Espoleado por el éxito de ventas y crítica que obtuvo con El color de la maldad, Armando Rodera ha decidido continuar con las aventuras del inspector Bermejo y el sargento Roncero. Y sobre esa continuación, El aroma del miedo, vengo a hablaros hoy. Esta fue una de mis últimas lecturas de 2017, y tengo que reconocer que fue una de las lecturas más contradictorias del año. ¿La razón? La diferencia de sensaciones que tuve al leer las primeras páginas y las que tuve tras terminarlo. Ahora os explicaré el porqué, pero antes hablemos un poco sobre la trama de El aroma del miedo.
La nueva novela de Armando Rodera tiene dos tramas diferenciadas. Por una parte, tenemos al inspector Bermejo, que llega a Valencia para investigar un misterioso asesinato en la Albufera y de paso una trama corrupta dentro de la Policía de la ciudad. El otro protagonista es el sargento Roncero, que tras unos meses de descanso es llamado también a la capital levantina para colaborar en un importante operativo de la Guardia Civil contra la trata de personas y las diferentes mafias que operan en la zona. Ambos protagonistas han quedado marcados por los acontecimientos ocurridos en El color de la maldad, si bien no es del todo necesario haber leído esa historia para disfrutar de este libro, pues el autor da pinceladas de todo lo ocurrido en las primeras páginas.
El autor recrea a la perfección todo el submundo policial, judicial y administrativo que rodea el caso. Policía, guardias civiles, jueces, delegados gubernamentales… todos sus procedimientos, su argot y sus rutinas quedan explicadas a la perfección. Y quizá ese exceso a la hora explicar los entresijos internos de los cuerpos policiales hacen que la primera parte de la novela se ralentice demasiado. Tanto es así, que incluso decidí dar una pausa al libro para leer otro tipo de historias, algo que en muy pocas ocasiones suelo hacer.
Pero si El aroma del miedo tarda mucho en entrar en acción, hay que reconocer que una vez que entra, es un libro que se lee con mucha facilidad y que se disfruta enormemente. Tras leer todo el barullo inicial, y mientras vamos descubriendo más sobre asesinatos y mafias, el interés de la historia empieza a crecer de manera exponencial. Los personajes del libro están bien construidos y se generan algunas subtramas interesantes entre los mismos. También se pinta con bastante verosimilitud todo el tejido corrupto que durante años se ha ido extendiendo entre el funcionariado español de todo tipo, y mucho más en una ciudad como Valencia, que tiene bastantes espejos en los que mirarse.
Si el dicho popular “Lo que mal empieza, mal acaba” tuviera que aplicarse a El aroma del miedo, caeríamos en un grave error. Como decía anteriormente, el ritmo va creciendo y uno termina la historia con ganas de más. Todo esto gracias a unas últimas 150-200 páginas que bien se pueden leer de una sentada, casi sin parpadear. Aquí el autor maneja bien los tiempos, mantiene la tensión narrativa en todo momento y termina la historia en lo más alto, dejando un buen sabor de boca que en nada se parece a las sensaciones que producían las primeras páginas. Armando Rodera nos ofrece una historia que, pese a tener pequeños detalles por pulir, merece ser disfrutada y leída.
César Malagón @malagonc