Reseña del libro “El camarero”, de Matias Faldbakken
Hace una década más o menos estuve en Varsovia por motivos de trabajo y recuerdo que una tarde, ya fuera del horario laboral, nos sentamos todos a tomar algo en una terraza de las muchas que hay en la plaza central de la ciudad, la que llaman plaza del mercado. Allí, mientras intentábamos doblegar con entusiasmo una gigantesca jarra de cerveza, el guía que nos acompañó durante la semana nos contó, orgulloso, que todos los edificios de la plaza y, en realidad, toda la ciudad, habían sido reconstruidos de la nada tras la Segunda Guerra Mundial, con el esfuerzo de los supervivientes y utilizando para ello todo lo que estuviera en sus manos, desde planos de ingenieros y arquitectos hasta, incluso, litografías y fotos de familia que se fueron encontrando entre los escombros de aquel horror.
Una ciudad, por lo tanto, casi mitológica. Vieja y antigua. Sabia, indestructible, que cambia su piel y resurge joven y nueva pero que lo hace sobre la base de los ladrillos que quedaron intactos igual que ocurre con ciertos espacios de la memoria de los hombres, o de la Historia. Así es la de la vieja Europa, la inmortal, y la historia de sus gentes, que siguen tomando el mismo sol de invierno y que ahora lo fotografían con sus iphones de última generación para dejar las fotos en Instagram.
Esto mismo, pero sin haber sufrido un bombardeo, es también The Hills, el local con más solera e historia de Oslo, el más elegante y moderno a la vez, ese cuya arqueología se encuentra en sus vidrieras, en sus mosaicos de madera tallada del suelo, en sus frisos y paredes, todas ellas impregnadas del humo de antiguos cigarros, de los puros y las confesiones en voz baja, unas paredes forradas con miles de pegatinas que los clientes han ido dejando en ellas a lo largo de sus ciento cincuenta años de historia. The Hills. Un restaurante europeo.
The Hills lo ha visto todo, por supuesto, pero también lo ha visto uno de sus camareros, ese fantástico y mordaz personaje que Matias Faldbakken nos regala para servirnos el menú de esta deliciosa novela, que ha sido finalista del Premio Brage (el más importante en Noruega) y ha recibido sendos reconocimientos en Alemania e Irlanda del Norte, por poner algunos ejemplos.
El camarero es una novela de tono claramente satírico, divertida, escrita con sencillez y una gran agudeza, ágil en su lectura y ambiciosa, llena de críticas veladas a la sociedad europea de nuestro tiempo que no es otra cosa que nosotros mismos, esta difusa clase media que somos, la heredera de un mundo ya lejano pero uno en el que siempre se sabía qué iba después de un entrante. Ahora, The Hills, esta Europa, en definitiva, sigue siendo la misma per a la vez parece estar cambiando. Parece que todo se tambalea, que solo existen incertidumbres.
El escritor noruego se sirve con originalidad y oficio de los globos oculares (tal y como él los define) del camarero de The Hills para ponernos sobre la mesa un menú de ideas puramente anticapitalistas, con mensajes contra el sistema educativo, la globalización, o la dependencia tecnológica entre otros muchos. Todas estas ideas desfilan delante de nuestros ojos sobre la bandeja de nuestro camarero, que recorre The Hills, atento a todo lo que ocurre en cada una de las mesas, mientras nosotros asistimos, divertidos y con interés, al devenir del servicio y de sus propios pensamientos.
Graham “El Cerdo”, el rico hombre de negocios se sienta siempre con Blaise y su mujer Katharina en la mesa diez. Tom Sellers, el juerguista marchante de arte y sus amigotes, mesa trece. Y también está la viuda Knipschild, otra imagen de lo que ya no es. O el famoso actor al que han pillado mintiendo. Y la Damisela, por supuesto, la mujer más bella del local y fuente de deseos ocultos y compartidos. También está Edgar, amigo del camarero, y Anna, de ocho o nueve años, que es la hija de Edgar y se convertirá, sin darse cuenta, en pieza principal de la estupenda metáfora con la que se cierra la novela.
Todos ellos son clientes habituales en The Hills, un local serio y distinguido que se convierte enseguida en un micromundo literario, un decorado que seguirá intacto a pesar de todo, puesto que son solo las personas las que cambian en realidad. Solo son ellas las que lo cambian todo. The Hills. Europa. La vida en un reservado restaurante de una ciudad cualquiera antes de que la pandemia los cerrara a cal y canto.
Por tanto, apúntese usted bien la comanda. Se trata de El camarero, de Matias Faldbakken. Duomo Ediciones. Estupenda y muy acertada oportunidad para seguir disfrutando de una de las literaturas europeas más interesantes hoy en día y que, todo hay que decirlo, sigue viajando en la gran ola de Knausgard y su interminable telenovela.