Cuando era pequeño deseaba que fuese noviembre porque era el mes en que llegaba el circo a mi ciudad. El primer aviso de que estaban aproximándose era cuando pasaba por el patio de mi colegio una gran furgoneta decorada con el cartel del circo, anunciando por los altavoces el fabuloso espectáculo que traían. A partir de ahí me pasaba horas asomado a la ventana de mi casa para ver llegar el convoy de camiones. Todos los años lo montaban en el descampado que estaba junto a mi edificio. Tenía un palco privilegiado para presenciar el momento que más emoción me causaba: el montaje y levantamiento de la gran carpa del circo. Ese día, debo decir, me quedaba en casa “por estar con dolor de tripa”. Tanto le insistía a mi madre que me dejara presenciar el montaje, que ella se veía obligada a firmarme los justificantes para la profesora. Ese día era genial, me quedaba observando, vaso de Colacao para acompañar, cómo decenas de trabajadores circenses trabajaban a destajo sacando objetos de todo tipo de los camiones, clavaban estacas y elevaban gruesos cables por los enormes bastidores que sujetarían la carpa. Les escuchaba vociferar, cantar e incluso discutir. Y después de algunas horas, por fin llegaba el momento de desvelar el color de la carpa: poco a poco se iba elevando la lona a través de grúas y tramoyas hasta que quedaba tensa y magistral sobre el cielo de la ciudad. Era un momento mágico.
La emoción que sentía de niño poco a poco la he ido perdiendo, pero gracias a Dumbo. El circo de los sueños la he vuelto a recuperar. El libro basado en la última adaptación al cine de Tim Burton consigue trasmitir esa ilusión por la vida de la gente del circo y cuanto en él sucede. Dirigido a un público muy jovencito, tiene una lectura muy agradable en el sentido de saber concatenar muy bien todos los capítulos que mezclarán, por un lado, la trama principal del elefantito de grandes orejas, y por otro, el pasado de los miembros del circo que acabaron por formar la troupe del circo Medici. Esta adaptación del clásico Disney varía en no ceder protagonismo a los animales que guían y ayudan a Dumbo para dárselo a los niños que velarán por el elefantito. No haré comparativas, es obvio que el clásico es tal por razones incontestables, pero esta novelita tiene momentos de gran valor. El contrapunto entre la bondad y la avaricia e interés del humano es el rasgo más significativo del libro. En la figura siempre de los niños se apreciarán esos valores de respeto, cariño e ilusión que chocarán con los intereses pragmáticos de los adultos, sobre todo de aquellos poderosos. Un apunte primordial: Dumbo consigue volar gracias a una pluma. Una pluma, lo más liviano, lo más sensible que le hace elevarse y creer en sus sueños, seguir en su fantasía. Y ahí donde hay fantasía, ¿qué ven los pragmáticos corazones insensibles de los poderosos? Dinero, negocio, realismo.
Decir que Dumbo. El circo de los sueños es una historia de niños o para niños es quitarle fuerza. Dumbo es una historia que toma los elementos que definen las condiciones humanas. La historia habla del amor que siente una madre por su hijo. Cuando la mamá Jumbo es cruelmente tratada y separada de Dumbo, nos habla de la maldad del humano que actúa así por ignorancia y falta de empatía, pero que, como contrapunto, mostrará también el otro lado, el de la bondad de aquellos que ayudan al elefantito a reencontrarse con su madre. Habla de la avaricia y del poder, y por encima de todo, habla del poder de lo más ligero (una pluma) que no debemos perder nunca, nuestra parte de fantasía que aún nos haga volar.
Créditos: Novela de Kari Sutherland basada en el guion de Ehren Kruger para la película de Tim Burton.
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