No suelo ser mucho de dar segundas oportunidades a los libros. Si uno no me convence cuando ya llevo unas cuantas páginas, no siento remordimiento alguno cuando lo cierro y lo guardo en la estantería. Ni siquiera cuando lo regalo.
Es cierto que llevaba unas cincuenta páginas de El Archivo cuando pasó por mi mente la idea de dejarlo, de cerrarlo para siempre y centrarme en otro libro. Pero no sé por qué me salté mi propia regla, esa que dice que hay millones de libros por leer y que si uno no te convence, es mejor pasar al siguiente. No sé qué fue lo que me hizo continuar y darle una segunda oportunidad. Tal vez las ganas por no tener que decirle a nadie que había hecho eso con una novela de V. E. Schwab. Tal vez porque me negaba a tener que confesar que el primer libro que había leído de esta autora que tantas ganas tenía había sido un auténtico desastre.
Así que seguí. Y tanto que seguí. En dos días devoré las trescientas hojas restantes. No podía parar de leer. ¡Es que ni en el trabajo! Y una vocecita no se callaba dentro de mi interior, me repetía una y otra vez que si hubiera hecho caso a ese instinto del que tanto presumo, me habría perdido una maravilla de novela.
Porque sí, su comienzo y yo no congeniamos. Tal vez porque para mí era un poco lioso. Sentía que no me enteraba muy bien de lo que era un Archivo, ni una Historia, ni mucho menos un Estrecho. Términos y términos que se iban mezclando en una trama donde una chica, la protagonista, tenía que perseguir Historias y encerrarlas para siempre. No fue hasta la página cincuenta que yo me di cuenta de qué era lo que la autora estadounidense se traía entre manos: una historia de ciencia ficción, por catalogarla de alguna forma, con tintes muy negros que rozan el thriller y donde su imaginación desbordante no ha tenido ningún límite ni barrera.
Veréis, en este mundo creado por V. E. Schwab en El Archivo, las personas que mueren no lo hacen del todo. Quedan guardadas en una especie de Archivo. Son las Historias. Los recuerdos de esas personas que todavía sobreviven a pesar de que su cuerpo hace tiempo que no lo hace. Pero, a veces, esas Historias se escapan de su sitio, y por ello existen los Guardianes —rol que desempeña nuestra protagonista—, que son los encargados de llevar a esas Historias al lugar que pertenecen para que no terminen desbordándose. Todos estos términos son los empleados por la autora en el libro y fueron los que hicieron que no me enterara demasiado al principio. Aquí voy a hacer un inciso y le voy a dar la enhorabuena a la traductora, Julieta Gorlero, porque me parece una hazaña increíble el trabajo que ha tenido que hacer.
Dicho esto, empieza a suceder una serie de cosas que hacen que la prota se vea en apuros, y es que todo se complica cuando descubre que en el apartamento donde vive y al que se ha mudado recientemente, murió alguien tiempo atrás. Pero nadie quiere hablar de ello, y eso le mosquea tanto que decide investigar cuanto antes. El resultado, al igual que a ella, sorprenderá a todo el que se acerque y llegue a este punto de la trama.
Como veis, me han dado ganas de darme de cabezazos con el libro porque si llego a cerrarlo en el momento en que lo pensé, no habría descubierto esta historia tan increíble. De hecho, su segunda parte, El vacío, se publica este mes y quiero hacerme con ella cuanto antes porque estoy con una crisis existencial que no puedo con ella.
En fin, amigos, que esto es lo que hay. Nunca os fiéis de vuestro instinto, porque no sabéis lo que os podéis perder si hacéis caso a esa vocecita. Porque sí, a veces también se equivoca.