Una de las cosas que más me atrae de los libros es cuando me encuentro con uno delante y no sé lo que me deparará. Vale, normalmente todos te sorprenden, para bien o para mal, pero siempre hay aquellos que aun leyendo la sinopsis no te resuelven nada sobre qué te encontrarás en sus páginas. Uno de estos casos es el de El atasco y demás fábulas, de Luis Goytisolo.
Empezando por romper con el género de la fábula, que a todos nos lleva a los animales como personajes principales o a la moraleja como fin único, y siguiendo con romper con todo lo demás, Goytisolo acaba formando un libro que no puede etiquetarse de ninguna forma. Nos presenta una serie de fábulas, las cuales ha escrito a lo largo de más de cuarenta años, llenas de crítica a todo lo que él mismo ve en su día a día. Y todo de manera única, jugando con todo lo que tiene en su mano un escritor. Rompe la forma misma de narrar y nos presenta las fábulas como si fueran un texto teatral, une títulos con la propia narración, juega con los diferentes significados de una misma palabra según el idioma que se tome como referencia, recurre al argot, etc. El atasco y demás fábulas es un proceso de autodestrucción, tanto de lo que lo escribe como del que lo lee, porque cuando empiezas a leerlo te das cuenta de que el autor te está señalando como parte de un todo que él critica, pero aun así te ríes. Gracias a la forma de narrar, Goytisolo consigue que aun saliendo de su libro totalmente despeinado te sigan quedando ganas para recomendarlo; porque, ¿qué mejor actividad sanadora que reírse de uno mismo?
En El atasco y demás fábulas encontramos toda una serie de reflexiones que siempre están conectadas entre ellas, y de esta manera podemos encontrar que una del final menciona algo tratado en el principio. Con ello, Goytisolo consigue que además estemos atentos al hilo que conecta todas las fábulas, porque lo hay. Y no es solo la gran crítica al desarrollo, a la sociedad o al ser humano como regusto que dejan estas, sino algo más, mucho más; algo que no se puede explicar, porque solo se siente leyéndolo.