Hace un año descubrí a Carlos Salem y caí rendida a su prosa, a su ironía. Un violín con las venas cortadas fue uno de mis libros favoritos de 2018 (y leí más de cien). Estaba tan bien escrito que, desde entonces, ver el nombre de ese autor en cualquier otra portada me parece garantía de que el libro me va a encantar. Es una convicción un poco arriesgada por mi parte, lo reconozco; al fin y al cabo, hay muchos autores de los que solo me ha gustado un libro. Pero, tras leer Donde el tiempo ya no duele, su última novela publicada, me reafirmo en lo dicho.
El protagonista de Donde el tiempo ya no duele es Poe, que también aparece en otras obras del autor, como En el cielo no hay cerveza, Que decidan las cerillas y Relatos negros, cerveza rubia, que aún no he tenido el gusto de leer, pero que caerán antes o después, seguro. Poe es un poeta alcohólico y, en el arranque de esta novela, lleva nueve meses sin escribir y ha tomado la decisión de suicidarse porque el tiempo ya le duele demasiado. Lo va a hacer el 6 de enero, la fecha maldita en la que han sucedido las mayores desgracias de su vida. Pero el 24 de diciembre ya no le queda ni un céntimo, y como su propósito no es morir de inanición, se presenta a un trabajo de rey mago en unos grandes almacenes para subsistir sus últimos días. En el vestuario conocerá a una panda de pirados: Talego, un viejo atracador decidido a alcanzar la gloria y dejar de ser el enemigo público número tres; Mustafá, un inmigrante que llegó a Europa persiguiendo sus sueños y que ahora quiere regresar a sus pesadillas; Superboy Guzmán, un músico ecuatoriano ingenuo que ha venido a visitar a su hija abogada, y Piotr, un gigante polaco que busca el pueblo de su bisabuelo maqui y que está harto de ser como los demás.
Una cosa llevará a la otra y esta peculiar banda emprenderá un viaje delirante por la geografía española, en permanente fuga de atracos y tiroteos. Y por el camino se cruzarán con otros tantos personajes estrambóticos: una puta muy santa, un proxeneta enamorado, un editor omnipresente, unas monjas que habitan un valle donde el tiempo se ha detenido y se cura la nostalgia y un sinfín de mujeres con nombres de flor, que siempre resultan ser fatales. ¿Será capaz Poe de llegar vivo al 6 de enero para poder matarse?
Donde el tiempo ya no duele es una novela negra tan canalla como tierna, en la que hasta las palabrotas se convierten en poesía, algo que solo está al alcance de escritores con el talento de Carlos Salem. Y también es una historia de amistad, de engaños sin maldad y de errores sin mérito, tremendamente absurda y rebosante de sentido del humor. Me deja con ganas de más Carlos Salem y de Poe, su protagonista. Menos mal que me quedan libros para continuar disfrutando de ellos. Lo dicho: Salem es garantía de adicción.
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