El cielo ha vuelto, de Clara Sánchez
Ganador del Premio Planeta 2013
La belleza es un arma de doble filo. Nos hacer acercarnos a la gente, pero a la vez crea ese halo de distancia que se asemeja a una barrera infranqueable. Se suele decir que la gente guapa (lo que quiera decir eso) lo tiene más difícil a la hora de entablar relaciones que merezcan la pena. No sé si será verdad. Pero me pongo a divagar sobre el tema y pienso que quizá, sólo quizá, haya algo de razón en el planteamiento. ¿Es la gente que creemos bella más desgraciada? ¿Todo lo que les suceda pasa por el filtro de su apariencia? El cielo ha vuelto no es una oda a la belleza, o al menos no a la belleza que se puede contabilizar en ojos de determinado color, cánones de medidas perfectas, o un trabajo que, aupando a la persona a las cumbres del éxito, le obliga a permanecer con esa belleza inalterable que se presupone a ciertas personas. Este es un libro que reproduce la crudeza de un mundo que, lleno de caos y mala suerte, nos propicia encontrar los pequeños oasis que tarde o temprano tienen que llegar, tienen que existir, tienen que hacernos sentir, porque sino, tras pensarlo detenidamente, y por mucho que la belleza sea importante, estaríamos completamente muertos.
Patricia es una modela de éxito. Lo tiene todo. Pero un buen día, en un vuelto turbulento, una persona especialmente sensitiva le dice que alguien quiere que muera. Su vida, desde ese momento, se convertirá en una pequeña bomba que hará estallar los cimientos sobre los que se había sustentado su vida.
El principio de esta reseña iba a ser diferente. Y lo iba a ser porque yo soy un firme defensor de los Premios Planeta. Y es que, en esta ocasión, quizá la polémica ha suscitado más conversaciones de lo que se merecerían unos premios que, en honor a la literatura, tendrían que aprovechar el tirón para democratizar más la literatura. E iba a empezar diferente esta reseña pero lo he hecho así porque desde aquí reivindico la prosa ágil y descarnada de Clara Sánchez, autora que ya me ganó con sus anteriores novelas y que en esta ocasión firma una obra que crea un debate interno fantástico: ¿es el destino creación de algo que no se puede ver o nos lo creamos nosotros mismos? Sepan que yo soy de la opinión de que la vida se forma con pequeños detalles que nos hacen seguir adelante. Puede ser la sonrisa de alguien a quien queremos, un trabajo que conseguimos que nos reafirma en que valemos, un sonido producido a tiempo para que nos descubramos en un rincón completamente nuevo a lo que conocemos, en definitiva, esos pequeños lugares que se convierten en tesoros. Y quizá, en esta novela, uno de esos lugares sea Viviana, que no es protagonista, pero sí personaje central, por haberse convertido en esa persona llena de luces y sombras que somos todos y que se contradice, que se convierte en una amazona en este universo de decepciones, que ayuda a Patricia, a esa modelo que alguien quiere eliminar de la realidad, por el simple hecho que alguien ha creído en ella por primera vez en su vida. Ese es el regalo de esta novela, merecedora del Premio Planeta 2013 por el buen hacer de una escritora que avanza a pasos agigantados cada vez que una novela aparece en el mercado.
¿Somos, entonces, aquellos que siempre fuimos o cambiamos a medida que nuestra vida avanza? Me encanta el movimiento, cambiar, ser diferente según la vida me va proponiendo nuevos retos. Y El cielo ha vuelto, que comparte, o eso creo yo, la combinación de luz y oscuridad que reina en las plateas de este mundo, nos dirige hacia nuestro interior, a que nos conozcamos más, a que entendamos que todo lo que tenemos no es todo lo que somos, que más allá de lo que ven nuestros ojos, en ese resquicio que se ha dado en llamar, el punto ciego, nos esperan muchas más historias que conocer, que detallar, que cincelar, para que nos convirtamos en alguien completamente distinto. Hay personas que tienen miedo a los cambios, pero éstos son solamente una pequeña variación, un pequeño cambio de rumbo en lo que teníamos establecidos de antemano, y eso no es malo, sino todo lo contrario. El cambio, como lo que nos propone Clara Sánchez en esta novela, es algo así como la exploración de cada centímetro de nuestro cuerpo, intentando descifrar los códigos que nos han llevado a donde nos encontrábamos, a donde nos habíamos perdido, a donde la vida dejó de ser un baile, para convertirse en un pequeño teatro de marionetas. Porque la vida no tiene sentido hasta que no sepamos quiénes somos nosotros. Esa es la magia que se encierra aquí.