Reseña del libro “Duramadre”, de Víctor Sellés
Leer el segundo libro de un autor cuando te encantó su primera obra tiene sus riesgos. Inconscientemente, se busca una historia con cierta similitud —aunque ni mucho menos el autor debe repetir la misma fórmula, por bien que le saliera y por mucho que triunfase— y se tiende a comparar. Eso es lo que me ha pasado con Víctor Sellés y su nueva novela, Duramadre.
En Duramadre, la trama pivota entre tres personajes: un misterioso asesino en serie, que ve Friends en compañía de sus víctimas; el Viejo, un hombre de pasado turbio que sufre cáncer, y Lorena, su nieta, que viaja de Sevilla a Madrid para cuidarlo. Enseguida notamos que no son lazos afectivos los que unen a abuelo y nieta, sino un secreto en torno a una desgracia acontecida en la familia años atrás. Los lectores nos pasamos la novela tratando de saber cuál es ese secreto y qué tiene que ver el asesino en serie con el Viejo y Lorena, mientras ellos dos intentan darle un sentido a sus propias historias para acabar de una vez por todas con el sufrimiento que cargan desde hace tanto tiempo. La convivencia entre dos personas de generaciones tan distintas deja unas cuantas reflexiones interesantes sobre cómo ha cambiado la sociedad y la forma de ver la vida en los últimos cincuenta años.
Con todos estos elementos, Víctor Sellés crea una novela difícil de clasificar, porque tiene algo de novela negra, algo de sobrenatural (como Lengua de pájaros, su primera obra) y mucho de retrato psicológico. Y no solo eso, también abundan las referencias al misticismo budista, a la mitología japonesa, a la literatura, a las series y, seguramente, a muchas otras cosas que yo no he sabido ver y que otros lectores sí captarán. Porque de nuevo el autor explota el impacto de lo ficcional en lo real.
Si se observan detenidamente, las dos obras de Víctor Sellés tienen puntos en común, sin embargo, a simple vista resultan muy diferentes, al menos yo lo he percibido así. Mientras Lengua de pájaros me atrapó desde el primer momento por su ambientación y por su trama, en Duramadre he seguido adelante por la prosa del autor. Reconozco que no he llegado a conectar con la historia en sí, pero me detenía varias veces en cada página para releer frases por lo buenas que me parecían, y eso no me suele pasar.
Quizá esa falta de conexión se deba a la afinidad con el género, pues la novela negra no está entre mis predilectos. O quizá sea porque en Lengua de pájaros se aunaban muchas de mis debilidades literarias y, debido a las odiosas comparaciones, resultaba complicado que Víctor Sellés me volviera a enamorar de la misma manera. Aun así, Duramadre me parece una obra más ambiciosa literariamente hablando y también más arriesgada por el lado comercial, pues con su peculiar juego entre géneros es complicado conquistar a las masas. Duramadre es la clase de libro que disfrutarán especialmente los lectores fronterizos (esos que no se casan con ningún género en concreto), sobre todo si poseen gran acervo cultural y valoran la prosa cuidada.