Si uno supiera únicamente de esta obra que es un diario de una dama de compañía de la emperatriz Shōshi en la corte imperial nipona alrededor del año 1005, ya sería suficiente atractivo como para acercarse a ella. Si además empezase a leerla en la librería:
A medida que el aire se vuelve más otoñal, la atmósfera de la mansión Tsuchi Mikado gana en indecible elegancia. Las copas de los árboles que rodean el estanque y las hierbas que crecen a la orilla del arroyo del jardín van poco a poco adquiriendo esos colores rojizos del otoño, de modo que el cielo, en casi toda su inmensidad, parece encenderse hermosamente.
Y se dejara seducir por su delicadeza y elegancia, y si además se uniese a lo antedicho lo cuidado de la edición, sin duda hermosa y completa (incluye poemas, árboles genealógicos, mapas de las mansiones…), sin duda acabaría en su librería. De modo que el libro en si mismo ya es un verdadero regalo, así que el dato autobiográfico que nos dice que la autora de El diario de la dama Murasaki lo es también del Genji monogatari, probablemente la más antigua de las novelas de la historia (data del año 1003, aproximadamente), una obra monumental considerada el Quijote oriental, podría parecer menos importante de lo que en realidad es. Y lo es no sólo por la evidente relevancia que desde el punto de vista literario tiene sino porque da buena medida del talento narrativo de la autora y de su cultura, que es importante porque explica que no se trata de una dama de compañía cualquiera sino de una que ejercía, probablemente oculta a los ojos de la corte, de tutora de la joven emperatriz, a quien enseñaba chino, lo que era muy necesario para un hombre pero mal visto en una mujer.
No es inferior
al frío de la escarcha
que al pato cubre,
el frío de esta casa
en la que tú no estás.
Tiene El diario de la dama Murasaki ese ambiente detallista y sutil que uno espera en una obra de las características y la época de esta, pero es muchas más cosas. La descripción de la vida de la corte y las relaciones entre las familias, los diferentes niveles de los nobles y todo lo que conllevan, el no siempre cordial trato entre las damas o el ejercicio del poder y sus intrigas son temas muy presentes en la obra. Su interés no sólo se refiere a las costumbres, a los que la autora vivió en primera persona, sino que tiene unas dimensiones histórica y literaria difícilmente soslayables.
Tiene varias partes diferenciadas, la más brillante es la que propiamente se deduce del título, la de diario, pero hay también una epistolar que es muy diferente en tono y estilo. Es una carta probablemente dirigida a su hija y es mucho más ácida que el resto. La explicación podría ser que el papel era un artículo de lujo y que se escribió en la parte de atrás de hojas del borrador del diario. Una más de las muchas cosas interesantes que descubre uno con esta obra (y su pertinente e interesantísimo prólogo).
Murasaki Shikibu es una incisiva observadora capaz de caracterizar a los personajes con gran profundidad psicológica en pocas palabras. El retrato de la corte es sumamente interesante, más si tenemos en cuenta que comprende un momento francamente excepcional, el nacimiento del heredero del trono. Sus propias relaciones familiares enriquecen el relato de forma que hace recomendable una lectura reposada y reflexiva para no detenerse sólo en la belleza del texto, sino en todo lo que de forma más o menos críptica esconde. Merece la pena el esfuerzo de detenerse en sus páginas y dejarse llevar por su embrujo hasta convertirse en un callado espectador de la vida secreta de la corte imperial, del trono del crisantemo.
Andrés Barrero
@abarreror
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