Reseña del cómic “El devorador de ilusión”, de Karim Friha
De joven mi suegro tenía un grupo de música. Dos veces en semana se reunía con cuatro amigos en un cutre local para ensayar las canciones que el fin de semana tocarían en alguna sala. Un día, uno de ellos no apareció. Cuando fueron a buscarlo, lo encontraron muerto. Se había suicidado. Así, sin decir nada, después de un tiempo deprimido. Este suceso se lo contó mi suegro a su hijo muchos años después de que le ocurriera y aún seguía compungido: “¿Cómo no me di cuenta?”, “¿por qué no dijo nada?”, “¿podría yo haber hecho algo?” Estoy convencida de que estas preguntas propias de cualquier laberinto, en este caso son una ciénaga que te puede ahogar, pero que es necesario atravesar. En este contexto sitúo el cómic de Karim Friha: El devorador de ilusión.
El devorador de ilusión aborda el problema de la depresión, que está mucho más extendido de lo que puedas pensar. Verónica Forqué, Andrés Iniesta o J.K. Rowling son solo la cabeza visible de los más de 300 millones de seres humanos que padecen o han padecido depresión en todo el mundo, según la OMS. España es el cuarto país de Europa con más casos de depresión. Afecta a más de 2 millones de personas, o sea, 1 de cada 4 presenta síntomas. Parece necesario hablar de ella y esa es una de las magias de los libros: facilitan las conversaciones.
En los últimos años, especialmente a partir del aislamiento forzado durante la pandemia, han surgido diversos proyectos artísticos que tratan de visibilizar la depresión. El devorador de ilusión cabe dentro de ellos. Es una especie de cómic fantástico de autoayuda, tipo “Un monstruo viene a verme”, que recurre a lo sobrenatural, para explicarte cómo se siente una persona deprimida y qué puedes tú hacer por ella. La protagonista es Rachel (un nombre delicioso, ¿verdad?), una joven de 16 años, que ha perdido a su padre, víctima de un cáncer, y está a punto de perder a su madre, caída en depresión. Todos los días va de casa al instituto y del instituto a casa para cuidar de su madre.
Hasta que una tarde el misterioso Doctor Adrián Stern le dice que su madre está siendo víctima del “devorador de ilusión”: un monstruo que se alimenta de tus recuerdos más bonitos, hasta convertir tu mente en un desolado paisaje, vacío y gris. Para acompañar en el proceso a su madre y ayudarla a salir, tiene que usar la extraña máquina del Doctor Stern, que permite meterse en la mente de la persona deprimida y acabar con el monstruo. No se tú, pero yo pagaría millones por una máquina así. De esta manera, a medio camino entre los Cazafantasmas y Pesadillas en Elm Street, emprende Rachel su particular odisea.
Con poco texto y de lectura fácil, El devorador de ilusión es un cómic de esos que se leen de una sentada. A pesar del estilo cartoon del dibujo, su combinación de colores oscuros con el amarillo de ojos monstruosos logra generar un ambiente tétrico, ideal para los amantes del terror. La situación es trágica y lograr una narración que no sucumba al drama es ya un éxito. Al final, el mensaje está claro: todo en la vida son procesos y es contraproducente negarlos. Ya que vas a tener que transitarlos, mejor que sea una gran aventura.