Nueva York, la Gran Manzana, la ciudad que nunca duerme, la capital del mundo… podremos llamarla de mil maneras, pero lo que está claro es que todos tenemos una imagen clara de Nueva York cuando nos la nombran. Y es que la ciudad de los rascacielos se ha convertido en un referente cultural, político y social tan relevante en el último siglo que incluso los que, como yo, no hemos tenido la suerte de pasear por sus calles, creemos saber tanto o más sobre ella que un neoyorquino de cuna.
Entre mis futuros viajes siempre está presente conocer Nueva York. Sin embargo, año a año termino postergándolo por otros destinos cuya visita me parece más irrealizable en el futuro. Y mientras mantengo la idea de que Nueva York estará siempre ahí esperándome, yo no pierdo ocasión alguna de leer cualquier libro que esté ambientado o tenga como gran protagonista a esta ciudad. Es por eso que un libro como El coloso de Nueva York estaba destinado a quedarse en mi pequeña biblioteca. Además, se añaden las ganas que tenía de conocer a su autor, Colson Whitehead, cuyo desembarco en España viene de la mano de su última novela, El ferrocarril subterráneo, galardonado con el Pulitzer y el National Book Award. Pero centrémonos mejor en Nueva York…
“No escuches nunca lo que la gente te cuente de Nueva York, porque si no lo presencias, no forma parte de tu Nueva York y lo mismo daría que fuera Jersey.”
Este es uno de los primeros consejos que da el autor a todo aquel que lee su libro. Una frase así, de primeras, puede llegar a descolocar mucho. Sin embargo, da una idea de lo que podemos encontrarnos en los capítulos sucesivos. Porque de lo que uno se da cuenta al leer El coloso de Nueva York es que estamos ante un libro distinto, una guía de viajes poco convencional. Colson divide el libro en trece pequeños relatos, trece visiones diferentes que forman un mensaje uniforme sobre esta ciudad multicultural. No estamos ante el relato de un viajero fascinado por el frenesí de Manhattan; estamos más bien ante la visión personal y reflexiva de un neoyorquino puro, que conoce esa ciudad turística pero también la ciudad en la que se trabaja, se vive y se sufre los 365 días del año.
Colson Whitehead tiene un estilo muy personal. Su prosa está compuesta de frases cortas y contundentes, llenas de fuerza. Con él conocemos los barrios de la ciudad, las costumbres y el modo de pensar de muchos vecinos suyos. No veremos consejos para el turista, tampoco largas conversaciones con comerciantes o compañeros de asiento en el metro. Pero, aun así, el libro está lleno de emociones, de sensaciones. Y de todo ello se desprende una sensación dividida. Se nota que el autor ama Nueva York, aunque en muchos de sus pensamientos se desliza algo de odio por el ritmo de vida de la misma. Pero eso no es negativo. ¿Acaso nosotros no odiamos y amamos a partes iguales a nuestras ciudades?
“Esta ciudad es una recompensa por todo lo que te permitirá alcanzar y un castigo por todos los crímenes que te forzará a cometer.”
Esta frase resume a la perfección esta dualidad tan presente en todos los capítulos. El retrato que Colson Whitehead hace de Nueva York es el de una ciudad eterna, frenética y siempre animada. Es un tren de mercancías que no para y que te arrolla si te quedas despistado. Esto puede ser una cualidad negativa, pero para otros ahí reside el encanto que hace a esta una ciudad única. Y mientras sigo esperando mi futuro viaje a esta gran ciudad, libros como El coloso de Nueva York me ayudan a formarme una idea mucho más global de lo que allí me espera.
César Malagón @malagonc
1 comentario en «El coloso de Nueva York, de Colson Whitehead»