Cuando en 1998 José Saramago recibió el Premio Nobel de Literatura, la Academia Sueca resaltó su capacidad para “volver comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía”. Considero que esta afirmación es una perfecta definición de toda su obra y que al mismo tiempo puede aplicarse a aquellos grandes escritores que sin decir nada directamente, nos dejan un mensaje profundo y lleno de significado, que tal vez se escape a la primera lectura.
Me estoy refiriendo, claro, a aquellos grandes libros (se me viene a la mente Ensayo sobre la ceguera, del mismo Saramago, o Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez) que ante una lectura superficial nos ofrecen una bonita historia de fácil comprensión con principio, nudo y desenlace y un final cerrado, pero que, sin embargo, en la relectura profunda y analítica, en ese reencuentro con el texto, dejan entrever todo un tesoro de parábolas, significados y mensajes secundarios que convierten un libro común en una obra de arte, que hacen de un autor uno más o uno inolvidable, que marcan la diferencia entre escribir y ser escritor. Cualquier persona podría afirmar que Cien años de soledad es la historia de varias generaciones de una familia signada por la tragedia y la soledad, y no sería incorrecto hacerlo, aunque un análisis más profundo nos lleva a la realidad, esa que deja ver que los Buendía (con sus Aurelianos y sus Arcadios) conforman no la historia de una familia, sino el devenir histórico de toda Sudamérica.
“…pero quiero encontrar la isla desconocida, quiero saber quién soy cuando esté en ella, No lo sabes, Si no sales de ti, no llegas a saber quién eres…”
El cuento de la isla desconocida es un ejemplo claro de libro profundo, con más de un significado, compactado en apenas 72 cortísimas páginas. Y puedo asegurar que (me voy a permitir el uso de una frase remanida) es un libro apto para todo público. Si un niño de 10 años lo leyera, encontraría una bonita historia de amor, en la que un hombre solicita insistentemente un barco al Rey, quien tras negarse termina por ofrecérselo. El hombre afirma que usará el barco para encontrar una isla desconocida y allí se hace a la mar con la compañía de una señora que trabajaba para el Rey con el objetivo de conseguirlo. Finalmente lo conseguirá o no, pero eso ya es algo que no contaré para no arruinar la sorpresa o hacer “spoilers” como se usa decir en estos tiempos de enamoramientos hacia las palabras ajenas.
“Y no ignoro que todas las islas, incluso las conocidas, son desconocidas mientras no desembarcamos en ellas”
Pero estamos ante Saramago, que siempre dice más de lo que dice; es entonces cuando al bucear entre sus palabras, uno empieza a ver que el barco es la persona, que el Rey la burocracia, que los marineros aquello de lo que hay que desprenderse, que la mujer es el apoyo ante la incertidumbre y que todos juntos conforman el proceso de introspección, de autoconocimiento psicológico, de maduración. Que todos somos islas y que tenemos que conocernos para reconocernos. Que todo se trata de un viaje con destino a uno mismo.
“…primero tienes que ver tu barco, sólo lo conoces por fuera, Qué tal lo encontraste, Hay algunas costuras de las velas que necesitan refuerzo…”
Leer este hermoso cuento de cualquiera de las dos maneras puede entonces compararse con hacer un crucero sin detenerse más que en los puertos de las diferentes ciudades: uno podrá decir “estuve ahí” pero jamás podrá afirmar “conozco ese lugar” Como amante de la buena literatura, siempre recomiendo bajarse en los puertos, llenar de polvo las zapatillas de tanto andar, respirar, sentir, tocar… leer de verdad.
Con hablar de un libro de Saramago y mencionar a García Márquez y su “Cien años de soledad”, a mí ya me has ganado, ya que son dos de mi referentes literarios. Tengo pendiente este cuento de Saramago, del que ya llevo leídos más de una decena de libros. Este lo había postergado por ser un cuento “corto”, pero tras tu reseña me han entrado ganas de leerlo pronto. Preciosa reseña. 🙂
Hola Esther,
Muchas gracias por tu comentario y por halagar mi reseña. Quiero que sepas que me pasó igual que a ti, pensaba que ese cuentito sería apenas eso, un cuentito y lo iba postergando. Pero no hay con qué darle: cuando un autor es bueno, como Saramago o Gabo, hasta lo más mínimo que hagan se convierte en un diamante. Te recomiendo leer este cuento tres veces y te sorprenderá cómo va cambiando y mejorando. Es muy corto, en media hora lo lees. Un saludo y gracias por visitarnos =)
Roberto mucho gusto, primera vez que leo algún comentario tuyo, bueno eso es porque no soy mucho de leer, te contaré que puse en google comentario de… y saliste tu, bueno te repito, no soy gran lector, pero sabía que al Sr. Saramago le habían entregado el Premio Nobel y cuando lo vi en una feria libre de Santiago de Chile no dude en comprarlo, me salté toda la larga biografía que hacen del autor. Empece como quien empieza leyendo una fábula de zorros, pero a medida que avanzaba en la lectura me daba cuenta como lo simple se iba complicando gratamente, pensé en Alicia….. así que quise saber opiniones de otras personas y llegué a vos.
Mi instinto tenía razón saludos. desde San Felipe, Chile. Un comentario por si eres futbolero. tengo un amigo que aparte somos compañeros de trabajo y cuando nos llamamos le digo Alo, Maidana…. y el me contesta: Que pasa Datolo… (jugadores de boca del año )