El espectador ideal, de Héctor Izquierdo
Resulta reconfortante, y majo, que haya editoriales y editores independientes que den oportunidades a escritores desconocidos, a gente –la mayoría, jóvenes– que, seguramente aun contando con la opción de publicar ellos mismos su obra –hoy día hay más canales que nunca para eso–, un día sintieron la ilusión y tuvieron la valentía de enviar sus originales a una editorial, con la esperanza de recibir una respuesta positiva. El de Héctor Izquierdo, el autor de El espectador ideal, parece un caso así. Izquierdo es un autor joven, nacido en 1988, y El espectador ideal es su primera novela, si bien parecemos encontrarnos ante un joven creativo en varios ámbitos: ha estudiado Comunicación Audiovisual, ha hecho prácticas de guión en conocidas series españolas y escribe –bastante bien, por cierto, a juzgar por lo que he podido leer– un blog sobre cine. Además, la contrasolapa nos informa de que está preparando una serie para Internet y una segunda novela.
Centrémonos, pero, en El espectador ideal. Se trata de una historia policiaca que se desarrolla en Madrid, con una pareja –no sólo de trabajo, por cierto– de policías en la cual ella es la jefa: Verónica, una mujer e inspectora de armas tomar, con un lunar matador –aunque ella lo odia e intenta ocultárselo con maquillaje– y un cinismo aprendido y adquirido por su profesión –aunque se le nota el lado tierno y amable. Como compañero tiene a Roberto Vidal, personaje éste menos definido, aunque funciona eficazmente como contrapunto y complemento a Verónica. Completará el triángulo Daniel Harmon, un inglés analista de perfiles y experto en asesinos en serie, con su aura de misterio –mientras leía el libro, yo veía mentalmente a Daniel Craig como encarnación actoral de Harmon. El caso empieza con el asesinato de un señor mayor, en su casa; a pesar de que al principio parece un crimen cometido por alguien cercano a la víctima, la cosa se complica cuando aparece muerta una mujer que comparte con el primero edad y profesión: ambos fueron productores de teatro. A partir de ahí, los policías se convierten en perseguidores del criminal, pero también en ese espectador ideal que el asesino quiere que sean; ante ellos representa él su obra maestra, que son esos crímenes.
El espectador ideal es una primera novela, y se nota, en los defectos pero también en las cualidades, pues rezuma frescura, sencillez, dinamismo y una inventiva nada despreciable. Es una historia puramente policiaca, con persecuciones, conversaciones de automóvil entre los policías, deducciones e inducciones expresadas en voz alta, criminales escurridizos y protagonistas con más capas que la aparente. Héctor Izquierdo tiene un puñado de buenas ideas, bastante originales, y las va desarrollando sin contemplaciones ni artificios, con lo cual nos depara una lectura fácil y agradable, sazonada con símiles y metáforas que chocan y divierten por lo insólito o, a veces, por lo normal y cotidiano de los términos utilizados.
Una cosa que me ha gustado especialmente de El espectador ideal es que sus personajes secundarios, pero no por ello menos importantes, los de las víctimas y los seres cercanos a ellas, no son los personajes que típica y casi exclusivamente pueblan hoy día las series y las novelas de corte policiaco; son personas de edad madura o anciana, que no han logrado triunfar, o que una vez lo consiguieron y luego decayeron, y que fueron olvidados o abandonados. No son personajes especialmente atractivos, ni poderosos, ni carismáticos; no hablan de forma grandilocuente, no hilan frases brillantísimas ni tienen un montón de oscuros secretos, pero son mucho más reales que los que aparecen en la ficción más publicitada. Creo que es éste un gran acierto de Héctor Izquierdo, y sería un punto a su favor que explotara esa capacidad de atender al hombre normal y corriente en entregas sucesivas de las andanzas de Verónica y de Roberto (no sé por qué, El espectador ideal parece la primera entrega de algo que va a continuar).
Nada más que añadir, salvo una recomendación importante: por favor, por favor, por favor, que alguien repase y corrija bien los textos antes de entregarlos definitivamente a la imprenta. Los errores de puntuación, de acentuación y gramaticales son aquí bastante abundantes y deslucen muchísimo el texto, además de distraer la atención y disminuir el placer que se obtiene de su lectura.