Vende tu producto. Si lo que ofreces es lo suficientemente bueno se venderá solo. Diseño, nuevas aplicaciones, exclusividad… Te lo quitarán de las manos. Si ese artículo está enmarcado en una gama media te toca trabajar más. Crea una necesidad. El cliente precisa de tu artículo para vivir mejor. ¿Pero y si lo que aspiras a vender, y hablando claro, es una mierda? ¿Y si es un producto infumable y hasta, tal vez, perjudicial? ¿He dicho perjudicial? Quería decir mortal. Bueno, entonces entra en juego el arte de enmascarar la verdad. Una mierda cubierta de guirnaldas sobre una bandeja de plata parece menos mierda. Destaca las virtudes del producto; si es que las tiene, sino algo se nos ocurrirá. Añade también, siempre, un poco de miedo. Si no lo adquiere ya, se quedará sin él. Si no compra esa alarma, le entrarán a robar. Si no atacamos, si no nos defendemos, ellos vendrán a por nosotros, con armas de destrucción masiva, y nos despojarán de nuestras libertades. ¡Palabras mayores! Póngame un puñado de guerra, por favor. Sí, a la mayoría ya los tienes en el bote. Tras toda guerra existe un marketing. El eterno intermedio de Billy Lynn, de Ben Fountain, además de una novela magnífica es un gran ejemplo de ese inmoral marketing.
Pero tras El eterno intermedio de Billy Lynn hay mucho más que una divertida sátira sobre el arte de vender una guerra, pues hay también la historia de amistad de ocho supervivientes. Uno de ellos, Billy Lynn, será el guía que nos conducirá por los recovecos de la América más grotescamente patriota. Esa que se esconde tras la bandera cada vez que se lleva a cabo un acto de dudosa moralidad. El escuadrón Bravo ya no está completo. Hubo muertes. El mejor amigo de Billy Lynn cayó. “Es un poco raro. Que te rindan homenaje por el peor día de tu vida”. Los muertos no importan. Son mala publicidad. Pero las acciones que llevaron a cabo contra los insurgentes en Al Ansakar los han convertido en héroes. Solo necesitaron un vídeo de poco más de tres minutos, eso y que éste se volviera viral. Ahora estos héroes serán homenajeados. El Texas Stadium parece el lugar indicado. ¡Si hasta les quieren hacer una película con Hilary Swank de protagonista! La América más profunda, la más enfermizamente patriótica y la que cree con fervor en el sueño americano les ama. Los ocho soldados conocerán a gigantescos futbolistas, cheerleaders de voluptuosas formas y gente adinerada que está a favor de la guerra de Irak siempre y cuando ésta se quede en Irak y ellos puedan seguir llenándose los bolsillos de billetes.
De Ben Fountain solo sabía que no sabía nada, de igual manera con su obra. Fue un salto a ciegas el lanzarme a leer El eterno intermedio de Billy Lynn; un acto de fe producido por la provocativa portada y la impecable sinopsis que la editorial Contra me ofrecía. ¡Señor, qué vuelo, qué viaje y qué aterrizaje! Y aunque mi género preferido es la fantasía, de tanto en tanto me gusta darme un buen baño de realidad leyendo sobre algo que, aunque ficticio, se basa en un hecho real: la guerra de Irak. Pero aun siendo etiquetado como libro bélico, éste no te lleva a la guerra, no dispara (casi) ni una bala, pero te golpea en cada frase con una contundencia brutal al mostrarte qué hay entre bambalinas, tras ese escenario en donde caen bombas y muere gente. Y la verdad es que el panorama es deprimente. Un lugar de cínicos, teatreros y oportunistas que consiguen hacerte levantar del sofá y cagarte en la madre que los parió. Toda la culpa la tiene Ben Fountain, pues narra de forma extremadamente vital, lanzando mensajes de posterior reflexión. Además intercala oraciones repletas de jerga con otras de filosófica meditación, a la misma velocidad que una ametralladora descarga su mortal munición. Sus metáforas, que en una primera y rápida lectura parecen muy rebuscadas, cuando el cerebro las procesa con calma, se muestran como una genialidad.
A medida que te adentras en la historia irás descubriendo como los denominados héroes son tratados como meros objetos, como un medio para conseguir un fin. Los sentimientos no importan, el honor tampoco. Y los héroes están más guapos callados y sin pensar. La escena en la que el escuadrón hace su espectáculo junto a las Destiny’s Child es tan deplorable como esperpéntica. Escenas como ésa son las que consiguen que una sensación de nostalgia te acompañe durante todo el libro. Nostalgia de aquello que todavía no se ha perdido, de todo aquello que no ha ocurrido, pero que Billy sabe que acontecerá. Ya que los ocho del escuadrón Bravo deberán volver a la guerra de Irak en cuanto acabe todo el espectáculo. Y a pesar de toda esa tristeza contenida hay muchos momentos de divertido gamberrismo. Peleas campales a medio partido. Borracheras. Pensamientos indecorosos. La épica búsqueda de un ibuprofeno. Sexo furtivo y enamoramiento. Pensamientos de evasión. Esperanza.
Llegar al clímax de El eterno intermedio de Billy Lynn significa ser uno más del escuadrón Bravo, significa empatizar con ellos y con sus difíciles elecciones. Significa, también, tener que soportar esa escena, que retrata una feroz lucha de clases, con la filmación de una película de por medio, en la que son pisoteados como cucarachas en la intimidad mientras de cara al público son tratados con honores. Y al final, el párrafo. Ese párrafo con el que se cierra el libro y que consigue más tiempo de reflexión que cien libros de filosofía.
Me alegro de que te haya gustado (más que nada porque es el siguiente en mi lista de lecturas). Yo sí sabía algo de Ben Fountain cuando lo compré, más que nada porque llevaba unos cuantos añitos esperando por esta novela (y si no llega a ser por el bueno de Ang Lee me temo que me quedo sin leerla en español).
Recuerdo que cuando se publicó fue un año en que en las novelas más destacadas del año en Estados Unidos abundaban protagonistas adolescentes (La casa redonda de Louise Erdrich, Canadá de Richard Ford) y el tema de la guerra también se puso en primer plano, de hecho Fountain compartió nominación al National Book Award con Kevin Powers. Curiosamente Los pájaros amarillos a pesar de ser en principio menos comercial se publicó aquí muchísimo antes.
A diferencia del propio Powers o de Phil Klay (que ganaría el National Book Award el año siguiente) Fountain no ha sido soldado (y es bastante mayor que los anteriores). Esa mezcla entre la tragedia de la guerra y la cultura del espectáculo tan yanki me llamó mucho la atención. Espero compartir el entusiasmo cuando la termine
Hola Jose.
Veo que tú sí dominabas la carrera del autor antes de ponerte con esta obra. Yo, fue a posteriori, y gracias a que navegué por internet, cuando fui averiguando la trayectoria de Ben Fountain. Así pues, para mí fue todo un sorpresón encontrarme con una novela de estas proporciones. Si he de resaltar algo de El eterno intermedio de Billy Lynn es la prosa que utiliza Ben Fountain, en ocasiones tan directa y brutal y en otras tan “tierna”; además de la forma en la que describe el “circo” en el que se puede convertir el american way of life. La verdad, espero que cuando la leas la disfrutes tanto como yo lo he hecho. Y sí, como tú también comentas: bendito Ang Lee. Ahora hay ganas de ver la adaptación cinematográfica.
Saludos Jose, y espero verte pronto por aquí, o por redes sociales, comentando lecturas.