Islandia, un país con poco más de 300.000 habitantes y una liga de fútbol casi amateur, protagonizó la gran sorpresa de la última Eurocopa al alcanzar, contra todo pronóstico, unos más que meritorios cuartos de final en su primera participación en un torneo de tal magnitud. Antes del evento, ni los propios expertos en fútbol internacional sabían mucho de esta selección, cuyo jugador más reconocible era (y sigue siendo) el ya veterano Eiður Gudjohnsen, que militó a finales de la década pasada en el FC Barcelona.
Un año antes de aquella gran gesta, el periodista deportivo Axel Torres estuvo disfrutando de aquel país, y fruto de aquel viaje nace El faro de Dalatangi, su tercer libro. Como he dejado claro en las reseñas que hice de sus otros libros (11 ciudades y Franz, Jürgen, Pep), tengo a Axel como uno de los periodistas deportivos de referencia en este país, no solo por esta pasión que transmite por el deporte de la pelota; también por esa difícil neutralidad de la que hace bandera en una profesión en la que el periodista bufandero viene siendo cada vez más habitual. En este viaje le acompaña otro periodista deportivo, Víctor Cervantes, cuya admiración casi obsesiva por Gudjohnsen arrastrará a él y a Axel, que terminarán viajando al país más aislado de Europa para poder encontrarse con el futbolista, y de paso, conocer un poco más sobre el desconocido fútbol islandés que ya en 2015 empezaba a despuntar.
Islandia. Sin ejército. Sin odio. Sin comunidades nacionales enfrentadas. Sin interpretaciones peligrosas de la historia. Canciones de Sigur Rós. Qué paz.
Lo que diferencia este libro de los otros del autor es el marcado tono introspectivo que llena sus páginas, coincidiendo con un momento anímico no del todo óptimo. Su viaje por Islandia encierra a la vez un viaje interior en el que Axel reflexiona sobre su propia carrera, sobre sus miedos e inseguridades. Sabe que ha alcanzado la cima, pero que eso no ha ido acompañado de felicidad. Debe sentirse un privilegiado porque tiene todo lo que siempre soñó, aunque descubra que el final del camino no es cómo había soñado. Por eso las tierras inhóspitas de Islandia se tornan en el lugar perfecto para una huida hacia delante, un lugar idóneo en el que emular a Henry David Thoreau, con el propio faro de Datalangi convirtiéndose en el particular Walden del periodista.
Pero no hay que olvidar que en este libro se habla mucho de fútbol. Axel Torres recobra poco a poco su pasión futbolera en esos campos de gradas casi vacías enclavados en verdes y extensas praderas o en parajes de aspecto casi lunar, como bien se puede comprobar en las estupendas fotografías de Edu Ferrer que añaden color y valor al libro. El autor conoce a varios futbolistas españoles, auténticos temporeros del fútbol que encuentran en la isla un lugar perfecto donde crecer como personas y como deportistas.
Islandia siempre ha sido un país que ha llamado poderosamente mi atención dada su peculiaridad histórica y geográfica. Ahora, tras leer este libro, mis ganas de conocer el país han aumentado más aún. Porque lejos de esa imagen de vikingos rudos, habitantes de ciudades impronunciables como Seyðisfjörður, Hafnarfjörður o Vestmannaeyjar se encuentra una población orgullosa de sus valores y costumbres. Los islandeses se muestran pasionales, con una personalidad marcada durante generaciones por ese aislamiento autoimpuesto, que se acrecenta entre los habitantes de las Islas Vestman, que no tienen reparos en llamarse “los más fuertes entre los más fuertes”, como dice orgulloso Heimir Hallgrímsson, entrenador de la selección islandesa de fútbol, que compaginaba hasta el año pasado su tarea con la de dentista en dichas islas. ¿Puede ser más pintoresca la historia?
Axel Torres nos devuelve una parte de la esencia del fútbol que muchos treintañeros teníamos perdida. Y es que muchos de los futboleros de nuestra generación nos enamoramos de un deporte que poco tiene que ver con el actual. Antiguamente, ser de un equipo era motivo de orgullo, y lo importante era lo que pasaba durante los 90 minutos que jugaba tu equipo. Ahora no; ahora lo importante es lo que rodea al fútbol, es saber quién vende más camisetas, qué dirá determinado futbolista al acabar un partido o cuál ha sido la última publicación del futbolista de turno en la red social de moda. Por no hablar de las polémicas arbitrales, que copan la gran mayoría de minutos en los debates mediáticos, de forma totalmente interesada por parte de quienes protagonizan dichos debates. Toda esa tontería, por suerte, no ha llegado a Islandia, que conserva todavía un fútbol de una pureza casi virginal.
Espero que El faro de Dalatangi haya servido como terapia al autor para seguir al pie del cañón durante muchos más años. Porque sí, Axel (y permíteme que ahora me dirija a ti), en este mundo de mediocridad, periodistas deportivos como tú sois más que necesarios. Porque puede que tener valores e ideales no esté a la orden del día en una profesión tan caníbal, pero seguro que siempre hay alguien dispuesto a apreciarlo. Y si es necesario viajar cada cierto tiempo a países de fútbol casi desconocido para despejar la cabeza, bienvenidos sean esos viajes. Aquí algunos seguiremos leyéndote, hables de fútbol albanokosovar, del próximo Madrid-Barça o de tu querido Sabadell.
César Malagón @malagonc