Se cumplen cincuenta años del famoso Mayo de 1968, una revolución que empezó en las universidades y a la que pronto se sumaron los obreros de toda Francia con una huelga general sin precedentes que paralizó el país galo durante días. El transporte terrestre y aéreo bloqueado, prácticamente ningún coche circulando por las calles de París, barricadas en cada esquina, las fábricas ocupadas, la televisión y la radio públicas secundando la huelga y hasta el mismísimo Festival de Cannes interrumpido. Se dice que entre siete y diez millones de franceses se movilizaron durante esos días. En una época en la que las jerarquías eran intocables y lo dominaban todo, estudiantes y obreros inviertieron los papeles temporalmente. Este intercambio de roles y sus consecuencias quedan perfectamente reflejados en El banquete de las barricadas, el último libro publicado de la escritora y periodista francesa, Pauline Dreyfus.
El banquete de las barricadas centra su acción en el Hotel Meurice, uno de los hoteles más lujosos de París y al que nadie se podría imaginar que afectaran las revueltas que estaban teniendo lugar en las calles. Pauline Dreyfus conjuga historia y ficción para dejarnos un relato algo diferente sobre esa época y ese hito revolucionario, que si bien no consiguió acabar inmediatamente con el sistema contra el que se alzaba, sí alcanzó y cambió a largo plazo las ideas y valores morales de la sociedad gala. La novela condensa la historia a lo largo de un solo día, el 22 de mayo de 1968, mostrándonos el modo en el que el contexto revolucionario traspasa las suntuosas puertas del hotel, en el que sus empleados encuentran un modo distinto de imponerse al mando: la autogestión. De esta manera, desplazando al director, intentan seguir adelante con el día a día del establecimiento, lo que en ese momento supone la celebración del banquete del premio literario Roger-Nimier, que ese año se le concedía a un joven y desconocido Patrick Modiano por su primera novela El lugar de la estrella.
Un hotel está lleno de vida. No dejan de pasar cosas todo el tiempo. Cada habitación ocupada es una historia, por lo que en él confluyen varias biografías diferentes que, en ocasiones, se entrelazan. Esto dota a este tipo de establecimientos de un singular halo de misterio, emoción y, en definitiva, de vida. Así, en este microclima, seremos testigos de excepción del funcionamiento diario de un hotel de cinco estrellas y del cambio sustancial que sufren durante ese día los trabajadores y huéspedes del Meurice. Entre sus huéspedes más exclusivos nos encontramos con el excéntrico Dalí, el multimillonario Jean Paul Getty, la mecenas norteamericana Florence Gould, el autor francés Paul Morand y el ya mencionado, Patrick Modiano. Junto a estos reconocidos personajes compartiendo el peso de la narración conocemos una amplia galería de miembros del servicio de hotel: desde el director, hasta el conserje, pasando por el barman, el maître, la encargada del guardarropa, los botones y los cocineros. Todos ellos están perfectamente delineados y nos narran los hechos que están teniendo lugar en ese momento y las sensaciones y preocupaciones que despiertan en ellos.
Por primera vez, tenían la posibilidad de sentarse. ¡Sentarse! Cuando la esencia misma de su trabajo radicaba en no hacerlo. De pie los cocineros y pinches ante sus hornos; de pie las asistentas que tendían las sábanas, sacudían las almohadas, fregaban las bañeras; de pie los botones que aguardaban a los viajeros con sus maletas; de pie el conserje que se encargaba de atender las quejas pero también de satisfacer los deseos; de pie los maîtres que preguntaban si el agua la deseaban natural o con gas, la mantequilla normal o salada; de pie el sumiller que presentaba la carta de vinos, consciente de que los nuevos ricos eran legos en el asunto. A los compañeros que no practicaban más que la posición vertical, y sabían que en un hotel solo el cliente puede sentarse […] No solo estaban sentados, además hablaban. Segunda transgresión a su oficio. Porque lo que los clientes, y por lo tanto la dirección, apreciaba en ellos era la discreción. Pocos gestos. Mirada transparente. El menor número de palabras posible.
Pauline Dreyfus hace en el El banquete de las barricadas el mejor homenaje posible a este complejo pasaje histórico. Lo hace con una novela amena, original y cautivadora que valiéndose de la sátira, de la atención a los detalles y de la regla de las tres unidades de tiempo, lugar y acción propias del teatro; nos ofrece una visión diferente de un suceso conocido por todos, removiéndonos por dentro con su elocuente y certero reflejo de la lucha de clases que se daba en la sociedad francesa de la época. Una lucha que aún hoy, cincuenta años después, continúa estando muy presente.