El cementerio de barcos, de Paolo Bacigalupi
En un futuro duro, violento y medioambientalmente aterrador pero no exento de humanidad y esperanza, muy en sintonía con su anterior novela, la premiada La chica mecánica, Paolo Bacigalupi nos trae en este Cementerio de Barcos una trepidante historia cuya mayor virtud probablemente sea que el lector encontrará en ella lo que desee buscar, porque es una interesante reflexión sobre el futuro al que nos vemos abocados y sobre la naturaleza humana en la misma medida que es una historia de aventuras, un chico-encuentra-a-chica, una historia de contrastes, de ricos y pobres, de malos y buenos.
El trabajo de ambientación del Cementerio de barcos es extraordinariamente brillante, pero además el autor dosifica inteligentemente el escenario, aparece según los protagonistas lo surcan y lo vamos descubriendo conforme avanza la historia. No pierde tiempo Paolo Bacigalupi en descripciones para hacernos ver una realidad nueva, simplemente la historia avanza y el mundo que describe con él, como si en realidad transcurriese en nuestros días y conociésemos sobradamente el lugar, porque tal vez lo conozcamos y el brillante trabajo en la verosimilitud que el autor lleva a cabo sobre un escenario, por probable, en el fondo sobradamente conocido, imaginado o temido por todos nosotros.
Esta magnífica construcción del escenario de este Cementerio de barcos es muy distinta de la labor de construcción de los personajes, apenas esbozos aunque (o preciosamente por ello) creíbles y coherentes, y además entraña un riesgo, que el escenario se coma la escena. Pero no ocurre así, y no pasa en parte gracias a la inteligente dosificación de la que hablaba en el párrafo anterior y en parte porque ambas cosas (escenario y personajes) redundan en el ritmo trepidante y la fluidez propios de una absorbente novela de aventuras, porque hay acción y aventuras, claro. Sólo Nailer, el protagonista, está un tanto más trabajado por la relación con su padre, uno de los hilos conductores de la novela, pero uno bien puede quedarse con ganas de saber más: hay personajes a los que la escasa construcción beneficia porque los rodea de un halo misterioso muy conveniente, como es el caso de Sadna, la madre de Pima, pero hay otros que son todo un filón, como los mediohombres en general y Tool en particular, que bien podrían dar para mucho más porque en su propia naturaleza (seres extraordinarios creados por ingeniería genética con genes de hombre, perro, tigre y hiena) llevan en el alma una radiografía de la condición humana que o bien el autor no aprovecha, o bien le deja el trabajo al lector, algo más o probable.
Y esta última cosa es de las virtudes que más me gustan de este cementerio de barcos. Tiene ritmo, acción y suspense de best seller, de forma que quien sólo busque evasión la puede encontrar en él, pero plantea además una serie de temas, especialmente psicológicos (desde el maltrato infantil a la drogadicción, la codicia, la traición o la violencia) y ecológicos (si es que éstos no son sinónimos en este caso) que el lector que guste de la reflexión puede exprimir con sumo placer.
Andrés Barrero
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