El galáctico, pirático y alienígena viaje de mi padre, de Neil Gaiman
La literatura fantástica ha tenido, de unos años hasta aquí, un nombre que, al oírlo, nos hacía pensar únicamente en obras maestras. Ese nombre es Neil Gaiman. Y no sólo porque él sea el autor de lo que yo considero la novela gráfica por excelencia, ese gran Sandman por que el yo suspiro y suspiro, no. Lo digo por esa cantidad de novelas que nos han llegado y que contribuyen, más si cabe, a agrandar la leyenda de uno de los autores que marcarán este siglo para siempre. No es exageración, es verdad pura y dura. Así que yo voy saltando de alegría, siempre, cuando me encuentro cualquier historia que haya nacido en la mente de este escritor porque sé que, en cualquier formato, me encontraré con algo que me gusta, que puedo llegar a adorar, y que se convierte en esa parada obligada e, incluso diría, necesaria. Imaginad entonces lo que yo he vivido al leer, rápido y sin cortes, El galáctico, pirático y alienígena viaje de mi padre de un solo tirón, con esa sonrisa pegada en los labios por tener entre manos a uno de mis autores favoritos y no poder dejarlo por mucho que a mi alrededor haya distracciones que pudieran merecer la pena. No soy objetivo, yo lo sé, pero eso no me importa. Al fin y al cabo, nunca lo soy en lo que escribo, pero con él lo digo con orgullo, con ese orgullo que siente un admirador sin necesidad alguna de intentar vender motos, porque en este caso, todo lo que escribe Gaiman es una apuesta segura, un vicio que se confiesa con satisfacción, con tremenda satisfacción. Alegría lectores, eso que aparece y desaparece tan a menudo. Yo, desde ya, compro.
Una madre se va de viaje y deja a cargo de sus hijos a su marido. Le insiste que lo más importante es que “no se olvide de la leche”. Cuando tiene que ir a comprarla, se verá envuelto en un viaje por el espacio – tiempo tan demencial que hará que la leche se convierta en la única forma de salvar al mundo.
¿Sabéis esa sensación de estar leyendo algo, algo que sabes que es completamente ficción, que no existe, pero que deseáis que sí lo sea? Eso sucede con El galáctico, pirático y alienígena viaje de mi padre cuando uno va viendo las situaciones tan disparatadas y llenas de surrealismo a las que nos lleva de la mano Neil Gaiman. Pero aunque pueda parecer un resumen de broma, uno de esos chistes que poca gracia hacen al respetable, os diré que cuando uno lee este libro que, vale, está pensado para jóvenes, pero que yo no lo soy y aquí me tenéis, hablando maravillas de él, cuando uno lo lee, se da cuenta de que la fantasía, la capacidad de imaginar en un libro no está muerta, que sigue viva y uno felicita la labor de que nos llegue en forma de historia desternillante y llena de momentos tan impagables como sin sentido. El auto es el rey en estas lides, y eso se nota cuando la factura de esta historia se lee tan rápido y supone tan buenos momentos que, cuando lo cierras, cuando lo terminas, quieres volver a leerlo para ver si te has perdido algo. Pero no, no es que te hayas perdido nada, es que simplemente has disfrutado tanto que no te parece posible, que hay algo que no cuadra, porque no es normal pasarlo tan bien con un libro, o quizá sí y es sólo que no estamos acostumbrados. No lo sé, en cualquier caso el objetivo pasa por ahí, por divertirse y abrir este libro, que será todo lo que vosotros queráis que sea, pero para mí es una joyita, y utilizo el diminutivo sólo por su extensión, no por su calidad.
Neil Gaiman es esa especie de leyenda que se convierte en inmortal o, lo que viene a ser lo mismo, un dios para que nosotros mojemos la cama de placer. Así de claro. Yo no tengo más remedio que rendirme a los encantos de todo lo que escribe. Pero, y a pesar de que El galáctico, pirático y alienígena viaje de mi padre no sea tan oscuro como a lo que nos tiene acostumbrados el autor, uno puede sentirse tan agradecido por haber leído algo como de lo que estoy hablando. La vida es corta, nuestras lecturas a veces tienen que ser seleccionadas, no podemos leer todo lo que queremos. ¿Por qué digo esto? Para que apuntéis este título como si fuera un tatuaje en vuestra piel. Que sí, que es algo parecido. Porque esto no se irá de vuestras cabezas, porque este viaje tan lunático será la sonrisa que os llevéis al acabar un día. Sino, podéis venir a buscarme.