Mi pasión por Ginebra, Arturo, Camelot y Merlín viene de lejos, pero nunca imaginé que en el año 2020 iba a encontrar un libro tan interesante y original como El engaño de la princesa, de Kiersten White. Había oído hablar de la autora —su nombre me retumbaba en la cabeza—, y aun así nunca le había dado una oportunidad. Por lo que con este retelling protagonizado por una Ginebra dispuesta a salvar a su rey, lista para la mentira y los secretos, no me lo pensé. Y acerté de lleno.
Érase una vez una joven de cabello largo y negro como la noche que llegó a Camelot para casarse con el rey Arturo. La magia había sido erradicada del reino y los que la practicaban eran desterrados, como Merlín. La joven princesa se llamaba Ginebra, solo que… la auténtica princesa estaba muerta y ella era una usurpadora. Su misión era salvar al rey de los peligros que acechaban, de la magia que aún se respiraba y que buscaba la destrucción de Camelot. Pero las cosas nunca son fáciles, y vivir interpretando un papel continuamente puede hacer que todo se vuelva confuso, muy confuso…
Cierto es que la forma en la que la autora nos introduce en la historia es un tanto peculiar. Digo esto porque nosotros, los lectores, entramos en la novela sin saber nada de Ginebra. No sabemos por qué ella en concreto es la elegida, no sabemos qué le ha llevado a aceptar ese engaño. No sabemos nada. Nada excepto las flechas impregnadas en sus pensamientos que nos llegan a través de ese narrador en tercera persona que nos hace andar tras los pasos de la protagonista.
De esta manera nos adentramos en este Camelot lleno de personajes enigmáticos como Mordred y el caballero Parches —esenciales en la novela—, lleno de animales e insectos dominados por artes oscuras, lleno de susurros y magia prohibida de la mano de una Ginebra desconocida, para ella misma y para nosotros, y a la que debemos ir descubriendo conforme avanzan los capítulos. Eso sí, sin dejar de preguntarnos qué se esconde realmente detrás de su misión y qué misterios oculta su relación con Merlín.
Por otra parte, un poder especial que me ha resultado bastante original es el que detectamos que tiene nuestra falsa princesa. Un poder empático, un poder piel con piel, casi de introducirse en el cuerpo de animales y criaturas, en objetos, en personas, sintiendo y experimentando lo que han vivido.
¿No os da pena? A mí sí. Porque si pensamos fríamente en lo que conlleva ese tipo de poder nos daremos cuenta de que sentir todo es muy triste. Y de todos es sabido que la tristeza y el dolor pueden acabar con nosotros y con nuestro corazón. Un corazón, el de Ginebra, rodeado de soledad por llevar el peso del engaño a sus espaldas y no poder revelar su verdadera identidad.
Porque averiguar su identidad es lo que hace que nos mordamos las uñas, lo que hace que nuestras pupilas no descansen, el motor que hace que esta novela tenga vida propia. Porque nos morimos por saber quién es en realidad Ginebra. Ese es el gran misterio.
Pero no penséis que lector y protagonista van por separado. No, porque lo bueno de esta novela, lo apasionante, es que los pasos que damos los damos al mismo tiempo que la joven. Y es que ni siquiera ella misma sabe quién hay detrás de su fachada ni hasta dónde puede llegar su magia. Porque es de nuevo la propia magia la que realmente puede vencer y liberar a todos.
La magia destruye, la magia sana, la magia es todo y todo es magia. Lo que ocurre es que generalmente la gente no lo ve, o no lo quiere ver, porque la magia asusta y solemos pensar que nos hará mal en lugar de bien. Sobre todo para los habitantes de Camelot, que ya vivieron una guerra contra la Reina Oscura, cuyo poder y presencia permanecen en el aire, en los bosques y en los capítulos.
A pesar de todo, esa no es la única amenaza a la que Ginebra tiene que enfrentarse. También están las lagunas que hay en su memoria. También está eso que teme y que es vital para la vida humana: el agua. Y, sin embargo, ella domina el fuego, que es justo lo que el agua apaga. ¿Qué naturaleza extraña esconde entonces nuestra protagonista?
Emborrachémonos de esta Ginebra para saciar la sed que Kiersten White nos provoca con esta primera parte de una trilogía, donde nos ofrece amor, deseo, tentación, amistad, mentiras y mucho más. Pero para vivir esta aventura acordaos de no desvelar nunca El engaño de la princesa.