Este año me dio el siroco de leerme El Quijote. No porque este 2016 fuera el 400 aniversario de la muerte de Cervantes ni porque haya habido excesiva publicidad sobre el acontecimiento (que no la habido, en mi opinión, ni en exceso ni casi de ninguna otra manera. Y es más, puede que si la hubiera habido no lo hubiera leído. Aunque también es verdad que si Cervantes fuera inglés otro gallo cantaría y los orgullosos ingleses no habrían dejado ni un día del calendario sin programar algún acto relacionado con el escritor).
Pero no. No era ese el motivo. Simplemente sucedió que apetecíame. Tiempo ha que quería yo enterarme de las hazañas del hidalgo, pero la reputación y el respeto (inclusive ¿acojone?) a la hora de abordar semejante obra, habiendo leído a gente cosas como que si era un rollo por acá, que si era extenso en demasía por acullá, que si hacía falta otro tomo para aclarar los palabros… y a todo esto añádase que juntabánseme otras lecturas que acababan siempre por relegar al libro a otro momento más oportuno. Pero tenía que leerlo. Una obra tan importante en la literatura española y mundial merecía que menos que una oportunidad. Y también había opiniones buenas, que es cosa menester que se sepa.
Y al fin llegó el momento. En un bonito tomo conmemorativo, lleno de notas al pie y tomado con calma. Dos capítulos por noche propúseme. Hubo días que fueron más y otros que fueron menos o ninguno, en función del interés de la historia. ¿Veredicto? Me gustó. Hubo capítulos que es cierto que se hacían eternos y un auténtico coñazo. Pero coñazo de los gordos. Afortunadamente fueron los menos. Y afortunadamente también, la segunda parte fue mucho mejor que la primera.
Pues con ese buen sabor de boca al acabar la cervantina lectura me encuentro con Don Quijote de Manhattan. De primeras la portada me hace gracia, con la pareja, Quijote y Sancho, vestidos como C3PO y como ewok, respectivamente, caminando por la calzada de una calle de Nueva York.
¿Y qué tal, dirán vuesas mercedes? Pues bien, también. Marina Perezagua traslada al dúo manchego a Nueva York y dota a los sucesos que nos cuenta de algunos paralelismos con el original cervantino. Ambos amnésicos, despiertan en 2016 sin saber cómo ni porqué, aunque a veces la melancolía les hace recordar cosas que piensan que no han conocido. La autora se permite algunas licencias para no trabar la narración como el hecho de que Sancho sepa manejar (y tenga) una tarjeta de crédito, que ambos entiendan y hablen perfectamente inglés… Vamos, que han sido transplantados de una época a otra de cuatro siglos de diferencia pero se manejan por ella como si tal cosa. Que no tengo nada contra eso, que conste, pero se podía haber sacado algo de chicha cómica de alguna situación.
Si el Don Quijote otiginal enloqueció por hincharse a leer libros de caballerías, en esta ocasión será otro libro de fantasía, La Biblia, la que, como a muchos fanáticos, le coma la cabeza tras encerrarse durante siete días para leerla y la que guiará sus actos desfacedores de entuertos (aunque lo correcto y lo que Cervantes escribió fue tuertos, como bien explica la autora en la parte final, Referencias).
Sus aventuras les harán moverse por la ciudad metiéndose en líos, detenidos por la policía, codeándose con drogadictos, encabezando rescates animales, iniciando y acabando huelgas de hambre por los presos de Utah, debatiendo sobre armas de fuego, sobre racismo, e incluso en el mismo Instituto Cervantes, con un Sancho proponiendo los correctos, a su modo de ver, usos de ciertas palabras de la lengua castellana.
Y todo esto teñido con un tinte religioso, ya que desde muy pronto, desde el principio en realidad, Don Quijote va a creerse un nuevo mesías, va a resucitar, va a ser el creador de América, el multiplicador de donuts y magdalenas y el centro de muchas otras actuaciones con reflejos en La Biblia.
Por supuesto, no hace falta haber leído ni El Quijote ni La Biblia para comprender y disfrutar de este gran entretenimiento que es Don Quijote de Manhattan.
No obstante, creo que en algunos capítulos se podría haber sacado más partido de algunas situaciones, haberlas hecho más cómicas, y también me parece que el último tercio se vuelve demasiado alegórico.
Pero bueno, quitando eso, repito, es una lectura original y muy entretenida, bien escrita, fácil de leer, con momentos de comicidad (me gustó el nuevo bálsamo de Fierabrás) y muy disfrutable en su conjunto.
Un libro muy trabajado (la autora se ha leído diez veces, puede que a fecha de hoy ya más, el libro del caballero de la Triste Figura) y eso se puede apreciar a medida que se va leyendo.
¡Voto a bríos que lo recomiendo!
Vale*.
*Que es como acaba El Quijote y es una fórmula latina de despedida.
“Si el Don Quijote original enloqueció por hincharse a leer libros de caballerías, en esta ocasión será otro libro de fantasía, La Biblia, la que, como a muchos fanáticos, le coma la cabeza tras encerrarse durante siete días para leerla…”
De otros libros puede ud. saber mucho, de la Biblia, absolutamente nada. Antes de referirse a ella como lo hace, como libro de fantasía, y a los que la consideramos Sagrada, como fanáticos, tenga, si no el respeto – del que ya ha dado muestras de carecer-, al menos la prudencia de no categorizar sobre las cosas que desconoce en tal grado (la ignorancia es muy osada).
Estimada Julia, le recuerdo que profesa usted una religión que ha matado a millones de personas, que ha dirigido guerras de odio en todo el mundo, que ha enviado a la hoguera a científicos e investigadores, que abandera la discriminación de colectivos como las mujeres o los homosexuales. Respeto que usted tenga su fe, pero no puede impedir que llamemos “libro de fantasía” a la Biblia, cuando está comunmente aceptado que al menos una gran parte de la misma son historias. Creo que debería replantearse a qué cosas venera, y en qué grado.
Y para terminar, le voy a citar a Santo Tomás de Aquino, quien dijo: “Teme al hombre de un solo libro, al que tiene una idea fija, al que condena sin escuchar, el que se cree en la verdad sin ver más allá de sus narices, al que se encierra en un dogma anclado en prejuicios sin contemplar el azul del cielo, sin admirar la grandeza de la creación, sin emocionarse ante la inmensidad del horizonte. Teme al hombre de una sola idea porque escudado en su falsa verdad no se atreve a perdonar, es incapaz de buscar la auténtica verdad.”
¡Salud y buen día!
Me alegro enormemente que conozca y cite a Santo Tomás de Aquino, cristiano católico, Doctor de la Iglesia, que alcanzó la Santidad. Los cristianos, como nuestro nombre indica, no somos seguidores de un libro, sino de una Persona: Cristo, verdadero Dios y verdadero Hombre. Sto. Tomás conocía bien los efectos de apartarse de Jesús, de su ejemplo y enseñanzas. La debilidad humana, la soberbia, el egoísmo, la falta de amor y de paz que nos domina, cuando cerramos las puertas del corazón al verdadero Dios, que es todo Amor. Y es nuestra condición humana la que nos hace caer en repetidas ocasiones, pero nos levantamos, porque Jesús nunca deja de mirarnos con Amor y Perdón.
Deseo que no se detenga, y así como se interesa por lo que enseñan los Santos Doctores de la Iglesia, busque, con un corazón abierto, conocer en profundidad a Cristo. Su anuncio, vida y enseñanzas están recogidas en la Biblia.
Le deseo felicidad en su vida
Estimada Julia, le puedo decir que no solo conozco a los “Doctores de la Iglesia” sino que he leído en profundidad la Biblia, y que conozco tanto el antiguo como el nuevo testamento. Si usted defiende la Biblia en su conjunto, está defendiendo también el antiguo testamento, el cual nos habla de un Dios cruel y vengativo, que asesinaba tanto a sus enemigos como a sus seguidores que incurrían en cualquier falta (como convertir en sal a la mujer de Lot simplemente por mirar atrás mientras destruía a toda su ciudad, familia y amigos, o mató a Onán por no querer tener un hijo con la viuda de su hermano). Si usted es cristiana, y por lo tanto seguidora del nuevo testamento, entenderá que las enseñanzas de Cristo estaban basadas mayormente en parábolas, es decir, en ficciones. Es decisión suya la forma en la que interpreta este libro, pero no debe molestarse cuando otros lo llamen “libro de fantasía”, porque aunque pueda recoger enseñanzas de valor para la vida diaria, no todos tenemos que aceptar su veracidad incondicionalmente (ya que, por otra parte, no hay prueba alguna mínimamente sólida de que Jesús hiciera algún milagro, ni mucho menos de que sea Dios). Algunos vivimos sin Dios y creemos en el amor, la paz y el bien común. Y al igual que yo no tengo la necesidad de acudir a sitios en los que se menciona a Dios para convencerles de mi ateísmo, le recomiendo que usted no haga apología de sus creencias frente a aquellos que no las comparten. Vivamos todos en paz, como pregonaba Jesús 😉
Un cordial saludo.