Egipto es un destino que siempre ha llamado muchísimo mi atención. Cuando era pequeña, más o menos cuando tenía unos ocho años, mi padre visitó ese país por motivos de negocios. No recuerdo si yo había escuchado hablar antes sobre Egipto o no, pero el caso es que cuando él volvió y me enseñó todas las fotos y me contó todo lo que había visto, yo me quedé prendada. Como buena lectora que soy, me encantan las historias que me hagan evadirme a lugares increíbles, pero esto ya me viene sucediendo desde muchísimo tiempo atrás. Por lo que ese día, cuando mi padre me contaba que se había adentrado en una pirámide gigantesca, que había visto una momia o que había atravesado el río Nilo, mi mente no paraba de trabajar intentando procesar toda la información. Llegó un momento en el que pensé que mi padre se estaba quedando conmigo y que me estaba contando una historia que bien podría haber salido de una sala de cine. Recuerdo que no le creí demasiado y en un rincón de mi mente pensé que él había exagerado todo para que yo alucinara todavía más.
Con los años me di cuenta de que eso no fue así en absoluto. Que Egipto es tal y como él me contó: un lugar mágico, lleno de cosas asombrosas, cargado de una cultura magnífica y con la capacidad de inspirar cientos de historias como la que traigo hoy aquí.
El espejo egipcio, escrito por Pilar González recoge toda esa magia de la que estoy hablando. Todo empieza cuando Dago entra en una tienda de antigüedades y compra un espejo para regalárselo a su madre. En cuanto lo ve sabe que es el regalo perfecto para ella. Es muy bonito y parece muy antiguo, con todo lujo de detalles. Pero el dependiente de la tienda le advierte y le dice que ese espejo guarda algo oscuro en su interior: está maldito. Dago no cree en esas estupideces, así que decide comprarlo y seguir con su plan. Seguro que cuando su madre lo vea se le olvida interrogarle sobre su novia. Y eso será un alivio, porque no quiere confesar que están pasando por una época de crisis y que llevan un tiempo separados.
Y si ya de por sí la vida de Dago es ahora mismo un poco caótica, ya que es un escritor de renombre que está pasando por una época muy mala en la que no consigue escribir nada decente, todo empieza a ir de mal en peor cuando el espejo entra en su vida. Primero, la desaparición de su madre y después la sospechosa muerte de su editor y amigo. Dago cada vez tiene más claro que todo está relacionado y que el dependiente tenía razón en su advertencia.
Así que lo que tenemos delante es una historia de intriga en la que tendremos que descubrir junto con el protagonista qué es lo que oculta ese misterioso objeto. El espejo egipcio tiene, a parte de todo lo mencionado, algo que hay que destacar sobre todo lo demás: Dago tiene lo que parecen ser unos sueños lúcidos donde se encuentra con gente que ya ha tenido ese espejo en su poder. Esa gente es imprescindible para el desarrollo de la historia y va a ser el recurso que la autora, Pilar González, va a usar para contar la novela a dos tiempos. Así, tenemos la época actual y también varias tramas pequeñitas protagonizadas por diferentes personajes que se sucederán en varios momentos de la historia. Y esto es de destacar porque uno de esos protagonistas secundarios van a ser Akenatón, cuya vida fue fascinante. Esa forma de narrar es lo que nos va a permitir quedarnos con la intriga cada vez que un capítulo termine, ya que, al estar las historias intercaladas, tendremos que esperar siempre para volver a retomar la trama de Dago para saber, de una vez por todas, qué oculta ese espejo.
La narración me ha gustado. Es sencilla y con abundantes diálogos. Además está narrada en primera persona, por lo que es muy fácil empatizar con Dago. Él nos va contando constantemente todo lo que piensa, nos transmite sus dudas y sus miedos. Se teme lo peor, claro, que todos los misterios que están sucediendo a su alrededor, se deban a su estúpida idea de comprar el espejo. Tendría que haberle hecho caso al dependiente y ahora su mala decisión puede haber sido la causante de que su madre desapareciera y su editor acabara muerto. Y también está el tema ese con su ex y, sobre todo, el maldito bloqueo que no le permite escribir nada decente. Todos estos temores, estas frustraciones, nos llegan a nosotros perfectamente gracias a que la historia está contada en primera persona.
Si le tengo que poner un pero es que he observado un abuso de algunas frases hechas y recursos. He notado, por ejemplo, que la autora utiliza demasiado el conector “en verdad”. No suelo fijarme demasiado en estas cosas, pero sí que es cierto que me ha chocado encontrarme tantas veces con él. También creo que esto se ha debido en parte a que no me gusta nada ese conector, entonces cuando lo leí unas cinco veces en el libro después no podía parar de verlo todo el tiempo. Es como cuando te compras un coche rojo y de repente todos los coches de tu alrededor son rojos.
Pero quitando esa tontería, que ya digo que es una cuestión de gusto personal que otra cosa, el libro me ha resultado muy entretenido, por eso estoy hoy aquí recomendándolo a todo aquel que me esté leyendo. Sobre todo me ha intrigado y me ha gustado el recurso de meter a personajes antiguos dentro de la trama. Gracias a él he podido volver a recordar esas historias que mi padre me contaba sobre Egipto. Yo todavía no he tenido la suerte de ver todo eso con mis propios ojos, pero ojalá sea yo la que algún día le cuente a una niña pequeña (bastante escéptica para su edad) que he estado dentro de una pirámide que se construyó hace miles de años.
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