Don Amor volvió a Toledo, de Félix Urabayen
Tras leer Don Amor volvió a Toledo estuve tentado de no reseñarla, pero no porque incumpliese alguno de los requisitos que deben satisfacer las novelas que reseño (a saber: que me gusten) porque lo cierto es que la he encontrado apasionante. Sí pensé en no hacerlo fue porque en mitad de un ataque de Gollum me supe en posesión de un tesoro y quise guardarlo para mí, porque lo cierto es que Félix Urabayen, si bien gozó de merecido prestigio en su tiempo hoy día podríamos decir que es un secreto para iniciados, entre los que desde ahora me encuentro. Pero no habría sido justo ceder a semejantes impulsos un tanto primarios, y no lo habría sido en primer lugar porque Don Amor volvió a Toledo merece cualquier elogio que pueda escribir sobre ella, en segundo porque eso me permite dar la bienvenida a una nueva editorial, el perro malo, que debuta por la puerta grande con su intento de recuperar a un autor que nunca debía haber caído en el olvido pero sobre todo y por encima de cualquier otra consideración porque no podría ocultarles mi tesoro, ni yo me lo perdonaría ni ustedes debieran consentírmelo.
Don Amor volvió a Toledo tiene cualidades sobradas para merecer la mayor de las atenciones, podría detallarlas pero daría la impresión de que es una novela diferente de la que es así que permítanme que antes que nada les diga algo: es extraordinariamente divertida. Tiene un sentido del humor a la vez sutil y demoledor, porque la verdad es que, desde el respeto, no deja piedra sobre piedra. Y miren que está ambientada en Toledo, si algo hay es piedras, precisamente. Félix Urabayen es un completo enamorado de su ciudad de adopción, ciudad a la que convierte en mujer y a la que su mirada devota no convierte en lo que no es, sino que queda expuesta con sus virtudes y sus defectos. Es una mirada francamente especial, culta e incisiva, pero enamorada. Urabayen ve la Toledo que conoce, la que fue y la que él quiere que sea, y esas tres ciudades en conflicto funcionan como motor narrativo no diré que trepidante, pero sí que es uno de esos libros que cuesta cerrar.
Yo no conozco Toledo, creo que para quien sí lo haga Don Amor volvió a Toledo es doblemente recomendable, pero como yo debo hablarles de sus valores literarios no puedo resistirme a cerrar esta reseña sin hablarles de una cosa. He disfrutado como un enano con el uso del lenguaje de Félix Urabayen, la riqueza del castellano que emplea es, si me lo permiten, incluso emocionante. Y no es sólo la profusión de eso que hoy han dado en denominarse palabras moribundas, esta novela es una invitación al diccionario lo que siempre es hermoso, es que utiliza el autor un castellano culto que no sólo es preciso y hermoso, sino que es sumamente elegante. Habrá quien diga que precisamente por ese motivo Don Amor volvió a Toledo no ha envejecido bien, pero yo diría que somos nosotros quienes no hemos sabido hacerlo, quienes no hemos sabido custodiar el que debería ser uno de nuestros mayores tesoros y que la evolución de la sociedad española es la historia de un tristísimo empobrecimiento de nuestro idioma. Si no fuera porque existen comunidades como esta en las que uno puede decir estas cosas sabiéndose comprendido, créanme, al final el Gollum habría ganado la partida y no les estaría contando nada de esto pero hoy me alegra saber que mi tesoro es también el suyo y que por tanto sabrán valorar a Félix Urabayen como él y ustedes merecen.
Andrés Barrero
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