He reseñado varios libros de divulgación, sobre todo de neurociencia, pero creo que es la primera vez que voy a hablar de divulgación lingüística. Y tiene delito, que yo soy de letras. El árbol de la lengua es una recopilación de sesenta y nueve artículos que Lola Pons Rodríguez, filóloga y profesora de Lengua, ha publicado desde el verano de 2017 al invierno de 2019 en medios periodísticos españoles, a raíz de noticias del momento, celebraciones sociales o problemas políticos. Para reunirlos en este libro, los ha acortado o extendido, de este modo, tienen entidad propia, independientemente del hecho al que aludían.
Para ordenar la lectura, los ha dividido en doce secciones en las que se centra en distintos aspectos de la lengua: pronunciación y ortografía; morfología y sintaxis; el origen de algunos términos, el porqué de sus traducciones y las influencias de otras lenguas; cómo se adquiere una lengua (siempre me ha fascinado cómo los niños aprenden a hablar), cómo cree que debería enseñarse (para algo es profesora y ve de cerca los problemas educativos en torno a este tema) y cómo cambia el lenguaje juvenil a lo largo de las décadas (tus muletillas delatan en qué época naciste). Dedica varios artículos al lenguaje científico; indaga hasta dónde ha llegado nuestra lengua, más allá de España y de América, y viaja hasta su tierra, Andalucía, para desmontar los prejuicios lingüísticos que se ceban con el habla de esta zona. También explora cómo se ha invisibilizado la dedicación intelectual de las mujeres y las nuevas formas lingüísticas que dan nombre a actitudes machistas. Recorre la historia de las palabras estivales y navideñas y no se olvida del lenguaje de la economía y su evolución, que fotografían la realidad de cada época. Y cierra el libro con unos ejercicios para que sigamos ahondando en la riqueza de nuestra lengua.
Las explicaciones de Lola Pons Rodríguez son amenas e inteligentes, divertidas y cercanas. Recurre a canciones de Mecano, Luis Miguel, Luis Fonsi y Rosalía para hablarnos de la pronunciación y de la formación de palabras, viaja a tiempos de la imprenta para explicar cómo han evolucionado símbolos como la manecilla y a la Edad Media para detallar cómo se transformaron las grafías dobles. Nos aclara por qué está tan extendido el leísmo y el yeísmo, que be y uve se pronuncian igual, que la hache es útil, aunque sea muda, y que «almóndiga» ni acaba de ser admitida por la RAE ni se considera correcta en español, por más que algunos se empeñen en difundir ese dato inexacto.
En definitiva, El árbol de la lengua desmonta prejuicios lingüísticos sobre lo que se considera «hablar bien». Nos demuestra que detrás de cualquier error o variante no estándar hay una causa o motivación, que las connotaciones positivas o negativas de las palabras siempre tienen una historia detrás y que el límite para la lengua no está en el diccionario sino en nosotros.
Como dijo Luis Cernuda, al que Lola Pons Rodríguez cita, «el futuro de la lengua es una pregunta cuya respuesta nadie sabe», y depende de sus hablantes. Conocer sus raíces y cada una de sus ramas es la mejor forma de ayudar a que nuestro árbol de la lengua crezca fuerte, y la gran dosis de cultura lingüística que Lola Pons Rodríguez nos aporta en este libro es el comienzo ideal.
Buena e interesante reseña. Sin duda este libro va para mi biblioteca.