Las sagas son una daga de doble filo. Por una parte apasiona la idea de saber que a la historia que tienes entre manos todavía le queda un largo recorrido por hacer. Pero, por otra, el ansia de leer la continuación de una de las entregas a veces puede llegar a ser agotadora. Pero ese sentimiento, el de la necesidad de saber más, de volver a adentrarte en un mundo que ya te resulta familiar y que va a recibirte con los brazos abiertos, es de los más bonitos y anhelados que puede tener un lector. Pues bien, este verano me sumergí en la narrativa de Marie Rutkoski con La maldición del ganador, una historia que nos hablaba de poder, sometimiento, esclavitud, traiciones y amor. Sobre todo, amor. Como no podía ser de otra forma, el final de dicho libro fue de los que te dejan impaciente y buscando en el calendario la fecha de publicación del siguiente tomo. En este caso, la segunda parte, El crimen del ganador, ya estaba a la venta cuando terminé la primera, así que la espera fue corta y mi ansiedad quedó dentro de los límites saludables.
Cogí este libro con un poco de prudencia, debo decir. Normalmente, la regla de que “segundas partes nunca fueron buenas” no falla. Y más cuando se habla de una trilogía. Y esto tiene una razón muy lógica: el primer libro es la novedad, todo es sorprendente, todo es intrigante. Conocemos a los personajes con los que vamos a compartir horas y horas y nos vamos adentrando poco a poco en sus tramas. La segunda parte suele ser una etapa de transición. Con suerte, el ritmo no decae demasiado pero es una mera preparación ante lo que nos espera en el último tomo. Así, el final será explosivo, con un nivel de evolución de la historia más ascendente que el anterior. En este caso, podríamos decir que el libro sigue esta regla. Es un libro de transición, un preliminar antes de llegar al gran final. ¿Significa eso que es un mal libro? En absoluto. Es una parte totalmente necesaria para prepararnos ante lo que nos espera en El beso del ganador, el cierre de la trilogía.
Pero vamos a lo que nos interesa, la historia de Krestel. En esta parte, Krestel ya está en palacio. Aguarda su inminente boda con el heredero de la corona. Todo parece perfecto, va a tener una ceremonia preciosa, llena de flores y con un vestido que podría ser el deleite de cualquier chica. Pero lo cierto es que Krestel no está emocionada. Sabe que ahí fuera, dos reinos están combatiendo para sobrevivir. Sabe que detrás de los muros del palacio está Arin, aquel esclavo que le robó el corazón sin que apenas se diera ella cuenta y que hace que su futuro marido no sea para ella más que un extraño. A su vez, el rey ve en Krestel una espía perfecta y la hace infiltrarse para que destape todos los planes que le puedan afectar. Y, por si fuera poco, Arin se ve obligado a rondar las cercanías del palacio y a ver a la que fue la chica que le robaba el sueño a todas horas.
Podríamos decir que El crimen del ganador se divide en dos partes: en la primera la historia idílica entre Krestel y Arin es la protagonista. Nos ofrecerán momentos de esos en los que nos dejan con la miel en los labios y que harán que nos veamos diciendo a gritos “¿por qué no se juntan de una vez?”. Y en la segunda parte, encontraremos una historia mayormente política, donde las controversias entre los dos reinos será lo que nos tenga con los ojos pegados al libro. Como vemos, es una trama parecida a la anterior, aunque con otros escenarios. Pero los temas claves seguirán siendo los mismos y donde, por supuesto, el amor imposible y prohibido será el gran protagonista.
Yo he tenido la suerte de haber descubierto esta saga un poco tarde. Leí el primer libro hará unos tres meses, ahora acabo de terminar el segundo. Y —nótese la gran sonrisa que tengo en mi cara en estos momentos— puedo decir que tengo en mis manos (literalmente) la última parte de la saga. Por lo que yo, que soy bastante impaciente en cuanto a libros se refiere, no voy a dejar pasar más tiempo alejada de su lectura y me voy a poner manos a la obra. A ver si por fin Krestel y Arin ven su amor realizado.