sea la novela ganadora del Premio Tusquets 2020, sino porque su autora, Bárbara Blasco, reside en mi ciudad y varios compañeros escritores me han hablado muy bien de ella en más de una ocasión. Si se habla bien de alguien cuando no está presente, suele ser porque se lo merece. ¿Y qué mejor forma de confirmarlo que leyendo su obra recién galardonada?
La protagonista de Dicen los síntomas (que no desvela su nombre hasta las páginas finales, por lo que yo tampoco lo haré) es una mujer de treinta y nueve años, filóloga de formación, aunque trabaja de camarera, soltera y sin hijos. La novela comienza con ella junto a la cama de su padre en coma. ¿Nos hace partícipes de su dolor? Qué va. Está deseando que se muera, aunque le dé rabia que lo haga en silencio, sin sufrir. A qué se debe tanto resquemor es uno de los elementos que nos mantendrán intrigados a lo largo de la novela. El mayor deseo de la protagonista en ese momento de su vida es quedarse embarazada, y recurre a ligues de una noche para conseguirlo.
A través de los ojos de la protagonista, también conocemos a la madre, esa clase de mujer que siempre ha vivido a la sombra de su marido y que si no tiene alguien a quien cuidar no sabe qué hacer. Y a su hermana, Esther, la doña perfecta a la que todos rinden pleitesía, que bastante tiene con su trabajo, marido e hijos como para cumplir con los turnos en el hospital.
El argumento en sí es sencillo: días y días de espera hasta que por fin el padre fallezca. Pero Dicen los síntomas brilla desde la primera página por el tono. La narración en primera persona es tan ácida como profunda. En un momento dado, la protagonista menciona que hay frases sueltas que hacen diana, y así son la mayoría de las que aparecen en esta novela. Dicen los síntomas rebosa mordacidad y poesía para hablar de enfermedad y de soledad, para regodearse en ellas.
Los pensamientos de la protagonista bastan para no querer despegarse del libro y nos contagia su particular obsesión por todo lo que concierne a la enfermedad. Según ella, es la mejor forma de comprender el mundo y a las personas: «… me gusta reflexionar acerca de las patologías, porque la mayoría de las veces me parecen más sinceros los síntomas del cuerpo que las opiniones de quienes los habitan. Porque encuentro que no hay trampa en ese lenguaje físico emancipado de la hipocresía social».
Dicen los síntomas se aleja de los lugares comunes y de la sensiblería con los que se suelen abordar la enfermedad y el miedo que nos suscita. Es una lectura adictiva, a pesar de (o precisamente por) provocar cierta incomodidad. Un premio merecido, un gustazo leer por fin a Bárbara Blasco y una novela más que recomendada.
Desde luego que ante un enfermo en la familia se disparan sinnúmero de hechos que parecen amenazar la vida de todos, y es la mente la que mantiene una actividad desenfrenada que te cuestiona tu vida misma