Dispara, yo ya estoy muerto, de Julia Navarro
El ser humano está condenado a ser libre
Jean Paul Sartre
¿Qué nos depara la vida? ¿Quiénes somos aquellos que nacemos en un sitio determinado, en un contexto histórico determinado, en una situación determinada? ¿Somos nosotros libres de elegir o lo hacen las circunstancias por nosotros? Y al final de todo, una pregunta se dibuja en el horizonte, como si fuera el sol abrasador que se abre paso entre las montañas, ¿quiénes somos los seres humanos? La vida planta su semilla y hace que crezcamos con mayor o menos acierto, que lo hagamos pudiendo observar nuestra existencia como un continuo de sinsabores, o por el contrario, con una felicidad anestésica sin que nada realmente apasionante suceda. Todos nacemos, pero no todos lo hacemos de la misma manera. Ahí está nuestra diferencia, nuestro punto de inflexión, ahí se encuentra escondido el primer llanto que expulsamos al nacer. La guerra, los conflictos, la muerte, la vida, la añoranza, la melancolía, la sorpresa, la alegría, la paz, la distancia. Elementos que nos unen y nos separan al mismo tiempo, pero que nos forjan, que nos crean una identidad, un ser antes que el estar. Dispara, yo ya estoy muerto no es un sitio, es una existencia. Y, por encima de todo, es una existencia que nunca termina, por mucho que las páginas se acaben y cerremos el libro.
Intento describir muchas veces, a lo largo de un día, lo que esta novela significa para mí. Y no lo consigo del todo. Es lo que sucede con las cosas que son bellas, uno requiere de un vocabulario mucho más extenso, mucho más rico en palabras, para poder describir a la perfección lo que nos suponen. Plantear la nueva novela de Julia Navarro como una lectura sencilla sería un absurdo, sobre todo porque yo siempre he pensado que no hay ninguna lectura sencilla en el mismo momento en que se pueden sacar conclusiones de ella. La vida de dos familias, nacidas en un contexto histórico desgarrador, y unidos por los lazos de la amistad, que pueden ser incluso más fuertes que los lazos familiares. Un recorrido por la Historia, esa que siempre digo que se escribe con mayúsculas, y que hace elegir al lector cuál es el precio que él estaría dispuesto a pagar por ser una persona libre, por llevar a cabo su libertad y romper las cadenas que lo atrapan al suelo, que lo anclan a las tradiciones, a la guerra que se lleva todo a su paso, a las lágrimas en una habitación oscura huyendo de nosotros mismos. Podríamos establecer esto como punto de partida, como un resumen de lo que nos propone la autora, aunque si escarbáramos un poco más nos daríamos cuenta de que hay algo más que subyace a las palabras que nos han dejado marcados para la eternidad.
Julia Navarro obtiene un sobresaliente, aquel que ya consiguiera con Dime quien soy y que fraguó una nueva escritora que renacía y volvía con más fuerza a nuestras lecturas. Estamos ante, sin lugar a dudas, una de las novelas mejor armadas, mejor escritas y más interesantes de lo que va poblando este año, y eso es mucho decir, incluso yo lo sé. Pero si alguien tuviera que decirme algo en contra de mi aseveración, tendría que decirle que hoy en día es verdaderamente difícil observar una radiografía tan certera de las diferentes posiciones a las que un ser humano debe enfrentarse en un conflicto como el arabe – israelí que aunque parezca conocido, no lo es en absoluto. Es, por así decirlo, un cuadro tan perfecto que ninguna de las sombras que aparecen en él sería capaz de eliminar la perfección con la que nos devuelve la imagen de aquellas personas que tienen que enfrentarse a ellos mismos para seguir adelante. Y aunque sea una banalidad lo que voy a decir ahora, me sorprende que alguien que se defina como lector, eche en cara a la autora la extensión de su novela. No creo necesario entrar en debates sobre la necesidad de haber escrito una historia tan larga, simplemente diré que aquellos que abren la boca para hacer la crítica fácil, tendrían que entender que una novela de estas características requiere de sus fuentes, requiere de cada una de las páginas escritas, para deleitarnos con Dispara, yo ya estoy muerto y que sintamos desazón al haber terminado el libro y saber que no nos vamos a encontrar más con estos personajes.
Dije al principio que me era difícil explicar qué supone esta novela para mí. Quizá sea mejor escuchar las palabras de la autora para entenderla. Lo que sí puedo decir es que, a pesar de el tiempo invertido, a pesar de las noches en vela, a pesar de no querer parar pero tener que hacerlo porque el sueño hacía acto de presencia, todo merece la pena si con ello podemos disfrutar de novelas tan enormes y bien orquestadas como lo último de Julia Navarro.
Cada vez tengo más ganas de leerla. He leído toda la obra de Julia Navarro y creo que es de esas escritoras que se van superando a ellas mismas.
Con esta novela ha superado con creces, para mí, su anterior “Dime quien soy”. Mucho más rica, más tensa, más novela de personajes. Es un auténtico lujo haberla leído.
Repetitiva