El coleccionista de atardeceres, de Óscar Guerrero

 

El coleccionista de atardeceresYa saben que me suelo dejar llevar por cosas muy variadas para seleccionar mis lecturas. En esta ocasión ha sido definitivamente el título del libro, ni tan siquiera miré la contraportada; y en cuanto a la portada puede parecer poco llamativa para los que no son amantes de la fotografía, pero interesante para quienes se fijan en los pequeños detalles que marcan la diferencia entre una imagen y una obra de arte.

El coleccionista de atardeceres es, así, de entrada, una brillante novela, una historia en la que Óscar Guerrero nos lleva desde el Madrid de hoy hasta el París ocupado de la Segunda Guerra Mundial. También viajamos por otras ciudades como Barcelona y Hamburgo…  Incluso es posible que cambiemos de continente ¡Pero no les voy a contar todo!

Es una novela negra, donde la intriga nos acompaña por todas y cada una de sus páginas, una historia en la que reconocemos la Europa de hoy pero también aquella oscura Europa de los años cuarenta.

Cuando hablamos de París hablamos de pintura, de dibujo, fotografía, de moda, cine, literatura, de luz, hablamos de arte en general; y si hablamos del París ocupado, seguimos hablando de todo eso pero sin luz, porque a nadie se le escapa que también debemos hablar de lo peor que rodea en general al mundo del arte, y fundamentalmente del expolio que sufrieron las familias judías de sus colecciones de arte por parte de los nazis, con el silencio y el mirar para otro lado de la mayoría de los que con ello se lucraban, fueran o no de ideología nazi. El arte, como el dinero, mueve las más bajas pasiones.

Andrea, a la muerte de su tío Jürgen, en 2007, y ya como mayor accionista y heredera, debe ponerse al frente del gran imperio empresarial de su familia con sede en Hamburgo. Entre los legados recibidos en el testamento de su tío se encuentran, además de las acciones de la empresa, una impresionante colección de obras de arte. Para replantear el cambio que va a tener que dar su vida necesita rodearse de personas de suma confianza entre los que encontraremos a Hans, Marc y Topo, que formarán con ella el sólido equipo que deberá desentrañar un gran misterio. A través de ellos llegaremos a conocer a los más curiosos y oscuros personajes del pasado: Andrew Preston y Ángela Bonafonte.

La amistad de Andrea y Marc viene de una antigua relación amorosa entre ambos, pero como con el resto de su equipo lo que prevalece es la relación de amistad y confianza. Es difícil decidir a lo largo de la vida quiénes son las personas en las que podemos confiar y apoyarnos, pero yo creo que todos hemos tenido o tenemos amigos con los que nos vemos dos o tres veces al año pero que sabemos que allí estarán para lo que haga falta, y los reencuentros siempre son momentos felices.

El inicio de El coleccionista de atardeceres, como pueden ver, nos mete directamente en faena, así será a lo largo de toda la obra, un narrador entretenido y directo que va dirigiendo nuestra mirada y nuestros pasos:

“Madrid, febrero de 2008

Si todo cuadro es un enigma, el que tenía Sara López sobre su caballete lo era por partida doble. La restauradora remojó el pincel en el pequeño cuenco con agua y, tras escurrirlo, lo dejó con delicadeza en la tabla de madera sobre la que descansaban en aparente desorden alcoholes, bastoncillos de algodón, pinceles y otros utensilios de restauración. Después, con calma, se quitó los guantes mientras repasaba por última vez la zona del cuadro en la que había estado trabajando los últimos días…”

Pinturas y fotografías, presente y pasado, misterios y enigmas… Y personajes, muchos y muy variados, y todos interesantes y bien perfilados, teniendo profundidad aquellos sobre los que más peso literario recae. El autor sabe mantener durante las casi quinientas páginas que tiene el libro la intensidad de la trama y el interés activo, e incluso podríamos decir adictivo, del devenir de la historia, por lo menos en mi caso, y sin descuidar en ningún momento la calidad literaria de la obra.

Óscar Guerrero va desenvolviéndonos este regalo literario, desentrañando la historia sin prisa, porque estamos ante un libro que se lee con placer, yo me he dejado arrastrar por distintos tiempos y lugares siendo observadora privilegiada de diversos actos del pasado que han trascendido a la actualidad. Y eso es lo bueno, fiarte del autor y dejarte llevar.

En El coleccionista de atardeceres lo que pesa es el misterio de la historia que nos van desentrañando, cuando parece que ya está desvelada siempre queda un fleco abierto con el que debemos continuar hasta dejarlo perfectamente cerrado. Finalmente al lector queda con la sensación de que ya está todo dicho, de que todo cuadra y puede cerrar el libro… Y pensar.

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