El ser humano es de naturaleza morbosa y cotilla. Aunque finjamos que no y que solo vamos a lo nuestro, la verdad es que sentimos una curiosidad innata hacia la vida de las personas que nos rodean, de hecho, todavía más hacia la de las personas que tenemos cerca pero no forman parte de nuestro círculo más cercano. Esto es porque, en teoría, nuestros familiares y amigos nos ponen al día sobre sus vidas y las circunstancias del resto de personas, sin embargo, son un misterio para nosotros. Con la globalización, las televisiones y las redes sociales el número de ventanas al que asomarnos para cotillear la vida de los demás ha multiplicado las posibilidades y dan fé de ello programas del tipo de Sálvame o reallity shows como Gran Hermano. No obstante, hay un factor que nos mantiene pegados frente al televisor de una manera aún más contundente y es cuando en la vida de otras personas aparece la desgracia, cuando pasa lo inimaginable y una persona desaparece.
En España desaparecen una media de 20.000 personas al año y uno de los grandes debates cada vez que un caso de desaparición salta a los medios es el por qué ese caso lo ha hecho y por qué otros no. ¿Qué factor es el que marca la diferencia para que a unos casos se le de repercusión mediática y a otros no? No voy a entrar a analizar esto, pero si me gustaría señalar, que los casos que todos conocemos, van más allá de la persona desaparecida. El foco no sólo los alumbra a ellos, si no que apunta a toda su familia y entorno y termina iluminando a todo el pueblo o ciudad de la víctima.
Novelas negras sobre personas desaparecidas, en su mayoría del género femenino y que acaban con la aparición de su cuerpo sin vida, hay muchas, cientos. Publicar una novela más que parta de este hecho puede ser sinónimo de éxito porque es una trama que engancha, pero es más difícil conseguir que ese libro sea recordado entre tantos libros de temática similar. La distinción puede ser simplemente una buena campaña de marketing, pero creo que a la larga, tiene que haber algo más para que un libro no sea un éxito momentáneo y efímero. Ese algo más suele venir dado por la calidad y por algún elemento que lo distinga del resto y eso precisamente es lo que ha logrado Jon McGregor con su última novela publicada, El embalse 13.
El embalse 13 parte de la desaparición de una adolescente, Rebeca Shawn, en un pequeño pueblo de Inglaterra, Hunter Place; pero va de mucho más que de eso, no es una simple novela sobre la desaparición de una chica. Jon McGregor hace un verdadero ejercicio de honestidad y de realidad, porque queda muy bien reflejado como al principio todo el mundo se vuelca con la desaparición: batidas de búsqueda, los medios abarrotando cada rincón de la ciudad, la investigación policial a contrarreloj para encontrar a Rebeca viva… pero, ¿qué pasa cuando las esperanzas de encontrarla se marchitan, cuando la policía empieza a darle prioridad a otros casos y la prensa abandona el lugar de los hechos? Pues que la vida se abre hueco a través de la desgracia y continúa su curso. Escribir una novela sobre lo que sucede cuando las luces se apagan es diferente y es un gran reto, porque consiste en centrarse en la la línea recta que va tras la caída del gran pico de acción. Pero McGregor lo ha hecho y le ha quedado una obra redonda.
No os voy a mentir, El embalse 13 es un libro complicado: en su contenido, ya que es una novela desasosegante en lo que a la desaparición de la niña se refiere. Ves como un suceso que de primeras lo acapara todo en el pueblo, todas las conversaciones, los pensamientos, los actos, los sueños… Poco a poco al no obtener respuestas, va difuminándose cada vez más de la mente de la gente, hasta convertirse simplemente en un rumor, en un runrún que siempre sigue ahí, pero que se queda solo en eso ya que el pueblo y sus gentes, como es normal, siguen con sus vidas. Solo sigue siéndolo todo para sus padres, unos padres que se desvanecen igual que el caso de su hija y la esperanza por conocer su paradero, que se convierten en fantasmas al ser los únicos que no pueden continuar sin más.
Pero también es complejo en su forma, ya que si hay algo que destaca de esta novela es, definitivamente, su estilo. Es un libro dividido en trece capítulos —como su título presagia—, y cada uno de ellos cuenta el transcurrir de un año en la vida de los habitantes de Hunter Place desde la desaparición de Rebecca. No hay diálogos, el libro está escrito en tercera persona y todo es narrado de continuo pasando de un personaje a otro sin ningún tipo de división especial. Esto hace que sea diferente, le da cierto encanto a la historia ya que te mete mejor en ese continuar de la vida que el autor nos quiere transmitir, pero también ralentiza el pulso y hace más difícil el ubicar bien a todos los personajes. Cuesta más engancharse, pero al final, no sabes ni cómo, por la armonía que este ritmo le imprime a la historia, terminas leyendo un capítulo tras otro, leyendo las vidas de los personajes de esta ciudad, hasta el final.
Por tanto, es una novela coral, con múltiples personajes, pero el foco más que en los personajes, está en la ciudad como bloque. Vemos pasar el tiempo en la geografía del pueblo, en su fauna y flora; el pasar de las estaciones y del año y con ellos de las fiestas locales; y en las vidas de sus habitantes: nacimientos, muertes, bodas, rupturas, aventuras extramatrimoniales… Pero lo que hace destacar a esta obra por encima de otras es esa prosa poética con una cadencia casi musical que nos hace seguir la vida de un gran número de personas de una manera precisa, casi sin darnos cuenta, en unas pocas líneas.
El embalse 13 es una obra que solo puede ser escrita por un autor con talento, con una prosa exquisita y con mucha práctica y experiencia a sus espaldas. Se la recomiendo a aquellos que quieran conmoverse con una historia muchas veces vista pero contada de una manera completamente nueva y diferente; a todos los que no se dejan intimidar por un libro de párrafos largos, sin diálogos, ni espacios en blanco en sus hojas; a aquellos que valoran una prosa bella y rítmica por encima de un argumento lleno de acción y giros sorprendentes; a aquellos que quieren ver qué sucede cuando el caso que ha copado todos los titulares desaparece del ojo público y pasa a un segundo plano; en definitiva, a aquellos que valoran la literatura por encima de todo.