El Dragón, Rashômon y otros cuentos, de Akutagawa Ryûnosuke
Este discípulo de Natsume Soseki que se declaraba sin ganas de vivir pero con ganas de crear, encarnó una escuela literaria que daba preferencia a la forma sobre el fondo, protagonizando con ello una polémica literaria con otro grande de las letras japonesas, Jun´ichiro Tanizaki, cuyos Siete cuentos japoneses reseñamos aquí, quien defendía justamente lo contrario. Su vida tuvo una gran influencia en su obra, tal vez no tanto en la ambientada en el pasado, que se regía por unas normas bastante estrechas de fidelidad a la historia real y a los clásicos, pero sin duda sí en la ficción contemporánea. Y probablemente su miedo a la locura, que padeció su madre, fue determinante tanto en esas obras como en el trágico desenlace de su propia vida, ya que Ryûnosuke Akutagawa se suicidó en 1927, a la edad de 35 años.
Vivo ahora la más infeliz de las felicidades. Con todo y aunque resulte extraño, no me arrepiento de nada. Solamente siento lástima por todos aquellos con tan mala suerte como para que les haya tocado un mal esposo, un mal hijo o un mal padre como yo. Bien, digo adiós. En estas líneas no he intentado, conscientemente al menos, reivindicarme a mí mismo.
(Vida de un necio, 1927. Manuscrito póstumo)
De estos cuentos contemporáneos destacaría, de los incluidos en El Dragón, Rashômon y otros cuentos, el titulado “Puerros”, en el que Akutagawa describe, con sorprendente precisión, la naturaleza humana precisamente gracias a unos puerros en oferta. Diría que es necesario mucho talento para lograr algo semejante.
De los autobiográficos considero Vida de un necio una auténtica joya, y no sólo por la descarnada sinceridad que despliega, sino por la forma tan original como sorprendente de hacerlo, mediante una sucesión de textos breves de una carga lírica extraordinaria.
Una mariposa agitó sus alas en medio de un viento repleto de olor a algas. Sus labios resecos sintieron sólo un instante el tacto de la mariposa, mas aquella voluta de polvo de sus alas resplandecería años más tarde sobre su boca.
Pero tal vez sean los de ambientación clásica, por lo atractivo del escenario, los más conocidos en occidente. Rashômon y En la maleza de un bosque inspiraron la película de Akira Kurosawa que toma prestado su título del primero de ellos, pero el relato que verdaderamente más me ha impactado es El biombo del infierno, un cuento magistral, aterrador, en el que quedan en evidencia las dos almas de esta época que, tal vez por su contradictoria naturaleza, actúan como motor narrativo y mantienen intacto su atractivo: la elegancia y la sensibilidad por los detalles, el honor, las tradiciones y el arte por un lado, y la crueldad y la violencia presentes en una sociedad feudal y eminentemente guerrera. Haikus y katanas. De este relato, además, sorprende la increíble elegancia con que el narrador cuenta sin contar, denuncia exculpando, condena clamando por la inocencia y traiciona mostrando su lealtad.
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