Hay veces que no sabes cómo encarar una reseña o cómo clasificar un cómic o incluso ambas cosas. Veces en las que acabas de leer algo que exige un reposo mental suficiente como para que puedas contar a todo el mundo la puñetera ida de olla que has terminado de leer, sin embarullarte, sin sufrir esa diarrea mental que aún desordena tu cerebro; para que seas lo obligatoriamente convincente como para inocular a la gente las ganas que tienes de que descubran algo que, por ser excesivamente underground, pueden llegar a perderse.
Y una vez recuperado, la primera cosa que te preguntas es: ¿qué coño se ha metido Mr. Kern para inventarse una historia tan… tan… tan así y tan loca que, para colmo, es su primer cómic? Porque es que la verdad es esa; todo el cómic es una mezcla de personajes famosos y anónimos, una trama imposiblemente real, lleno de mala uva, y un conjunto tan desagradablemente atractivo como lleno de oxímoron doquier.
Esta extraña y gamberra fábula sin moraleja comienza cuando Alain Lluch, responsable de la última cagada publicitaria para las albóndigas de la empresa de carne procesada para animales en la que trabaja, es “degradado” al departamento de carne picada.
Cuando llega a su casa intenta en vano descansar un poco, pero su mujer, Susan Boyle, no hace otra cosa que tocarle las pelotas cantando la de “Es una lata el trabajar”, de Luis Aguilé y por no aguantarla sale a dar una vuelta. Será entonces, al pedir un kebab, cuando su vida cambie por completo de una manera inimaginable.
Alain Lluch enmendará su error empresarial, se convertirá en el empleado del mes, en la empresa el dinero entrará a raudales y el jefe lo agasajará con el champán más caro del mundo y con putas.”¡Claro que sí, cagondiós!”
A partir de aquí la espiral de la locura se retorcerá más aún y encontraremos caniches morados antropomórficos, supermusculados y con rabazo también. (También musculado y antropomórfico). Zoofilia, los lagartos de “V”, el encantador de perros César Millán, Sigmund Freud, Maradona, anillos gástricos, vómitos y diarreas, vacas superinteligentes, los personajes de la serie de los ochenta Érase una vez el cuerpo humano, peleas, Larry Bird e incluso un homenaje a El planeta de los simios. Ahí queda eso. Un montón de guiños al lector, de cierta edad algunos de ellos, por cierto, que enriquecen, ¡y de qué manera!, la lectura. A ver quién es el guapo que lo supera.
El dibujo es tema aparte. En ocasiones parecen pinturas hiperrealistas, sobre todo los retratos a toda página. Kern pinta bien y pinta bonito, a pesar de que muchas veces lo que pinta no son precisamente escenas renacentistas sino más bien, gores, escatológicas y de ese palo. Eso sí, pintadas con mucho mucho arte y muchos colores bonitos y alegres. El contraste es similar al de contemplar un bello unicornio blanco vomitando y defecando un arcoíris multicolor. O al revés.
Por supuesto, tras esta grotesca historia satírica no es nada difícil encontrar la crítica a la sociedad consumista y capitalista, a las grandes corporaciones en las que todo vale con tal de aumentar beneficios aunque sea a costa de la salud, a la codicia desmedida en la que solo cuentan los resultados… Un retrato de los tiempos que nos ha tocado vivir, vaya, a lo bestia.
La edición es muy curiosa, con unas tapas duras, pero duras de verdad, con las esquinas redondeaditas, y papel del bueno, del que hace ruido al pasar la página. Vamos, que Autsaider no ha escatimado y hasta un póster nos han regalado.
¿Qué más puedo decir? No tengáis miedo, no receléis de mis comentarios sobre lo gore y lo escatológico y acercaos a este cómic porque, palabrita, es un cómic cojonudo que, como mínimo una sonrisa te va a arrancar. Pocas veces te vas a encontrar algo tan irreverente y políticamente incorrecto y, por desgracia, parece que cada vez menos.
Una paja mental de cuidado.