Sí, lo reconozco, Luisa Rivera ha vuelto a conseguirlo. Gracias a su preciosísima edición ilustrada de Cien años de soledad, hace un par de años releí esa novela de Gabriel García Márquez que en su día me impactó tanto; y ahora, que acaba de ilustrar El amor en los tiempos del cólera, no he podido resistirme a aprovechar la ocasión para reencontrarme con los memorables personajes de Florentino Ariza y Fermina Daza.
Es curioso ver cómo cambia un libro de una lectura a otra. O, más bien, lo curioso es darnos cuenta de cómo hemos cambiado nosotros, que vemos lo mismo con ojos diferentes. Hace mucho que leí por primera vez El amor de los tiempos del cólera, más de diez años. Entonces, sucumbí a la belleza de la prosa de García Márquez, como siempre me pasa con él, y simplemente me dejé llevar por la historia de amor que me relataba. Sin embargo, la relectura ha sido una experiencia distinta. Recordaba en qué momentos se producían los giros sorprendentes de esta atípica historia de amor, y los esperaba con ansias, además; pero eran las constantes reflexiones sobre el amor y la vejez las que de verdad me atrapaban, esas que en la primera ocasión me pasaron desapercibidas, ensimismada en los vaivenes de la trama.
El amor en los tiempos del cólera es la historia del amor imperecedero que Florentino Ariza siente por Fermina Daza, resistente a cincuenta y un años, nueve meses y cuatro días de indiferencia. Pero eso solo sirve de hilo conductor para hablarnos de todas las caras de este sentimiento universal: el enamoramiento febril de los adolescentes, cuyos síntomas son similares a los del cólera; la herida abierta de los amores no correspondidos; el cariño sin sobresaltos de los matrimonios bien avenidos; el sexo como vacuna contra la soledad; el seísmo que provoca la pérdida del ser querido; el amor en la vejez, que ya no es el medio para nada sino el fin en sí mismo.
Más allá del amor, esta novela es, desde la primera página, una reflexión sobre cómo asumir el paso del tiempo y los prejuicios, propios y ajenos, sobre cómo comportarse en la vejez y encarar la realidad ineludible de que la muerte está a la vuelta de la esquina. Y, como telón de fondo, el cólera, esa enfermedad que hace que los destinos de los personajes se entrecrucen, se separen o se reencuentren, y Colombia, un país donde las guerras se suceden y nada pasa, más que el tiempo.
Leer por primera vez un libro es emocionarse con cada novedad, el pasar ligero de las páginas para saber cómo acabará todo aquello; igual que los amores juveniles. Sin embargo, releer es perderse por el camino, sin prisa por llegar al final, pues el disfrute está en los detalles de cada frase; igual que esos amores tardíos que aparecen cuando ya no los esperas, pero más los necesitas. Por eso, leer y releer El amor en los tiempos del cólera ha sido la mejor manera de entender los distintos momentos vitales que atraviesan sus protagonistas.
Me muero por saber si próximamente se sumará un nuevo título de García Márquez a esta colección de ediciones ilustradas. Lo mío con sus libros siempre ha sido amor a primera vista, pero, por culpa de Luisa Rivera, me he vuelto una amante reincidente y estoy deseando repetir.
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