No somos normales. Ninguno de nosotros. Afrontamos la vida como podemos, como nos enseñan, con unas cartas que no elegimos y que, si lo hacemos, pueden estar equivocadas. Y en ese ir y venir de ideas, de vivencias, de conocerse y reconocerse, está el dolor de lo vivido, de lo que nos deja agotados, exhaustos, sin aliento. No somos normales, ¿pero para qué queremos serlo? La normalidad está sobrevalorada. Creerse normal, pretender serlo, no es más que una batalla perdida de antemano, un error de cálculo, un defecto en nuestra sociedad. Oigo la palabra “normal” y no puedo evitar dibujar una sonrisa ingenua, como de niño pequeño, porque aquel que pronuncia esa palabra crea en ella. Porque al final la normalidad no deja de ser sólo un concepto que se aleja de lo que realmente queremos ser. No seres únicos e irrepetibles, sino imperfectos y con dudas. Porque si de algo trata El amor del revés es de las dudas, de la existencia interrogándose, del dolor de esa incertidumbre – bien sea aprendida bien vivenciada de improviso – que deja a un chico sin entender por qué le gustan los hombres, a un hombre que no consigue hallar la respuesta de qué ha hecho él para merecer esos sentimientos, de unos sentimientos que vuelven a ser tan actuales. Porque no hay que olvidar, nunca, bajo ninguna circunstancia, que ser homosexual en este país era visto poco menos que como una aberración. Y en el fondo, en ese fondo del vaso donde Luisgé Martín parece ahogarse en ocasiones, es donde se encuentra el grito que desde hace tiempo nadie ha dado y por fin se convierte en realidad.
No suelo centrarme en un libro que trate sobre las memorias de alguien. No suelo porque siempre he pensado que hay algo de falso en lo que estoy leyendo. Como si el autor no fuera honesto, como si le faltara la libertad suficiente para arriesgarse y contar las cosas tal y como son. Por eso, intrigado por el nuevo libro de Luisgé Martín, decidí leerlo con cierta perspectiva. No pude hacerlo. Desde la primera página uno se ve envuelto en un viaje empático por el dolor y encuentra escenarios que le resultan conocidos. Quizás tenga que ver con el hecho de que yo también sea homosexual; con que yo, en otra época distinta, pero muy cercana al mismo tiempo, me interrogara sobre las mismas cuestiones y observara a mi alrededor como el mundo cambiaba pero no veía cambios sobre lo que éramos o dejábamos de ser; o quizás es simplemente porque El amor del revés es tan sincero que en ocasiones duele, que por momentos te desgarra la garganta y lo único que deseas hacer sea gritar aunque no puedas porque lo que has leído te ha dejado mudo, sin poder reaccionar. Este es un libro sobre la homosexualidad, eso es cierto, pero no es menos cierto que lo que aquí se cuenta es una historia necesaria y una especie de puñetazo en la mesa para las conciencias de los que se presuponen con la autoridad suficiente como para criticarnos a todos y vilipendiarnos como si no fuéramos más que, en palabras del propio autor, una cucaracha convertida en hombre.
No tiendo a hablar de mi vida personal en las reseñas, y mucho menos a abrirme al público sobre lo que me gusta o me deja de gustar. Pero El amor del revés ha abierto una puerta que había permanecido cerrada durante demasiado tiempo. No sé las razones por las que Luisgé Martín ha escrito este libro. No sé si es un ajuste de cuentas interno, una manera de quedarse tranquilo con lo pasado para poder vivir con más liviandad el presente, pero lo que sí sé es que todo aquel que crea que las voces están para poner en evidencia aquello que no suele contarse, deben leer este libro. Porque no es una obra al uso, porque es innegable que observar cómo el dolor, la pasión, el amor, el sexo, la ingenuidad, la inocencia, y un sin fin más de conceptos se interrelacionan construyendo toda una vida, pero también toda una época en la que un país, una sociedad, un colectivo, tuvo que enfrentarse a todo y, prácticamente, a todos para llegar a lo que hoy tenemos en nuestras calles. Una voz, aunque ya lo he dicho, necesaria para todos los que no creen en los estereotipos sobre normalidad. ¿Normal? ¿Qué es ser normal en los tiempos que corren? Si alguien lo adivina que me lo hagan saber. Yo, de momento, volveré a sumergirme en el dolor por llegar a ser uno mismo sin tener que pedir cuentas a nadie.