No sé si coincidiréis conmigo en que la palabra divorcio en un título, sea éste tanto el de un libro como el de una película, le confiere a la obra cierto tono de comedia de enredo. Si no me creéis, echad un vistazo a algunas de las infumables españoladas que inundaban nuestras pantallas a principios de los 80 y veréis que divorcio, humor chusco y destape iban siempre cogiditos de la mano. Me disculpará, allá en el cielo, Kazuo Kamimura, por comenzar la reseña de esta gran novela gráfica con la mención de semejantes bodrios, pero he pensado que las tribulaciones de Yuko y el Club del divorcio que regenta no están del todo exentas, a diferencia de aquel cine patrio, de cierto sentido del humor amargo, resignado y sutil, que es lo único que nos puede ayudar a sobrellevar lo que, con frecuencia, es un episodio duro e incluso trágico para quien lo vive.
Ya en sus primeras páginas, El club del divorcio nos muestra tres de sus rasgos fundamentales. Nos enfrenta, de buenas a primeras, con el machismo de la sociedad japonesa, un aspecto en el que, desde luego, no nos conviene hacer hincapié, pues en todas partes cuecen habas (y creo que España, por los años en que se publicó esta obra, no tenía mucho de qué presumir). El club en cuestión es un bar de copas en el que van a recalar mujeres divorciadas que intentan apañárselas para sobrevivir, en este caso, como mujeres de compañía. Sin embargo, también desde el primer momento nos damos cuenta de que, lejos de apocadas víctimas, estamos ante unas mujeres fuertes, que no se resignan a dejarse llevar por el destino sino que luchan por hacerse con las riendas.
El tercer aspecto que queda patente desde el primer momento es el impresionante sentido de la composición y la perspectiva de Kamimura. Qué me decís, si no, de esa primera presentación del club, en las páginas 6 y 7, donde aparecen, como quien no quiere la cosa, todos los personajes y elementos relevantes del primer capítulo. O ese contraluz de 215-217. O esas perspectivas de la página 54 o la 303. Y así, una página tras otra el arte del autor nos deslumbra por su originalidad, su eficacia narrativa o, simplemente, su belleza. No hay duda de que Kamimura. como cualquier mangaka que se precie, aprendió lo suyo del maestro Tezuka, pero también se recogen aquí las influencias de genios del cine como Ozu, Welles o Eisenstein.
Nos habla Kamimura en esta novela de la vida de un grupo de almas abandonadas y solitarias que, como he señalado más arriba, intentan rebelarse contra la sociedad, la familia o el destino, en una lucha siempre desigual y que nunca acaba de hundirlos de manera definitiva. Puntúan la obra una serie de oportunos datos estadísticos que, al tiempo que nos ayudan a entender ciertos aspectos de la trama, vierten luz sobre la situación de la mujer en la sociedad japonesa. Entre esos datos tenemos, por ejemplo, el índice de suicidios, con sus métodos y causas, entre las mujeres de compañía; las cifras de bodas y divorcios en el año 1974 (año de publicación de la obra), la experiencia sexual de las mujeres de 20 años, o la intención de las mujeres divorciadas de volver a casarse. Y así, poco a poco, viñeta a viñeta, con episodios cerrados que, al mismo tiempo, se hilvanan perfectamente uno con otro, se va levantando ante nuestros ojos la impresionante personalidad de Yuko, cuyo retrato psicológico, presentado con exquisita sensibilidad, nos muestra a una mujer a la que nunca llegamos a conocer en toda su complejidad, y que, grandeza del autor, nos da la sensación de que va descubriéndose a sí misma junto al lector.
En el debe de esta edición, mi obligación mencionar algunos errores de traducción, en particular catalanismos como “habían billares”, “explicar” una historia, o una madre que “padece” por su hijo. Asimismo, pese a la abundancia de notas a pie de página, el lector se queda perplejo ante ese inexplicable “¡hurra!” de la página 176. Pero nada puede empañar la inmensa calidad de este El club del divorcio, una obra monumental, a la altura de los mejores retratos de una dama que nos ha brindado la literatura. Esperando con expectación el segundo volumen.