Dice José Carlos Somoza en el prólogo de El bosque profundo que «si no te has encontrado antes con Sofía Rhei, este es el momento. Se ha cruzado en tu destino y tiene poder: ya no vas a dejar de leerla. Es capaz —y bien lo demuestra en esta colección— de construir historias con lo inverosímil, de jugar ante tus ojos con sus palabras, de hipnotizarte con sus tramas». Y lo admito: Somoza tiene toda la razón. Yo he sucumbido al influjo de Sofía Rhei: me he adentrado en El bosque profundo y ya no quiero salir. Así que solo me queda invitarte a que vengas a hacerme compañía. ¿Te atreves?
Solo has de seguir las cartas del tarot, que guiarán tus pasos.
Tendrás que recorrer senderos tortuosos. Puede que no te lleven a ninguna parte o, quizá, hacia el abismo que hay dentro de ti. Tú dirás cuál de las dos posibilidades te da más miedo.
Por el camino, beberás de fuentes para recobrar el aliento. Unas veces verás tu reflejo en sus aguas y, otras, ese lado oscuro que nunca antes quisiste mirar.
Llegarás hasta umbrales. Y los atravesarás, aun con la certeza de que te llevarán a parajes inciertos. Cuando te gires, ya no habrá vuelta atrás. Por eso continuarás adelante, al ritmo que el bosque profundo te marque.
Pero no te preocupes, porque durante todo el viaje los árboles te darán cobijo. Tú solo has de tener cuidado con los seres mágicos que acechan tras sus ramas.
Por fin hallarás hogares. Unos serán cálidos y acogedores, como el abrazo de una madre. Otros, prisiones de las que no siempre lograrás escapar. Ese es el poder de la sensibilidad escalofriante de Sofía Rhei, la terrible hermosura de sus palabras.
En la última página de El bosque profundo no encontrarás ningún final, si es que todavía lo andabas buscando. Pero me verás a mí, junto al resto de lectores que hemos quedado fascinados por el bello y oscuro mundo creado por Sofía Rhei. Aquí seguimos, releyendo los cuentos que nos ha contado. Esos cuentos que nos recuerdan a los tradicionales, aunque nunca antes nos los habían narrado así. Los protagonizan hadas, duendes, reyes, monstruos, animales, piedras, niños… Decenas de seres (aparentemente) humanos, elementos de la naturaleza y criaturas que ahora escapan a tu imaginación, pero que después de conocer sus historias, ya no se te irán de la cabeza. En ocasiones vivirán desenlaces justos, pero casi nunca finales felices. Es el precio de los cuentos verdaderos, esos que nos hacen sentir frío en la nuca.
Nosotros seguimos en el bosque profundo porque nos hemos dado cuenta de que la realidad, la más terrible, está justo aquí, en este mundo de leyenda, y no podemos volver a mirar a otro lado. Recorremos sus sendas infinitas releyendo los microrrelatos que lo componen, y cada vez descubrimos detalles de los que no nos habíamos percatado. En ocasiones son cosas que nosotros mismos hemos perdido por el camino, como los protagonistas. En otras, se debe a que somos nosotros los que hemos cambiado. Pero siempre hay algo distinto con lo que fascinarse en el oscuro y mágico mundo de Sofía Rhei, por eso te animo a visitarlo.
Como ves, no te prometo un viaje tranquilo, ni siquiera un destino apacible. Si lo fueran, ¿qué tendrían de especial? Pero lo que sí te aseguro es que serán inolvidables.
¿Te atreves a sucumbir a las palabras de Sofía Rhei? Aún hay hueco en El bosque profundo.