“El compañero de piso de mierda”, de Varios autores
¿Has compartido piso alguna vez? ¿Te has enfrentado a la ardua tarea de no querer matar a alguno de tus compañeros? ¿Has decidido que, después de compartir casa, vivir solo es algo así como entrar en éxtasis? Pues enhorabuena, El compañero de piso de mierda es tu libro. Si, por el contrario, estás planteándote compartir cocina, baño y salón; si el dinero que ganas a final de mes sólo te permite pagar por una habitación en un piso compartido; si te has metido en páginas web donde por cada piso increíble que no puedes permitirte has visto cuchitriles por los que pretenden cobrarte un ojo de la cara, enhorabuena de nuevo porque este es tu libro para identificar lo que estás a punto de descubrir dentro de un ecosistema tan bizarro como necesario: el arte de compartir piso. Y es que no hay nada mejor que tomarse las cosas con humor, a veces negro, a veces blanco, en ocasiones gris, y la convivencia no deja de ser una fuente inagotable de problemas – porque los hay, no lo vamos a negar ahora – pero también de situaciones que parecen sacadas de un capítulo de Expediente X y que te dejan la sensación de estar viviendo en una película cómica con tintes de terror. Errata Naturae nos ofrece este manual con el que sabremos ver, desde lejos, cómo son nuestros compañeros de piso de mierda. Y si no los sabemos ver, como bien dice una de las leyes que aparecen en este libro: si no tienes un Compañero de Mierda en casa, eres tú.
Hay momentos en los que un libro se elige por motivos que van mucho más allá de la necesidad de leer una buena historia, una obra bien armada, construida, y que consiga que compartamos con los protagonistas nuestro tiempo y vida. Hay ocasiones en las que se elige un libro porque casa a la perfección con la realidad que estás viviendo. El compañero de piso de mierda llegó a mis manos porque yo he empezado a compartir piso hace poco, apenas cuatro meses, y aunque mi experiencia haya sido agradable y sin ningún contratiempo digno de mención, me interesó ver qué es lo que habría podido encontrarme de haber sufrido en mis carnes todo lo que se cuenta en este libro. Y es que cuando uno abre el libro, sin saber muy bien por qué, empieza a reírse. Con una de esas risas nerviosas que no sabe muy bien de dónde ha salido, como si no pudieras evitarlo, ya que cuando es a los demás a los que les suceden las cosas que aquí se cuentan, te sientes aliviado, como si que a otros les haya tocado el Compañero de Piso de Mierda (CDM) nos diera legitimidad para reírnos sin poder parar. Porque de eso es de lo trata este libro: de reírse sin importar que nos miren raro en el metro, por la calle, sentados en una terraza, o cualquiera que sea el sitio en el que nos encontremos, intentando saber cuál de esos compañeros de piso llenos de taras – y virtudes, que tenerlas las tienen – son los que nos han tocado en desgracia. Y es que reírse de las calamidades, de los terrores que amenazan más allá de las puertas de nuestra habitación, es algo tremendamente sano.
El compañero de piso de mierda nace de las experiencias que en una red social fueron sumándose día tras día. Y es muy posible que alguno, al leerlo, crea que muchas de las cosas que se cuentan sean invención o más propias de una realidad paralela. Pero eso es porque no habéis compartido piso. Porque al fin y al cabo, la convivencia con desconocidos es lo mismo que una relación de pareja: uno no sabe lo que es hasta que se mete, hasta el cuello, en ella. Comida que se pudre, objetos que aparecen sin saber muy bien cómo han llegado allí, familiares y novios que se adosan sin intención de irse, y todo un ecosistema donde se junta lo peor de cada casa, pero que en realidad nos hace gracia, una gracia que puede escaparse de la comprensión pero que es más sana que cualquier ejercicio. Y es que a veces leer se convierte en eso, en simplemente disfrutar de un entretenimiento que se acerca mucho a nuestra propia experiencia, o que simplemente haga que nos evadamos de todo lo que nos pasa por la cabeza. ¿Por qué no disfrutar de la lectura mientras reímos? Es un placer que se suele decir muy poco.