Reseña del libro “Dientes de leche”, de Lana Bastašić
Ah, los niños… Esas adorables criaturas. Criaturas perfectas si no estuvieran siempre dando por saco, ¿verdad? Todos hemos sido niños, aunque siempre ha habido clases y clases, como las hay entre los adultos: más o menos cabrones, más o menos amables, más o menos psicópatas, más o menos dulces y encantadores, más o menos sabrosos… Más o menos de todo.
Pero no podemos juzgar tan a la ligera. No es fácil crecer en un mundo hostil. En un mundo en el que la primera emoción que conocemos es el miedo. Desde que nacemos, desde que abandonamos el primer espacio puramente nuestro y conocido, en el interior de nuestra madre, y salimos a la luz, donde un extraño nos palmea el culo y lloramos de miedo. A medida que vas creciendo te entra (algo) de conocimiento, pero sigue siendo un mundo extraño, en el que los adultos saben (o eso nos parece entonces) todo y de todo y nosotros muy poco o nada.
La niñez y adolescencia es un campo perfecto para la literatura. Es un territorio virgen para dar voz a los personajes y hacerles descubrir la vida, la muerte, las alegrías, las desilusiones, las primeras veces de todo… y compartirlas con ellos.
Lana Bastašić parece haberse quedado en los catorce años porque comprende perfectamente la psicología de los niños y así lo demuestra en los doce relatos que componen este Dientes de leche.
No se queda en la parte bonita y sentimental, tierna e inocente. No. Bastašić va a por el conflicto y vamos a tener a niñas que matan a sus padres por miedo a quedarse sin huevos que comer, niños que mandan a sus padres a la Luna porque les pegan a ellos y a sus madres, niños que van de visita a casa de una tía abuela rica que parece que nunca va a morirse, niñas que sienten lástima de las hormigas que matan los mayores y que echan a Dios de sus cuartos, niños que van al psicólogo, niñas que creen que el hada de los dientes tiene manos peludas y huelen mal, niños que van a clases de natación sin que les guste, niñas que van a comprar el pan y son violadas, niñas que son un hacha en matemáticas pero que profesan un odio que es correspondido hacia el profesor de educación física, niñas que van a clases de piano pero no le ponen pasión, niñas a las que les sorprende la regla por primera vez y esperan que vuelva a casa su madre con las compresas y niños que ven volver a su padre de la guerra y que no sabe ya ni cómo tratarles ni cómo encajar en la familia.
Cuentos breves muy bien escritos, con una prosa sencilla pero trabajada y un vocabulario agradable. Doce situaciones que perfectamente pueden pasar por la mente de los niños. Y a eso asistimos, a situaciones, a momentos concretos en la vida de unos niños. Muchas veces estos cuentos terminan, no digo bruscamente, pero sí de manera inesperada, dejándote dándole vueltas a lo que acabas de leer e imaginando lo que harían después los niños del cuento que has terminado.
Dientes de leche es un buen libro de relatos con unos protagonistas que pueden ser tanto inocentes y fuertes como perversos y sanguinarios y cuyas vidas cambiarán a raíz de lo narrado en ellos.
Pedazos narrados de vida (slice of life, que dicen los pedantes a los que parece guay decir cosas en inglés), como digo, con los que apiadarnos de las personitas que pululan a nuestro alrededor, con los que empatizar y entenderlos. Una lectura que se degusta en un periquete y deja con ganas de más cuentos de esta joven y prometedora autora.