Reseña del libro “El combate interminable”, de Juan José Flores
Un día, allá por el mes de febrero de 2019 (a.C-19), conocí en Madrid al escritor barcelonés Juan José Flores, al que invité a participar en un nuevo capítulo de Los Diarios de Lalo Cura, un nuevo episodio de un podcast que puse en marcha en 2018 y donde maceraba con esmero (pero muy poca paciencia) los mejores relatos de grandes autores de siempre con buena música de fondo, y en el que realizábamos, en aquel momento, un recorrido por algunos de los ejemplos que existían y en los que, de alguna forma, se unía la literatura con el jazz, ya que Juan José Flores acabada de ganar el II Premio Internacional Ramos Ópticos al mejor relato de Jazz.
Aquella conversación tan sosegada e interesante, aquellas voces nuestras que recorrieron los micrófonos y los cables y acabaron almacenadas en un archivo de audio mp4, el ruido de las cucharillas de la cafetería también, el de las sirenas y los bocinazos que llegaban tenuemente tras las cristaleras del Hotel, todo aquello, quedó para siempre reposando en una aplicación para quien quisiera escucharlo y hoy, después de terminar de leer la nueva novela de Juan José Flores, El combate interminable, que ha sido publicada por Navona, y tal y como hizo Germán Valdés, el personaje principal de la misma, cuando rescata una vieja cinta en la que quedó grabada su conversación con el escritor Jorge Luis Borges en ese coche con el que transportó al genial escritor por las calles de la Barcelona de 1980, justo hoy, decía, yo también he querido volver a escuchar esa entrevista, trasladarme a ese momento a través de las voces y de las palabras que ambos pronunciamos esa mañana, tan reconocible pero a la vez tan extraña hoy en día, tres años y una pandemia después.
En un momento de la entrevista, Flores cita también al propio Borges cuando este dijo aquello de que el escritor “solamente cuenta con las deleznables palabras”, y únicamente con eso. Hoy he recordado, de nuevo, que esos deleznables símbolos escritos (y también sonoros) pueden ser, incluso, lo único que nos queda de todo aquello que pasaba antes de que pasara todo esto. Una cinta con la voz de Borges. Una entrevista. Unas voces alegres y ajenas a todo lo que se nos venía encima.
Un mundo distinto. Como el que le relata Valdés a Borges.
Y no podía ser de otra forma que de esta, con las palabras (y también con muchísimo oficio tras una carrera literaria de más de dos décadas llena de éxito), como Juan José Flores ha escrito esta apasionante historia en la que, como es ya habitual en su literatura, las historias se entremezclan magistralmente para contarnos, en realidad, que a lo largo de la vida hay muchos y diversos combates; para recordarnos que unos se ganan pero que otros muchos se pierden irremediablemente. Y, sobre todo, para decirnos (sin decirlo, claro) que se puede perder un combate, el último o el más importante quizás, pero que siempre hay diferentes formas de hacerlo. Que, quizás, lo más importante sea llegar entero al último asalto, mantenerse en pie cuando suene la campana o, en todo caso y si no queda más remedio, aprender a saber caer al suelo. Y entonces, seguir peleando. Levantarse con dignidad y orgullo y volver a ese combate interminable contra todo, pero sobre todo contra uno mismo, que es la propia vida.
El combate interminable, además de una novela con una potentísima metáfora detrás de su historia de boxeadores, es un emotivo homenaje que Juan José Flores hace a la increíble historia de Josep Gironès, más conocido como El Crack de Gracia, un icónico y famoso boxeador barcelonés, republicano, que puso en pie a media Europa en los años 30 y que fue perseguido y vilipendiado posteriormente por el régimen franquista tras su victoria en la Guerra Civil. A pesar de su desaparición y de su obligado exilio, las gestas pugilísticas de El Crack de Gracia le convirtieron en un mito para muchos niños y jóvenes de la Barcelona de postguerra. Niños y jóvenes como Germán Valdés, que también llegaría a ser boxeador y que posteriormente, y ya retirado, sobrevive como chófer de un siniestro magnate de los negocios. En uno de sus trabajos de conductor, se verá llevando el coche que trasladará al escritor Jorge Luis Borges en una de sus visitas oficiales a la ciudad Condal, en el año 1980.
Todo lo que hablaron Valdés y Borges, todo lo que el ex boxeador reconvertido en Cicerone ocasional le contó al escritor en aquellos trayectos sobre la Barcelona de antes de la guerra y sobre El Crack de Gracia, lo estuvo a punto de ocurrir en ese coche,…todo quedó grabado para siempre en una vieja cinta de 1980, igual que nuestra entrevista con Juan José Flores en Madrid hace ya tres o cuatro años.
Ahora, muchos años después, Valdés (igual que me ha pasado a mí hoy) quiere volver a escuchar las voces del pasado, aquellas palabras inmortales por última vez y justo antes de su último, peligroso e interminable combate.
El combate interminable es una novela que nos lleva sin aliento del primer asalto al último en esa lucha que mantienen una serie de estupendos personajes, unos reales y otros ficticios (algunos, las dos cosas), contra sus propios fantasmas. Y es aquí cuando uno se da cuenta que es justo al final, cuando las piernas flaquean, cuando la mirada se nubla y la guardia está más baja que nunca, el momento en el que las “deleznables palabras” de las que hablaba Borges pueden salvarnos la vida o, cuanto menos, pueden ayudarnos a llegar enteros, y una vez más, a la silla de nuestro rincón.